Por si aún queda algún despistado, parece ser que desde hace unas décadas, vivimos en un estado democrático. O eso se dice, al igual que estamos cansados también de oír que este estado protege las libertades de sus ciudadanos. El problema es que esta democracia no garantiza que puedan chocar las decisiones de la mayoría (que, por serlo, son consideradas legítimas) con las libertades individuales. ¿Qué ocurre cuando las leyes o decisiones democráticas me obligan a hacer algo que va contra mis propias ideas" ¿Dónde quedan entonces las libertades" ¿Qué ocurre con la integridad moral del individuo" Estamos ante el conocido problema del derecho a la resistencia. Los recursos en internet no son pocos, y también son muchos los puntos de vista: jurídico, político, social... y como tasfondo de todos ellos, el punto de vista ético que es, como suele ocurrir, el más complicado.
Los casos particulares se pueden contar por miles: ginecólogos que se niegan a hacer abortos, funcionaros que se niegan a casar parejas homosexuales, "Okupas" que protestan invadiendo la propiedad por una ley de distribución que consideran injusta, o, por poner casos bien distintos, individuos críticos que pueden pagar con la cárcel su oposición al sistema político vigente. Y como decía, las perspectivas son dispares: en política, la resistencia respecto a la doctrina del partido tiene un alto precio, como es la condena del silencio y del ostracismo. Socialmente, sin embargo, la resistencia siempre ha gozado de cierta apreciación social: el pasar a la acción que implica la resistencia, suele ir acompañado, cuando menos del reconocimiento o la valentía que supone el enferntarse a las leyes o a lo "políticamente correcto". El problema es cómo calibrar este tipo de acciones desde un punto de vista ético.
Por un lado es la resistencia a leyes que se consideran injustas la que ha logrado muchos progresos sociales: desde la igualdad de blancos y negros, a la independencia de la India, los ejemplos históricos se multiplican por doquier. Pero, por otro lado, ha sido también causante de no pocos desvaríos: atentados terroristas (de la más diversa índole) son una manifestación distinta de este mismo derecho. ¿Cómo deslindar la resistencia moralmente justificada de la que no lo está" ¿Es el mismo caso el del individuo que se niega a pagar impuestos que el de aquel que se niega, por ejemplo, a empuñar un fusil y formar parte del ejército de su país" Y a este criterio, habría que añadirle otro igual de importante: ¿cómo se manifiesta esa resistencia" ¿Puede convertirse una resistencia legítima en irracional por el modo en el que se desarrolla" La justificación moral y la forma de la resistencia son, a mi juicio, dos vías de acceso al asunto desde un punto de vista ético. ¿Qué os parece a vosotros"
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