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Imitación y creación

Sobre la tarea del arte

Desde sus inicios, en los que estaba muy ligado a la religión, el arte nos ha ofrecido una copia de la realidad: su función mimética predominaba sobre el resto. Las disciplinas figurativas podían rescatar la realidad de las garras del tiempo: inmortalizar un rostro, un cuerpo, levantar todo un edficio en honor de un ritual o incluso una fecha. La música era capaz de atrapar sentimientos, de expresar ideas y de recrear la naturaleza. Este carácter imitativo, no le resta ni un ápice de valor a la tarea de los artistas clásicos: ponían todo su genio creador en esa tarea, concentrando su talento en los criterios estéticos con los que construían sus obras. Cuando se dice que el arte es imitación, no se está negando su capacidad creadora: hay muchas formas de imitar, y la libertad del artista ha estado presente en su actividad desde que el ser humano comenzó a crear objetos con finalidad estética.

El predominio de la mímesis fue apagándose con la aparición de las vanguardias. Aparecieron formas alternativas de copiar la realidad, como la fotografía, que permitieron buscar nuevas funciones al arte. Como consecuencia, el arte contemporáneo se considera más libre en tanto que ofrece al artista una independencia absoluta respecto al objeto de su creación. Los periodos de realismo, que los hay y no siempre se citan, no empañan la transformación del arte contemporáneo, que convierte al artista prácticamente en un dios: su actividad consiste en crear de la nada, sin limitaciones de ningún tipo: podrá transmitir un mensaje si así lo desea, pero esto no es una obligación insuperable. El artista contemporáneo se aproxima mucho más que cualquier otro ser humano a la posición del creador absoluto, lo cual paradójicamente puede producir cierto vértigo artístico.

Cuando la realidad deja de ser el referente y el código compartido entre artista y receptor, se corre el riesgo de que se produzca una cierta fractura entre ambos. Por su parte el artista puede verse agobiado por la falta de material: poder crearlo todo significa estar en la más pobre de todas las situaciones de partida. No tiene nada entre sus manos, y por ello se ve en la necesidad de crear un universo propio, una simbología particular. El receptor, por su parte, ha dejado de compartir universos y símbolos con el creador, y es aquí donde surgen los malentendidos. Ver arte contemporáneo supone en muchos casos entrar en la subjetividad del artista, buzear en su manera de entender la realidad o de crearla. Hay un necesario proceso de adaptación mucho más largo y complejo que el exigido por el arte mimético. Quizás una de las grandes cuestiones a debate sea precisamente: ¿Hacían falta tantas alforjas para el viaje que nos propone la "creación" contemporánea" ¿Terminaremos volviendo a la hegemonía de la mímesis" Sólo el tiempo lo dirá.

No estoy tan seguro de que arte en sus orígenes pretendiese ofrecer una copia de la realidad. Estoy pensando en las cuevas de Altamira, en el arte egipcio o africano. Y no lo estoy precisamente porque estaba ligado en sus inicios a la religión, o mejor dicho, al poder de lo sagrado. No es que no haya tratado de ofrecernos una copia de la realidad. Personalmente creo que lo que trataba era de ofrecernos un des-velamiento de la realidad. Pero no, de la realidad sensible, sino de la realidad última, fundamento de dicha realidad sensible. Personalmente considero que la función simbólica predominaba sobre la mimética. El Arte Moderno empezó con un proceso de abstracción que no supo detener, y de una consideración no del todo justificada, el subjetivismo. De tanto abstraer y abstraer, todo al final se ha convertido en un punto, en una línea o en un color. Y de esa línea, color o punto surge todo un Universo. Pero un Universo que sólo está en la mente del “creador” y sin ninguna referencia a nada. Es el nihilismo hecho arte. Y al parecer dicho arte se cotiza muy alto, ahora bien, considero que también lo pagaremos muy caro.

Buenas noches. Muchas cosas suscita esta entrada, sobre todo el título. La tesis que defiende la mímesis en el arte hoy día, en la baja forma moderna, ha traído diversos problemas filosóficos antiguos y nuevos, y sería que, sus objetos son obras de arte porque son espejos, y no a pesar de que lo sean, no es un simple espejo banal. Esa teoría divide entre objetos de arte y obras de arte; tesis de Platón, que se vale de Sócrates para afirmarla; el arte sería un espejo de la realidad. Pero es difícil saber si Sócrates ahí no hace la prueba de su ironía habitual, si no se sirve de espejos como contra – ejemplo maliciosos destinado a arruinar una teoría ilustrada precisamente por espejos. En todo caso, debía saber muy bien, que una imagen producida por la reflexión de objetos reales en un espejo no sabría ser, en tanto que tal, una obra de arte. Sócrates diría acaso, según Danto, que si la mímesis es exacta, copia exacta de la realidad, la educación artística sería superflua y sobra, pues basta mantener un espejo frente al mundo (República X, 596 d-e). Sócrates no vio que en los espejos se produce una cierta asimetría de las imágenes reflejadas. La imitación es asimétrica intransitiva, una mujer que encarna el rol de un hombre haciéndose pasar por una mujer no encarna a una mujer. Se podría intentar explicar esta asimetría a partir de la asimetría de la relación causal, o al menos de la relación explicativa, en ese sentido en el que si la imitación posee las propiedades que posee, es porque el original posee las propiedades que él posee. Pero aunque el hecho de que un padre posea las propiedades que él posee, pueda explicar que el hijo posee las propiedades que él posee, y aunque los dos puedan incluso parecerse, eso no quiere decir que el hijo sea una imitación del padre; más tarde el hijo puede ser actor, encarnará acaso a su padre, pero la relación causal que ligará a este último a su encarnación no será idéntica a la que le liga en tanto que padre de la historia causal de su hijo, aunque de hecho el hijo y el imitador sean una y la misma persona. La mímesis parece ser una relación no reflexiva. Según Danto la imitación deviene una posibilidad artística a partir del hecho de que ella no se limita a asemejarse a algo, como lo hace una imagen en espejo, sino que es a propósito de eso a lo que se asemeja, como es el caso cuando uno interpreta un personaje. La imitación así, no es un género de relación diferente de la relación de semejanza. Se trata de un concepto intensional, como en Aristóteles, que es imitación de acción sin tener que saber cuál es la acción que imita; se trata de un concepto representacional, como lo muestra la pertinencia de la problemática del a propósito de; por ejemplo, que una obra lleve el título de “sin título”, es ya obra de arte, pues es a propósito de algo: de la no – interpretación. Visto así, poner a una obra el título de “sin título” puede decir muchas más cosas que cualquier otro título, pues puede querer decir, por ejemplo, que esa obra no puede ser interpretada desde la historia del arte, escapa a cualquier determinación, o deja esta en manos del espectador que, por otra parte ya sabría que eso es obra, que se presenta como tal, pero no basta que sepamos que eso fue creado por un artista para saber si algo es arte, como dice también Nelson Goodmann