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Acción sindical en el siglo XXI

Marxismo y economía global

Explicar a Marx en vísperas de una huelga general que responde a una reforma laboral que recorta derechos de los trabajadores es tan estimulante como frustrante. Estimulante porque la actualidad viene cargada de noticias que muestran la vigencia del filósofo alemán. Y frustrante porque asombra ver el poco interés que existe entre la juventud por todo lo que está aconteciendo en el mundo político, social y económico. Hacíamos esta mañana una valoración histórica del marxismo, atribuyéndole una parte importante en la consecución de logros sociales que han conducido al estado del bienestar. Si no hubiera sido por las protestas y reivindicaciones de los movimientos inspirados en el marxismo hoy no existiría la jornada laboral de ocho horas, el derecho a unas vacaciones o prestaciones básicas del estado como la sanidad, la educación, el seguro de desempleo o las prestaciones por jubilación. Precisamente estos triunfos han hecho que los movimientos de izquierdas pierdan apoyo social situándoles en una difícil encrucijada.

La falta de respaldo de algunas movilizaciones sindicales son un síntoma de su agotamiento intelectual. Se pueden buscar también otras causas, como la lejanía de sus líderes y dirigentes respecto a la sociedad o la percepción de algunos ciudadanos de que los sindicatos no defienden los intereses de los trabajadores sino los suyos propios. Más de una situación que se puede percibir en el puesto de trabajo lleva a la desconfianza respecto a los sindicatos y los sindicalistas. Con todo, quizás haya un problema de discurso: seguir con la dialéctica de burgueses y proletarios sustituyéndola por la de empresarios trabajadores es un tanto anacrónico. No porque no haya situaciones de explotación, sino porque la generalización del discurso implica un distanciamiento imperdonable respecto a la realidad. La economía está terciarizada, el sector servicios se impone sobre el productivo y el concepto de trabajo de hoy no es el de hace 130 años, con trabajo infantil, jornadas laborales de 12 o 13 horas y ausencia total de coberturas. La fuerza que han ido cobrando las pequeñas y medianas empresas en nuestra sociedad es otro de los síntomas que nos obligan a repensar el marxismo: entender como "burgués" o "empresario" a quien regenta una empresa de cuatro trabajadores y echa tantas horas o más en la empresa que el resto es como poco anticuado.

Estas ideas no son nuevas. Hace ya varias décadas que se viene hablando de la necesidad de revisión de la izquierda. En mi humilde opinión, la izquierda política y la acción sindical tienen necesariamente que internacionalizarse. A un capitalismo global sólo puede replicarle un pensamiento de izquierdas global. Fundamentalmente porque las situaciones de explotación vienen marcadas hoy por la externalización de la producción. Las fronteras políticas y las uniones nacionales son hoy insuficientes para hacer frente a un capitalismo que ha configurado el mundo a su conveniencia. Cuando China es la fábrica del mundo con unas condiciones laborales alienantes, los sindicatos deberían dirigir sus protestas contra este tipo de situaciones. De lo contrario, la lógica capitalista impone su criterio: es normal que el resto de países tenga que recortar sus condiciones laborales si quieren competir con la producción china, o la de tantos otros países en los que el trabajo es sinónimo de deshumanización. Y mientras esto no se entienda, ni se asuma, las organizaciones sindicales y políticas de izquierda de ámbito nacional se verán condenadas a luchar contra una corriente que les arrastrará necesariamente.

Recientemente leí un libro que lleva por título: “La nueva izquierda y el Cristianismo”. Pues bien, en dicho libro su autor D. Francisco José Contreras Peláez, Catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla, defiende la interesante tesis ( al menos para mi) de que la nueva izquierda ya está aquí. Y ponía como ejemplo la España de Zapatero. Su tesis afirma que tras la caída del bloque soviético la izquierda quedó huérfana de ideología. Y eso contribuyó a la hegemonía absoluta del capitalismo. Su tesis afirma que debido a dicha hegemonía absoluta, la nueva izquierda, ha renunciado a sus ideales clásicos. La “vieja” izquierda quería cambiar el mundo desde una determinada concepción socio-económica de la sociedad. Pero la nueva izquierda ha renunciado a esa concepción para intentar cambiar el mundo. ¿Y cuál es la nueva concepción de la izquierda para cambiar el mundo si ya no se apoya en la defensa de su concepción socio-económica tradicional? Pues ahora intenta cambiar el Mundo desde el mundo de los valores y de la ética. Su autor considera que el PP se equivocaba de lado a lado cuando acusaba al PSOE de utilizar como medida de distracción cuestiones como la Alianza de Civilizaciones, los matrimonios homosexuales, la economía sostenible etc…. El autor, y sin tener en cuenta la opinión que le merecen cada una de esas cuestiones, consideraba que el PP se equivocaba en el sentido de que no eran maniobras de distracción sino que se trataba de la puesta en práctica de la concepción de la nueva izquierda para intentar cambiar el mundo. Lo que no me quedó suficientemente claro es si para el autor esa era una estrategia como paso previo a una posterior reforma (la de la vieja izquierda) del orden socio-económico o no. Mi opinión es que no. Se diga lo que se diga, y digan los políticos de izquierda lo que digan, el orden socio-económico que impera en Europa se mantiene exactamente igual gobierne la izquierda o gobierne la Derecha. Es más, la izquierda se encuentra muy cómoda instalada en ese orden socio-económico. Otra cosa es el Bla Bla Bla de las campañas electorales y los Bla Bla Bla para consumo interno. Y ese sería para mí el profundo error en el que podría acabar la nueva izquierda. Si ese supuesto cambio de valores no conlleva un cambio real en el orden socioeconómico, pues entonces, y francamente, yo no quiero tener nada que ver con esa nueva izquierda. Todos sabemos que las medidas del gobierno Rajoy se van a imponer. Y todos sabemos que la izquierda se opone a ello. Pues bien, antes o después volverá a gobernar la izquierda ¿Cuántos de ustedes creen que, y una vez en el gobierno, revertirán realmente esa situación más allá de una mera operación cosmética? ¿Ustedes realmente creen que la izquierda se encuentra más incómoda con banqueros y con el sistema capitalista que la gente de la derecha? En fin, supongo que como a todo en esta vida hay que darle tiempo. Yo personalmente considero que no se va a una verdadera radicalización entre las derechas e izquierda sino que se da el fenómeno contrario, es decir, se tiende a una identificación entre ellas aunque una de ellas tenga que lavar su imagen. Y desgraciadamente quien tiene que lavar su imagen no es la derecha sino la izquierda.