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Lemas y pensamiento

De tiempos y espacios del pensar

"Ser profesor y no luchar es una contradicción pedagógica". La frase me llegaba ayer a través de twitter, y un alumno me preguntaba mi parecer sobre el asunto. En concreto, quería saber si tenía yo alguna objeción que plantear. Y al momento, como todo en twitter, tuvimos una breve conversación. Así, como lema que preside la pancarta de una manifestación, resulta deslumbrante. Pero si se para uno a pensar un poco aparecen las dudas. La lucha, así como concepto, parecer recordarnos al menos a la guerra, el conflicto, cuando no a la violencia. Por otro lado, la pedagogía no parecer tener mucho que ver con este campo. Y no es que me quiera hacer el tonto: la lucha y el conflicto social es algo característico de toda sociedad. Que el profesor esté obligado a tomar parte en el mismo es dar un paso más allá. Y que la pancarta de turno nos quiera sugerir amablemente en qué dirección ha de comprometerse el profesor es ya sencillamente inaceptable. Dicho de otra forma: o mucho retorcemos el lenguaje, y hay auténticos maestros en hacerlo, o el hecho de ser profesor y no luchar no implica contradicción pedagógica alguna.

Ocurre con los lemas lo mismito que se le puede criticar a twitter: la falta de espacio. El pensamiento, y esto ya lo supo ver Platón en su día, es algo fundamentalmente discursivo: necesita de un tiempo amplio, y también de un espacio adecuado. Más aún: el pensamiento del bueno exige incluso compañía: largas horas de discusión y argumentación son el mejor entrenamiento para afinar la mente. Y todo esto se pierde cuando nos obligan a conformarnos con lemas, con ideas sueltas a las que obligatoriamente hemos de asentir o rechazar. No hay mayor ataque contra la libertad de pensamiento que el intento de que la riqueza y pluralidad de ideas queden reducidas a una pancarta, una cartulina pintada o a 140 caracteres. Y si ya esperamos que los demás se adhieran a nuestro lema, tweet o pancarta particular, el ataque es ya brutal: hay que pensar poco, y a ser posible como yo te diga. Es el imperativo que circula por ahí, en campañas, iniciativas y manifestaciones de la más diversa índole. No nos mires, únete. Unirse sin mirar, sin saber a lo que te unes.

Otra cuestión bien distinta es que nos resulte más fácil pensar sólo desde los lemas, los tweets y las frases hechas. Es entonces cuando nos masificamos, cuando nos incorporamos a las formas canónicas de la frase chula y el retweet, cuando nos adherimos incondicionalmente a frases que, sean del signo que sean, representan la totalitarización del pensamiento. Todos firmes, que ha llegado la pancarta. A cuadrarse, que está circulando el tweet revolucionario. Es una de las paradojas más graves de nuestro tiempo: entendemos que una herramienta para comunicarnos es aquella que nso permite crear mensajes sólo con 140 caracteres. Y no es esto una descalificación o un rechazo total a twitter: sirve como herramienta de difusión de información, pero poco más.Nos ayuda a sintetizar, pero hemos de ser conscientes de que sintetizar demasiado implica en ocasiones empobrecer las ideas, agostar el discurso y castrar de partida nuestra capacidad de pensar. Ahora no se trata ya de expresar lo que pensamos. El asunto es pensar en 140 carácteres o en la extensión de una pancarta. O lo que es lo mismo: el asunto es dejar de pensar. En el mejor de los casos: hacerlo de una manera que difícilmente puede calificarse de pensamiento. A no ser que queramos retorcer las palabras.