San Agustín: Filosofía y religión
San Agustín es para algunos el último de los filósofos antiguos y el primero de los medievales. Esta expresión nos puede servir para entender el planteamiento general de su filosofía, que es la primera gran síntesis medieval de la historia de la filosofía. En sus obras aparecen mezcladas las ideas platónicas con las cristianas, por lo que hay una clara continuidad y una ruptura respecto a la filosofía anterior: si bien los pilares del platonismo siguen presentes, aparecerán nuevas inquietudes y temas filosóficos que vendrán sugeridos por el cristianismo al que San Agustín se convirtió después de pasar por diferentes escuelas filosóficas, como el maniqueísmo. Su filosofía está impulsada por la búsqueda de la verdad, y a la vez abrirá la reflexión a nuevos temas que irán ocupando a lo largo de la edad un medio un lugar cada vez mayor dentro de la filosofía. Es uno de los primeros autores en los que se aborda de una forma más o menos sistemática la relación entre razón y fe, filosofía y religión. Entre las ideas agustinianas cabría destacar estas:
- No es preciso separar entre razón y fe o entre filosofía y religión. Ambas facultades y ambas disciplinas deben aspirar a la verdad, que es la auténtica protagonista de la filosofía agustiniana. No importa tanto razón o fe, filosofía o religión, cuanto llegar al conocimiento de Dios, que es lo que da sentido a la vida del hombre. En cierta forma, las relaciones entre razón y fe no se experimentan de una forma problemática por el autor de las Confesiones: carece de sentido tratar de separar estas dos facultades humanas. La razón busca la comprensión mientras que la fe pone en práctica la creencia.
- Razón y fe pueden y deben colaborar entre sí. A este respecto San Agustín da un paso más allá respecto a algunas de las posturas teóricas que trataban de enfrentar de manera excluyente la razón y la fe, rechazando especialmente la filosofía desde el ámbito de la religión. En respuesta a estas actitudes dogmáticas, San Agustín afirma que la razón debe conducirnos a la fe: conocer el mundo, interrogarlo e interrogarnos ha de llevarnos a descubrir la trascendencia, sea en el mundo o incluso dentro de nosotros mismos. Dios, que es la verdad, no puede oponerse a la razón, y por ello la razón nos dirige a aceptar la fe, por cuya acción asumimos creencias que nos ayudan a comprender mejor la realidad: “Cree para comprender y comprende para creer”. En cierta forma, la fe ilumina la razón, le ayuda a que llegue a un conocimiento más profundo de Dios y del mundo. En un tercer momento, la razón volvería a colaborar con la fe, tratando de aclarar las creencias, los dogmas y las ideas centrales de la religión. Así, la filosofía nos conduce a la religión, que a su vez comparte temas e ideas con la filosofía. Por ello, siendo distintas, tienen que ayudarse mutuamente.
- El mejor ejemplo de la colaboración entre filosofía y religión es precisamente la propia filosofía agustiniana. Una de sus ideas más significativas es la llamada teoría de la iluminación, que tiene resonancias tanto filosóficas como religiosas. La tesis central puede recordarnos al platonismo: el ser humano no puede conocer si no es iluminado por Dios. La verdad que el hombre debe buscar en su vida no está en el mundo material, sino en un mundo de Ideas que reside en la mente divina, tesis que representa una cristianización de Platón. No obstante, no podemos alcanzar estas Ideas sin la luz de Dios. Esta metáfora de la luz y la iluminación está presente en dos tradiciones: por un lado debe recordarnos la Idea de Bien, que “ilumina” al resto de Ideas y nos permite su conocimiento. Por otro lado, son numerosos los pasajes de las sagradas escrituras en las que se compara a Dios con la luz o se alude a Cristo como la “luz del mundo”.
- Otro buen ejemplo de la relación entre religión y filosofía que además nos sirve para ir abordando un aspecto más de la filosofía agustiniana es la demostración de la existencia de Dios. Para el obispo de Hipona no es preciso demostrar la existencia de Dios, ya que en muchos casos es una verdad que está asentada incluso por la propia sociedad. Lo que sí nos ofrece son diversos argumentos. El primero de ellos consiste en buscar el origen de todo lo existente. Cualquier pregunta por la naturaleza nos conduce en último término a la existencia de Dios como creador. Este proceso creador alude de manera indirecta al platonismo: el mundo participa de Dios, es un “ejemplo” material, y por lo tanto imperfecto, del mundo ideal que el creador concibe en su mente. El ejemplarismo se combina con las razones seminales: Dios no lo crea todo de una vez, sino que la propia naturaleza tiene una fuerza generadora de vida e inteligencia, ya que el creador ha dispuesto semillas que tan sólo germinarán con el tiempo. A estos argumentos, claramente neoplatónicos, San Agustín le unirá el llamado argumento del consenso: Dios existe por que en todos los pueblos de la tierra hay creencias religiosas, sean de un tipo u otro. Como se ve hay en todo momento un intento de fundamentar la pregunta de Dios en la tradición filosófica y ofrecer razones para la creencia.
- Un último aspecto que no se puede dejar de paso es el tema de la conciencia en San Agustín, que también nos puede servir para comprender las relaciones entre filosofía y religión. Se ha dicho que San Agustín podría considerarse prácticamente un precursor de la modernidad en su análisis de la conciencia y en su ejercicio de instrospección. Algunas de sus reflexiones encontrarán ecos en autores como Descartes. El proceso no es difícil de describir: si nos fijamos, por ejemplo, en las Confesiones, nos encontramos con un San Agustín que busca la verdad dentro de sí, en el mar de pasiones, deseos y pensamientos que descubre en su vida interior. Esta actitud de búsqueda personal, de conocimiento del yo y valoración de la propia vida lleva a San Agustín a afirmar que todo ser humano tiene un “peso”, un “bien” que una vez alcanzado logra equilibrar nuestra vida. Buscando dentro de sí, encuentra San Agustín su propio peso: Dios. Así la introspección como actitud filosófica que encontramos en tantos y tantos filósofos finalizará en el caso agustiniano en una experiencia religiosa, lo cual es todo un símbolo del tiempo nuevo que abre San Agustín, y que llegará hasta finales del siglo XIV.
A modo de conclusión, cabría decir que la filosofía agustiniana es una de las referencias más importantes de la edad media: en ella se empiezan a fraguar los grandes temas de la filosofía medieval, y la mezcla entre razón y fe, filosofía y religión es abordada desde un estilo muy personal, en el que la filosofía será concebida como uno de los pilares más fuertes de la religión: con sus ideas, San Agustín estaba realizando importantes aportaciones a la historia de la filosofía, pero también ponía las bases de la ortodoxia cristiana, por lo que ha pasado a la historia como uno de los más importantes padres de la iglesia.