Desde la duda metódica cartesiana a la concienzuda crítica kantiana, la modernidad y la Ilustración encontraron en el prejuicio a uno de sus mayores enemigos. Prejuicio era para ellos sinónimo de concocimiento primerizo, novato, falso. En los prejuicios sobre la naturaleza y sobre el ser humano podían localizarse los mayores errores de la humanidad. Y también actitudes erradas, ya que nos suelen mover a tomar decisiones equivocadas. El prejuicio estaría, entonces, en las antípodas del modelo de conocimiento que se nos propone en la Ilustración: un conocimiento profundo, serio, riguroso, bien construido y fundamentado. El prejuicio, sencillamente, no era sólido. ¿Acaso alguien se puede fíar de sus propios prejuicios" Por eso la ciencia es crítica de prejuicios, de la misma forma que lo es, durante la Ilustración, la filosofía. Esas débiles opiniones, insuficientemente sustentadas, debían ser erradicadas de un conocimiento humano que debía ser ambicioso.
La arrogancia moderna encontró su respuesta en la hermenéutica. Entre otras muchas ideas defendidas por esta corriente destaca su reivindicación del prejuicio. Algo realmente chocante, si tenemos en cuenta las connotaciones habitualmente negativas de esta palabra. Sin embargo, los hermeneutas nos han hecho entender dos cosas:
- Nuestro conocimiento siempre comienza con un prejuicio
- Todo lo que conocemos tiene un horizonte histórico
Las consecuencias de esto no son nada triviales: se entiende que el prejuicio es positivo, es un paso más (y, por cierto, inevitable e imprescindible) dentro del proceso de conocimiento. Sin prejuicio, se nos viene a decir, no hay juicio posible. De manera que nuestro conocimiento se construye en espiral, en un progreso y tensión permanente entre lo que sabemos de forma limitada e imperfecta (¿y qué es esto sino un prejuicio") y aquello que no sabemos. La segunda idea, además, nos viene a decir que vivimos instalados en grandes prejuicios, tanto culturales como históricos. Nuestra forma de ver el mundo incluye prejuicios de los que ni siquiera somos conscientes la mayoría de las veces. El prejuicio es necesario para comprender la realidad, y sólo en muy pocas áreas de la vida podemos llegar a tener un conocimiento más profundo que será siempre histórico.
Esta confrontación entre Ilustración y hermenéutica me parece un debate rico e interesante. Sobre todo porque el pobre prejuicio suele estar mal visto. Se nos acusa a veces de "prejuiciosos" o de basar nuestras ideas y opiniones en "prejuicios". ¿Acaso podría ser de otra manera" Puede que la pretensión de lograr un conocimiento verdadero, universal y objetivo sea en realidad un prejuicio. El mismo proyecto ilustrado y positivista de erradicación de prejuicios incluye un gran prejuicio negativo en contra de los prejuicios. Nadie nace enseñado, y el prejuicio es la base del conocimiento. Habrá que pulirlo sí, pero sin un prejuicio que me sirva para acercarme a la realidad, no hay conocimiento posible. O al menos eso dirían los defensores de la hermenéutica: interpretamos y valoramos el mundo a través de los prejuicios. Problemas: qué pasa cuando esos prejuicios están manipulados, son creados por el poder o son rotundamente falsos. Qué ocurre cuando se utilizan para la explotación y la barbarie. Qué pasa cuando esos prejuicios no pueden ser objetos de crítica. Es entonces cuando echamos de menos un poco de modernidad e Ilustración. ¿Con cuál de las dos posturas os quedáis vosotros"