
La ola nos enseña, entre otras cosas, que a veces buscamos alguien que nos mande. La debilidad del ser humano es uno de los puntos fuertes del fascismo. En ciertos momentos necesitamos orientaciones, normas, pautas. La película es, a este respecto, un fiel reflejo de procesos que están ocurriendo todos los días: los grupos radicales de cualquier signo o las sectas que anulan la individualidad siguen punto por punto el proceso por el que pasan los protagonistas. Un lema, un logotipo, una simbología, un uniforme. Todos al final somos uno. Todos formamos una gran ola. No es, ni mucho menos, una película de ficción: se basa en hechos reales, y recuerda, con matices, a experimentos psicológicos bien conocidos como el de Salomon Asch o Philip Zimbardo. La experiencia de una clase va mucho más allá de las aulas, en una aplicación un tanto sui generis del learning by doing. La película nos enseña cómo un grupo de jóvenes más o menos desorientados se convierten en un grupo totalitario y excluyente. Y todo en menos de una semana.
La película no deja indiferente a quien la ve. Habrá quien salga del cine encantado, y habrá quién la considere una exageración, lenta pesada y aburrida. Sin embargo a todo el que la ve debería plantearle ciertos interrogantes. Los amigos de la abstracción podrían elaborar teorías sobre la condición humana y su maleabilidad. Los que sientes más simpatía por lo concreto, podrían buscar ejemplos reales y actuales en las que las estructuras totalitarias siguen vigentes, actuando con todo su vigor. Es fácil pensar que lo que sugiere la película no ocurre en occidente, dado que todos vivimos en sistemas que se dicen democráticos. Pero esto no quiere decir que los mismos mecanismos de poder que de forma imperceptible se van introduciendo en la película aparezcan también en la realidad: un lema, un logotipo, una simbología, un uniforme. Todos somos uno, que es capaz de pensar, vivir, actuar y decidir por los demás. La sumisión, la conformidad, la necesidad de guías. No se trata sólo de condiciones históricas, políticas y sociales particulares, características de un tiempo histórico concreto. La ola nos habla de la dominación y la anulación cotidiana de la individualidad, del miedo, de la inseguridad como coartada y baza ganadora del poder. Del totalismo a gran escala pero también del pequeño. Es, en definitiva, una película llena de ideas y pensamiento.
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