En estos días, he tenido la oportunidad de escuchar a Joaquín García Roca, teólogo y sociólogo, hablando sobre el problema de la inmigración. Puede parecer un tema muy manido, y sin embargo, la reflexión sobre el mismo sigue siendo urgente para nuestra sociedad. Y no sólo por un motivo puramente estadístico (pdf), sino también para desenmascarar ciertos mitos que se construyen fácilmente. La figura del inmigrante es una producción social, política y económica. Si Foucault apuntó que el poder crea y controla la delicuencia (incluso como clase social) hoy se podría decir que crea (y controla) la inmigración.
Y alguien dirá: a ver si va a ser culpa del gobierno que venga la gente de fuera. Evidentemente no. Pero sí que puede ser culpa de las autoridades políticas, económicas (ojo a lo de Zara, Mango y El corte inglés), y sociales. Ellos (y nuestro miedo) nos hacen ver al inmigrante como el delincuente, el sobrante, el insignificante, el apartado, el que no cuenta, a la vez que se le instrumentaliza como un objeto, como un número más para engrosar las listas de nuestra seguridad social y para pagar nuestras pensiones. Qué lejos de aquella sociedad cosmopolita de la que hablara Kant, hoy que hace 200 años de su muerte.
Esta producción del poder se aprovecha, además, de nuestros miedos, de nuestras ineguridades, que en manos del poder se convierte en el arma más poderosa del mundo. La seguridad todo lo justifica, y el inmigrante es el chivo expiatorio de nuestra sociedad occidental. Ante la diversidad, la tendencia unificadora (curiosamente, apoyada por partidos de izquierda). La vieja y "sabia" Occidente tiembla ante un velo. Dirán que ataca nuestra cultura. Qué cultura tan débil si se derrumba ante un velo o ante cualquier otro signo. Nuestra cultura es la de los derechos, que nunca se verán debilitados ante la diversidad cultural que nos puede servir precisamente para fortalecerlos. Termino con un par de frases con las que García Roca contestaba a los que hablan de "choque de civilizaciones": "Dios quiere más la vida que la fe" y "mi Dios no es mi Dios si no puede ser tu Dios".
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Muy buenas. En este tema de la inmigración hay varias cosas que no entiendo.
No entiendo por qué hay inmigrantes de primera e inmigrantes de segunda. Por ejemplo, es gracioso ver a grupos Ultras "adorar" a un argelino llamado Zinedine Zidane (ojalá adoraran a todos los inmigrantes argelinos igual).
No entiendo cómo una persona abandona a su familia, se juega la vida (en una patera, en los bajos de un camión, en el tren de aterrizaje de un avión...), comete un delito para entrar en la cárcel y poder quedarse en un país extranjero, antes que intentar "vivir" en su país. Algo falla.
No entiendo por qué molesta tanto, hasta el punto de prohibirlo, que haya personas que lleven hábito, velo o demás signos religiosos (y que además, curiosamente, están orgullosos de llevarlos).
¡No lo entiendo!
Un saludo y hasta mañana.