
Quizás la parte más conocida de la película sea el discurso final en el que el dictador arenga a las masas. Desde luego es una escena cargada de significado y que pretende ser el culmen de la película. Sin embargo sería una injusticia no prestar atención a las escenas anteriores: símbolos, diálogos, y situaciones que podrían servirnos para comentar diferentes aspectos de ética y filosofía política. La crítica al poder y al totalitarismo y la defensa de la dignidad individual es uno de los mensajes centrales de la película. Y de fondo, el juego de la historia que hace y deshace, quita y pone y juega con los seres humanos de un modo irónico y casi macabro. Suficientes perspectivas filosóficas como para poder aprovechar la película en clase, ya sea en la Ética de 4º o en la Filosofía de 1º (y más aún en la próxima Filosofía y ciudadanía).
Ideas y propuestas de autores contemporáneos como Adorno, Marx, Nietzsche o Foucault aparecen reflejadas en la película. Son testimonios de un tiempo en el que la sinrazón humana alcanzó una de sus mayores manifestaciones y en la que el horror se quedó a convivir en un presente que no por inhumano parecía irreal a sus protagonistas. El gran dictador tiene la gran virtud de abordar el tema con humor, con escenas inolvidables (¿quién no ha visto a Chaplin bailando con la bola del mundo") y con un profundo optimismo y confianza en la capacidad del ser humano. Que la película se rodara en 1940 le da aún más valor. Pero lo que verdaderamente la convierte en una de las imprescindibles para comprender el siglo pasado es su actualidad y su frescura. El hecho de que vivamos en una democracia no impide que ciertos mecanismos de poder y propaganda caricaturizados en la película sigan apareciendo en nuestro tiempo, aparentemente tan alejado de aquel otro en el que el exterminio humano aparecía legitimado por discursos ideológicos.
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