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De repúblicas

Una fecha emblemática, entre la nostalgia y la esperanza

La semana pasada llovían las noticias y comentarios que nos recordaban que se cumplía el aniversario de la segunda república. Un periodo de nuestra historia un tanto polémico: se encuentran por ahí enfoques que lo idealizan y lo demonizan a partes iguales. Se nos habla de reformas y misiones pedagógicas, de políticas de igualdad que conviven con los que señalan las políticas revanchistas y de persecución. No sé si son tiempos tan alejados de estos nuestros, y así he leído por ahí a quienes comparan la ley de defensa de la república con la denostada "ley mordaza". Parece que si dejamos de lado los posicionamientos personales, no fue esa segunda república una época tan "ilustrada" como nos la pretenden vender. Quizás por un asunto de comparación: la breve experiencia republicana parece una broma pesada si lo situamos al lado de las casi cuatro décadas de dictadura, con todo el atraso en los más diversos órdenes que esta supuso para el país. Sin embargo, el grave error histórico y todo el sufrimiento de esta dictadura no justifica ni hace buena a una república que parecía alentada por las ganas de venganza y que no consistió, ni mucho menos, en una implantación de derechos y libertades propios de una república. Algo que se resume quizás en el famoso discurso de Ortega: "No era esto".

Entre tanto aniversario y tanta efeméride, uno se pregunta si acaso no es posible relanzar un modelo político sin herencias del pasado. Algo que no nos ate a visiones medievales que de forma estúpida identifiquen virtud y competencia con sangre y genes. Una construcción institucional que no nos trate como súbditos, como menores de edad que necesitan la guía de una familia de prohombres que a nada que se investiga parecen tener mucho que esconder. Un modelo, en definitiva, alejado de la monarquía y más acorde a este siglo XXI y a la consideración moral y política que cada uno de nosotros merece. Pero estaríamos hablando de una propuesta que no asuma misiones visionarias o compensaciones históricas que puestas en manos de según qué personas terminan convertidas en ceremonias de la purga de ideas y de disidencias, cuando en simple rencor de un pasado que ya no mueve molino. Aunque solo sea como hipótesis teórica: quizás la república no despierta el entusiasmo que debiera porque un sector importante de la sociedad lo percibe como un movimiento de restauración de un pasado idealizado, como una vuelta a un pasado de buenos y malos, con deudas pendientes de saldar. Puede que no le viniera mal a la causa republicana el librarse de ese pasado respecto al que necesariamente hemos de mantener una actitud crítica, presentando como alternativa al mismo los valores que la impulsan: racionalidad, justicia, igualdad.

Cabría entonces distinguir entre la república histórica y la república como modelo político. y habría que reconocer que la España que se arriesgó a esa segunda república que se celebraba la semana pasada no era una España republicana. Una república requiere para su fundación, unas condiciones culturales, educativas y económicas que seguramente no se daban en aquel segundo intento. Lo que vino después fue, claramente, mucho peor, pero no sirve esto de argumento para salvar esta segunda intentona. Predomina en España ese modelo histórico frente al otro, el político, y esta es la mayor debilidad de la causa republicana. Una auténtica tendencia hacia la instauración de la república debería contar con el apoyo de simpatizantes de todo el arco político. La república no es una cosa de derechas ni de izquierdas, ni de rojos ni de azules. Es un sistema de gobierno democrático, más abierto, plural y participativo que el monárquico. Es más compatible con el reconocimiento de derechos y libertades que la monarquía, y me atrevería a decir que incluso más afín a la declaración de los derechos humanos, pues la rotación en los poderes ofrece más garantías de igualdad ante la ley y neutralidad. Siendo esto así, la causa republicana siempre encontrará un obstáculo serio en nuestro país: asociamos república e historia, y a veces falta sentido crítico en quienes defienden la república. Mientras esto sea así, el 14 de abril de cada año se dejará invadir por la nostalgia de un pasado y por la esperanza en un futuro distinto. Dos actitudes que hablan de repúblicas distintas.

Medida reflexión la vuestra, amigo Miguel. Quizás, compartiendo todo lo que dices sobre una imagen idealizada o demonizada de la república española - la segunda - señalaría un par de cosas que me surgen en la lectura de tu texto. La guerra que acabó con la república e instauró una república no solo cerró el orden republicano sino que fundió en negro el renacimiento cultural (científico, filosófico, literario...) que llevaba fraguándose desde el inicio de siglo. La dictadura no rompió con la línea republicana (progresista o roja) sino toda la modernización que estaba produciéndose. Quizás lo que cabe añorar sea más amplio que el breve paréntesis republicano. Por otra parte, si bien la república como proyecto de futuro hoy esté lastrada por la "república histórica", sus luces y sus sombras y, ay, su trágico epílogo, no es menos cierto que la monarquía también tenía su historia y, sin embargo, fue "instaurada" en el "régimen del 78" al modo y manera de una (relativa) tabula rasa. Que no es lo mismo el 78 que el 2015, es evidente, pero los valores republicanos pueden y deber seguir funcionando como horizonte político...

Mucha gente desconoce o tiende a olvidar que el advenimiento de la República no fue un proceso amparado en la legalidad. El advenimiento de la República fue un proceso a todas luces ilegal. Se debería de conocer mejor el Pacto de San Sebastián así como que las elecciones de la cual surgió la República eran una elecciones municipales. Por cierto,elecciones que ganaron los partidos monárquicos. Y estos son hechos históricos. Es decir, la República fue igualmente “instaurada”. Otra cuestión es que ese advenimiento de la República se lograse sin derramamiento de sangre. Y esto que estoy diciendo no es para defender a unos y acusar a otros. Sólo trato de poner las cosas en la que yo considero su justa medida. En esta cuestión entre República y Monarquía yo lo tengo ya bastante claro. Y ya he desistido de abordarlo teóricamente. Simplemente trato de ser pragmático. Y trato de serlo porque estamos tratando de España. Y por tanto, ya conozco el “andar de la perrita”. A mi ya lo único que me preocupa de este tema es si a los Españoles nos va a salir más caro la Monarquía actual que una República futura y si ésta supondría una mayor inestabilidad política, cuando el jefe de la República fuera un miembro del PP o del PSOE, que la actual Monarquía. Ustedes se imaginan cómo serían las relaciones internacionales de un Zapatero o de un Aznar como jefes de la República con Hispanoamérica. Ustedes creen que lo peor que se podría decir de ellas es “un porqué no te callas”. Por cierto, de lo mejor, o lo único bueno, que hizo el anterior monarca en su última etapa. Bueno, salvo que alguien juzgue que lo mejor fue cazar elefantes o intentar cazar a Corina. Creo que a esta última ya la tenía bastante cazada (o era al revés) Alguien realmente cree que tratándose de España la Jefatura de la República no empezaría a exigir el nombramiento de cargos y más cargos, de asesores y más asesores, de dietas y más dietas, de coches oficiales y más coches oficiales, de enchufados y más enchufados……. Como yo juzgo que en la actualidad la República nos iba a salir más cara y supondría una mayor inestabilidad política (tanto interior como exterior) me quedo con una Monarquía en la que no creo. Pero en fin, estoy obligado a quedarme con algo. En un futuro, y si lográramos cambiar la realidad española, pues quizá otra gallo nos cantaría.