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Libertad de expresión e Internet

De insultos y redes sociales

Vuelta de vacaciones: toca retomar viejos temas pendientes y estábamos comentando los dilemas morales de la pasada Olimpiada Filosófica. El segundo de ellos hacía alusión a la libertad de expresión a través de Internet, y decía lo siguiente:

Mi ex-marido es gilipollas

En el año 2009, Esperanza recibe un curioso regalo por parte de sus amigas: una camiseta en la que se puede leer, textualmente, la siguiente frase: "Mi exmarido es gilipollas”. Con la risa del regalo, decide ponerse la camiseta y hacerse unas fotos, que no tarda en publicar en facebook. Sin embargo, estas fotos terminan llegando a la pantalla de su ex, que decide denunciarla por haberle causado "daño moral”. En el año 2012 llega la primera sentencia del juicio que condena a Esperanza a pagar a su marido la cantidad de 1000 euros en concepto de indemnización. Preguntas a resolver: ¿Es condenable la publicación de esas fotos en una red social" ¿Aumenta la red nuestra libertad de expresión o la disminuye, al estar expuestos y vigilados las 24 horas del día"

Para empezar, no quiero dejar de comentar uno de los argumentos empleados por los alumnos presentes: ambos equipos consideraban que publicar este tipo de fotos no debía ni siquiera denunciarse. Y el argumento principal era bien curioso: al tratarse de una camiseta ready-made, el palabro inglés es propio, no era un insulto dirigido a una persona, sino a todo un colectivo, por lo que el ex-marido no tenía por qué sentirse aludido. Igualmente, se dijo, la camiseta era un regalo con un tono claramente humorístico, y a nadie se le pasa por la cabeza denunciar a otra persona simplemente porque le gaste una broma. Más aún: estamos acostumbrados a ver insultos bastante más graves todos los días, tanto en la televisión como en la prensa o la radio, y sin embargo nadie pone denuncias por minucias tan insignificantes. Aparecía también un argumento basado en hechos consumados: basta darse un paseo por foros de la red o por redes sociales como tuenti, twitter o facebook para encontrar insultos mucho más graves que nunca, o en rara ocasión, terminan en denuncia. Por aquí iba, en líneas generales, el argumentario de los finalistas.

Ciertamente algunas de sus razones sonaron realmente chocantes. Eso de "insultar colectivos" resulta muy llamativo pues parece suponer que los colectivos no están integrados por personas. Allí mismo apareció el ejemplo: cuál sería la reacción social si un profesor acude a clase con una camiseta en la que se pueda leer "mis alumnos son gilipollas". Y nos vale también el ejemplo opuesto: no creo que toleráramos que un alumno luciera sonriente el lema "los profesores son gilipollas". En la vida real molestaría y resultaría una ofensa, y se me hace difícil entender por qué en facebook o twitter deja de serlo. Tenemos, por otro lado, un problema de diferenciación de contextos: decir "mi ex-marido es gilipollas" en una conversación de café no resulta punible ni denunciable. Sin embargo, volcarlo en la red parece ya harina de otro costal. Independientemente de que estemos acostumbrados o no a ver insultos más graves, contra los que quizás habría que actuar con mayor contundencia. En este sentido, ese patio de vecinos global que es la red puede suponer incluso una merma a la libertad de expresión: si publicas en la red nunca sabes quién puede llegar a leerlo. A medio o largo plazo, podría extenderse incluso la autocensura: dejamos de escribir esto o aquello, no vaya a resultar ofensivo. Dicho en otras palabras: si esto de Internet va a servir para generalizar o legitimar el insulto y la descalificación gratuita, mal vamos. La libertad de expresión merece la pena cuando se tiene algo que expresar, y si se puede hacer de una forma respetuosa. Lo demás, es camuflar de mil maneras la mala baba que acompaña al ser humano.

¡Hola! La primera respuesta que se me viene a la cabeza (y no sé el porqué) es que sería deseable que esas conductas no se diesen. Ya, pero el problema es que se dan. Y aquí, y nuevamente, aparece la cuestión del pluralismo. Sería deseable que no se realizara un enaltecimiento del terrorismo. Sí, pero dicho enaltecimiento se produce. Y el ordenamiento jurídico español lo condena ¿es acaso un limitación en la libertad de expresión? ¿Está justificada en algunos casos la limitación de la libertad de expresión? ¿Y de ser así cuál sería su fundamento? Dices, Miguel: “La libertad de expresión merece la pena cuando se tiene algo que expresar, y si se puede hacer de una forma respetuosa. Lo demás, es camuflar de mil maneras la mala baba que acompaña al ser humano.” Es que acaso una persona que apoye tanto un fascismo o un comunismo que tantas vidas se han cobrado en la historia reciente de la humanidad no cree que nos tiene algo que decir. Es que acaso una persona que defienda el terrorismo como método legítimo de autodefensa no cree que nos tiene algo que decir. Y otra cuestión es qué debe de entenderse por forma respetuosa ¿Se entenderá por tal la no utilización de tacos o palabras mal sonantes? Creo que el problema radica en una mala interpretación de la denominada ética civil. De entrada decir que uno de los mayores avances en la historia de la humanidad es la necesaria existencia (y para una verdadera co-existencia) de una verdadera ética civil como parte de un sano proceso de secularización y de modernización llevada a cabo principalmente en las sociedades europeas y del norte de América. Y digo una mala interpretación porque, y entroncando con un tema anterior ( autonomía y dependencia), la ética civil no es una ética individual dictada por la autonomía de cada persona (aunque la ética civil sí que tiene que reconocer dicha autonomía). La ética civil es mucho más que acabar con la imposición de una determinada ética religiosa (aunque en un principio fuera más que entendible y justificable dicha concepción). Me gustaría que en España se hiciera una encuesta con la pregunta: ¿sabe usted lo que es una ética civil o sabe usted quién es la sociedad civil? Es que precisamente una concepción del hombre que no entienda a éste como un ser relacional o que lo entienda tan sólo en su dimensión individual acaba por disolver toda ética civil. Y al final, se acaba identificando ética civil con hacer lo que cada uno y autónomamente decida, quiera o desee al margen de los demás. Es más, los “otros” constituyen un obstáculo, y por tanto, algo que hay que derribar para realizar la sacrosanta voluntad individual. La ética civil supone un programa de “mínimos” que todos deberíamos de respetar y defender. Quizá para muchos esos “mínimos” puedan suponer bien poca cosa pero si reflexionamos que esos “mínimos” están sustentados en una concepción del hombre como un ser relacional (sin negar su autonomía) la cosa cambia sustancialmente ya que son precisamente esos “mínimos” los que nos permitirán crear el ámbito donde cada uno podrá realizarse más plenamente. O dicho de otra forma, aunque para algunos pueda resultar contradictoria, es precisamente el estar “vertidos” constitucionalmente a los demás la condición de posibilidad para poder alcanzar una plena autonomía. Por cierto, a veces, aunque no siempre es tan sencillo, vale simplemente con aplicar la regla de oro: “trata a los demás como querrías que te trataran a ti (en su forma positiva) o no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti (en su forma negativa).” Un Saludo

Es curioso, Elías, cómo las historias se repiten. Ahora con un temta más serio: el accidente de un helicóptero y la muerte de cuatro militares. Vamos, que se puede ser nacionalista, del color que sea, pero hay que respetar.

Si esa persona se hubiera parado a pensar cómo se hubiera sentido si desde un periódico de Madrid o en cualquier foro, y ante la muerte de unos independentistas catalanes, se hubiesen mostrado muestras de alegrías porque así quedaban menos independentistas contra los que luchar, quizá la cosa cambiaría. Es precisamente por cuestiones como éstas por las que cité la regla de oro.

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