A riesgo de que alguien se enfade conmigo, he de reconocer que durante los seis años que viví en Miranda de Ebro no fui ni una sola vez al estadio a ver al Mirandés. Nunca terminé de entender del todo cómo era posible que hubiera tanto entusiasmo por un equipo que jugaba, de aquellas, en tercera división. El caso es que ahora, que no está mucho más lejos se ha convertido en el equipo de moda. Y he de decir que me alegro, principalmente por todas las personas que conozco y que sí sienten la emoción de seguir al equipo de su vida. Aunque sólo sea por ellos, la fiesta del pasado martes ya está justificada. Lo que no comparto, y me resulta casi hasta molesto, es el discurso generalizado que se va imponiendo alrededor del mirandés. Los periodistas deportivos han destrozado los tópicos de tanto repetirlo: "esto es el fútbol", "la magia del fútbol", "este es el fútbol de verdad"... y otras tantas frases, a las que también se han sumado las grandes figuras nacionales.
Señalar que el hecho de que un equipo de 2ªB gane a uno de 1ª es fútbol en estado puro implica, de manera indirecta, reconocer que todo lo que ocurre en la llamada división de honor no lo es. Ni fútbol, ni nada que se lo parezca. Mientras media España abraza una visión pseudoromántica del fútbol y la vida, no nos damos cuenta de lo que estamos diciendo por omisión: hace ya décadas que el fútbol dejó de serlo. Que se convirtió en un espectáculo dominado por los medios, que los presupuestos de los equipos degradaron todo significado de la palabra deporte. Y es especialmente significativo que se apunten algunos de los jugadores "estrella" cuyo sueldo anual es mayor que todo el presupuesto del mirandés. Si hemos tenido que esperar al partido de Anduva para descubrir lo que es el fútbol, eso quiere decir que hay millones de personas que domingo a domingo están enganchados a una ficción empresarial que pretende revestirse de competición limpia, justa y deportiva.
La lógica del fútbol es, por desgracia, la del mercado. Los equipos que de verdad son competitivos están construidos a golpe de talonario, renunciando a cualquier visión única y exclusivamente deportiva. Los clubes son empresas y casi es ofensivo que los grandes depredadores se aprovechen de gestas como las del Mirandés para reivindicarse. Mal harían Infante, Pouso y compañía en creerse los cantos de sirenas: parece que las grandes estrellas tuvieran que justificar sueldos estratosféricos en una época en la que todo se recorta, menos sus cláusulas de rescisión o sus sueldos. El deporte de masas no sufre recorte alguno: sanidad y educación pueden vigilarse de cerca, pero no el deporte multimillonario, el de sofá y palomitas, que es una actividad tremendamente sana para la vida del ser humano, indispensable para la cohesión social. El fútbol que encarna valores como el juego en equipo, el sacrificio personal y todas esas historietas a las que estamos, por desgracia, acostumbrados. La misma costumbre que nos dice que no hace mucho que media España era del Getafe. Los goles no los meten las botas de tacos. Muchos de ellos son simples operaciones empresariales. Y si fútbol es que el Mirandés elimine al Español, se lo tendría que hacer mirar el deporte rey. Ni fútbol, ni deporte, ni nada que se le parezca.
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