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La importancia de la polis

Agujeros en el pensamiento liberal
Todos vivimos en núcleos urbanos. Sin importar que estemos hablando de pueblos o de ciudades, la perogrullada anterior es tan cierta como que ahora estás leyendo la bitácora boulé. La importancia de la ciudad para la vida del individuo es un tema que aparece muy pronto en filosofía, particularmente en Platón y en Aristóteles. Aquellas "polis" griegas estaban entrelazadas con la vida del individuo: el ciudadano ateniense vivía por y para la polis. Ciudadano y ciudad eran dos caras de la misma moneda. Algo que, poco a poco, fue cambiando, hasta llegar a la Ilustración y el surgimiento de las ideas liberales (Locke, Adam Smith...) Nosotros somos descendientes directos de estas ideas: la ciudad está ahí como un escenario, pero nada más. Es el trasfondo de nuestra vida, que tiene que funcionar bien, para que nosotros podamos cumplir nuestros planes, deseos, y proyectos. La ciudad, desde la óptica liberal, está al servicio del individuo. Pero hechos recientes demuestran que algo rechina en esta idea... Estoy pensando en los casos de violencia descontrolada que se acaban de producit en París, y también, por qué no, en el vandalismo que desató el Katrina. El caos que se ha producido por el "desmoronamiento" (físico, social, organizativo, político, moral, póngasele el adjetivo que mejor se adecúe) de la ciudad ha sido más que notable. Es cuando la ciudad no funciona, cuando nos damos cuenta de su importancia. El pensamiento liberal no repara en que cada uno de nosotros, como individuos, puede desarrollar una vida "privada" gracias a que hay un orden social, político y moral previo, indispensable para el "normal" desarrollo de nuestras vidas. Sólo porque todos asumimos ciertos códigos de comportamiento y conducta, ciertas normas básicas de convivencia (muchas de ellas morales) puede el individuo liberal ocuparse única y exclusivamente de su vida privada, teniendo que dedicar a la "cosa pública" los escasos minutos que lleva el despositar un voto cada ciertos años. No se trata sólo de que la ciudad sea previa al individuo, o que incluso, como decía Sócrates, éste haya nacido y crecido en su seno. La clave está en que el desarrollo de las vidas privadas de cada uno de nosotros, requiere de un consenso previo, cotidiano: el que "firmamos" diariamente con una vida civilizada. Y si profundizamos más en el asunto, a lo mejor terminamos descubriendo que el pensamiento liberal llevado al extremo es responsable de la desigualdad que ha quemado los coches de las ciudades francesas, o del pillaje que se extendió por Nueva Orleans el pasado mes de septiembre. Quizás los griegos valoraban demasiado la ciudad e ignoraban las necesidades, derechos y libertades individuales. Pero también nosotros, 24 siglos después, podemos estar viviendo en las antípodas: pensarnos tan autosuficientes que lleguemos a afirmar que podemos vivir sin la ciudad. Lo cual es, evidentemente, un error. Las noticias recientes así lo demuestran.

Concuerdo, ésta antipoda es igualmente mala o hasta peor, pues es bien sabido que ningun exceso es mañlo, y nos encontramos en las dos caras opuestras de la moneda. Es por esto, que yo apelaría al canto de la moneda, al equilibrio, pues yo apoyo fervientemente que es el gobierno y la sociedad la que tiene que velar por el individuo, asegurando asi su libertad, sus derechos y sus deberes, pero no puede este, descuidar a la sociedad, sino que muy por el contrario, apoyarla y trabajar en funcion de su robustecimiento, para que asi en el futuro, pueda entregarme más libertades y permitirme vivir mejor. (Una mezcla de las visiones de Hobbes, Aristoteles y Kant) Bueno, un gusto, cuidence, nos estamos leyendo adios

Pues si, gracias a que tenemos unas normas de comportamiento y entrenamiento se puede vivir, nos respetamos y solo tenemos que seguirlas, pero nos quita libertad. Esta gran señora llamada "LIBERTAD" la tenemos amarrada con cadenas indestructibles, tenemos un tramo ?de aquí hasta aquí? no nos podemos salir o estaremos rompiendo las reglas impuestas ¡¡esto no es Libertad!! Otra cosa es que no se pudiese vivir si no hay normas ?estoy de acuerdo- pero siempre hay que pagar un precio ?LA LIBERTAD?

El problema es que, a lo mejor, el individuo no existe. Quizás yo no soy sino la encrucijada que atraviesa todo un manojo de lineas que la polis produce. Si elimino las líneas, desaparezco. Dicho de otra manera. Lo que el pensamiento liberal no se ha dado cuenta es de que la persona (el individuo) es una abstracción y un concepto vacío. Deberían leer con más detenimiento a Hume.

Creo que la reflexión primera tendría que ser otra, (ya que enseguida vamos a tocar los temas más abstractos y complejos, como la libertad): ¿dónde vivimos? ¿cómo es nuestra sociedad? Y creo que en la actualidad no hay autor que responda mejor a estas preguntas que Michel Maffesoli. Huye de las postmodernas teorías de sistemas y pasa a una reflexión más humana y próxima de la sociedad: más social. Os traigo aquí un breve trabajo sobre sus tésis más importantes defendidas en el libro "El tiempo de las tribus". A ver qué os parece.

LA PERSONA Y LAS TRIBUS DE MAFFESOLI: la comunidad emocional Maffesoli es consciente de dos cosas. La primera, de que el sujeto moderno y racional ha muerto ya definitivamente (lo mató Foucault). Y, la segunda, de que hay que la sociedad actual escapa a cualquier intento de descripción sistemático, a cualquier un punto de vista institucional. Maffesoli huye, a la vez, de la lógica de cualquier poder. Huye de toda racionalidad, y con ello, de la modernidad. Huye, en definitiva, de la propuesta más brutal y salvaje de la actualidad de la sociología: la teoría de sistemas. A la que parecía, nadie podía escapar. Estamos ante la nueva post-modernidad de Michel Maffesoli. Es consciente de que lo que nos trae es algo nuevo, algo inexplorado todavía. Y tiene la necesidad de cambiar por completo los conceptos, a mi entender, para dar debida cuenta de que estamos ante algo novedoso, algo que no se había dado hasta ahora. Inventa (lat. inventare: traer al frente, descubrir?) nuevos conceptos o los ya existentes adquieren nuevos significados. Estamos ante la sociedad sin sociedad. Ante el sujeto liberado. Estamos, quizá, ante un teatro de sombras chinas. Lo que en esta sociología adquiere importancia, relieve (si se quiere, por seguir con la metáfora visual), es la forma, la figura, la representación, la externalidad, la superficialidad. No es posible ya conocer al Yo moderno, su pensamiento, su ser. No. No hay Yoes ya. Ahora hay personas. Personnas. Máscaras. Actores sonrientes, a veces tristes. Sólo hay personas en situaciones concretas. Hay distintas personas en distintos grupos.

La nueva sociología de las personas se puede explicar etimológicamente y de una manera más didáctica. Las personna-s eran las máscaras que empleaban los actores romanos en los teatros. Eran las máscaras que podían expresar llanto, risa, sobriedad, asombro? Pero una personna sólo tenía significado, sólo podía ser en una situación concreta, en un grupo concreto. Una persona es sólo lo que un individuo es por fuera, lo que da a conocer. He aquí la humildad de la sociología de Maffesoli. Ya no podemos conocer nada al cien por cien. Las personas sólo son lo que muestran. Los individuos sólo son marionetas que actúan o espectadores de una función. La vida cotidiana, la cotidianidad, la vida, son sólo un teatro. Un espectáculo. Un espectáculo dentro de una tribu. Pero, cabe preguntarse: ¿qué son las tribus? ¿cómo se fundan? Los microgrupos, según Maffesoli, están unidos por un sentimiento común. No por que cada uno de los individuos o personas integrantes convengan en una misma visión del mundo, sino porque el grupo mismo, que está por encima de cualquier individualidad y que, por tanto, es anterior a cualquier individuo, ofrece una misma visión, perspectiva, que cada uno deberá seleccionar adhiriéndose a cada tribu. ?Lo que caracteriza a la estética del sentimiento no es en modo alguno una experiencia individualista o ?interior?, sino, por el contrario, una cosa que, por su misma esencia, es apertura a los demás, al Otro. Apertura que connota el espacio, lo local, la proxemia en que se juega el común destino.? Las personas no convergen en un grupo en busca de un mismo fin u objetivo, lo que une a todas ellas en una misma tribu es precisamente y como se lee repetidamente, el ?estar-juntos sin ocupaciones? . Lo que muestra una total carencia de objetivos o la no necesidad de ellos: ?las tribus (?) pueden tener un objetivo o una finalidad, pero (?) no es eso lo esencial, lo importante es la energía gastada en la constitución del grupo en cuanto tal? . Los grupos, pues, carecen de futuro, pero también de pasado. La mejor argamasa para ellos es el presente. Y dentro del presente, el compartir un mismo sentimiento. Vivir de una misma manera.

Detrás de este planteamiento reside una necesidad humana universal: la identidad. La necesidad de sentirse identificado con algo es el motor de la sociología de Maffesoli. Esa identidad, al contrario de lo que sucede en la Modernidad, ya sólo la ofrecen los grupos, las tribus. Los microgrupos son los generadores identitarios, sin los cuales las personas no son, ni pueden ser. El grupo ofrece, en el sentido de ofertar, una identidad a los individuos. Y éstos, necesitados de ella, de una al menos, son los que ahora van a ella y la cogen. Los que se acercan al grupo a por ella. Ya no se busca identidad en uno mismo. Lo importante es la religancia, la forma de unión, más que los elementos a unir. Este es otro de los pilares básicos de la teoría. La religiosidad (lat. religare: unir, juntar): la lógica de la atracción social. De la atracción identitaria. Podemos decir, pues, tal vez, que lo que caracteriza a las tribus es el afecto identitario que emanan (lo podemos decir así dándole una simple vuelta de tuerca a los planteamientos de Maffesoli). Esta teoría religiosa tiene cuatro fundamentos básicos: ofrece a cada persona un sentimiento de participación en un todo; una simbología específica característica de cada tribu; crea una red interpesonal de solidaridad desinteresada y está basada en la unión por proximidad: es decir, lo local adquiere de nuevo importancia. Es aquí donde encontramos una de las mayores paradojas de la teoría: está haciendo algo nuevo pero se retrotrae al pasado, al pasado lejano. Lo que nos trae es la sociedad de las crisis. Puede ser la sociedad, por ejemplo, de la decadencia del Imperio Romano, cuando se formó el cristianismo. Donde las tribus o sectas cristianas aparecieron aquí sí y allí también. Es en esta paradoja donde encontramos otro de los puntos esenciales para el entendimiento de los planteamientos de Maffesoli. Es aquí donde encontramos ?la ley del secreto? . La ley por la cual cada tribu, cada persona de cada tribu, mantiene reservada la información de cada grupo. Mantiene el secreto. Son la misma ley y la misma situación las que imperaron en el surgir del cristianismo, en el cual adquirieron gran importancia, vital se podría decir, las sectas o, en un término que nos es más familiar: las tribus.

Esta ?ley? es esencial en el funcionamiento de la tribu, ya que cumple una doble finalidad. Por un lado, es el ?mecanismo de protección respecto del exterior, es decir, respecto de las formas impuestas desde arriba por el poder?5. Es una total crítica al sistema. Las tribus se colocan en el exterior y, como hemos visto, el sujeto ya no está sujeto a sí mismo, pero tampoco a un sistema exterior, a un poder. Los grupos son independientes totalmente del poder. Es más, son totalmente contrarios, opuestos. Pero es que, y analizando la segunda finalidad de la ley del secreto, esta oposición, este reservar de la información es la mejor manera de confortar al grupo. Es decir, el secreto, la prohibición de que información interna tribal vea la luz fuera del grupo, tiene una función unificante. Por decirlo de otra manera y resumiéndolo: la ley del secreto aísla del exterior y refuerza el interior. Si relacionamos esta ?ley? con la teatralidad de la socialidad, nos aparece en esta última una doble finalidad: la principal sería el mostrar, la importancia de lo formal. Y la relacionada con el secreto: el ocultar. He aquí la segunda paradoja. La escena social puede representar, externalizar algo, pero, al mismo tiempo, puede ocultar.

Hay personas, hay tribus y hay una masa. Y entre estas hay movimientos. Y para explicar estos movimientos debemos entender que la socialidad es electiva. La elección personal de tal o cual grupo-tribu supone un variar de la masa, del conjunto de relaciones intergrupales (esto es la masa: el conjunto de la red de relaciones intertribales), de la socialidad en su conjunto. Aquí se rompe la homogeneidad moderna, las tribus están siempre abiertas, las personas deambulan de tribu en tribu intentando encontrar su espacio. Y pueden ser de distintas tribus a la vez. El trabajador post-moderno ya no tiene que ser, obligatoriamente, de izquierdas y revolucionario. En su deambular puede acceder a todas las tribus. Es decir, ya no está sujeto, no está predeterminado. Los roles de las personas no están en ellas mismas, sino que los tienen que buscar y encontrar en las tribus. La persona elige y la tribu aumenta o disminuye, y en consecuencia la masa también varía. Y no sólo eso, la tensión y distensión entre una masificación creciente o un desarrollo de microgrupos también producen movimiento. Por eso decimos que es una ?sociología formista? . No sólo por el ir y venir de individuos entre tribus, sino también por el movimiento ondulatorio, de vaivén, que se produce en la relación masa-tribu. Es decir, las relaciones intergrupales también crean movimiento. Podemos calificar este movimiento de vaivén, de ondulación? y un largo etcétera. Pero sin duda la calificación más acertada es la de nebulosa: ?la borrosidad, la ambigüedad? o ?el claroscuro de los modos de organización y de las maneras de pensar el mundo?.