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Libertad e igualdad

¿Son compatibles conceptos tan deseables?
A menudo nuestras intuiciones no bastan cuando abordamos cuestiones de tipo moral y político. Si salimos a la calle y preguntamos si queremos vivir en libertad, lo más probable es que haya una aplastante mayoría que nos devuelva un sí rotundo como respuesta. Vamos que nos gusta que uno pueda, dentro de las limitaciones, pensar, hacer y decir lo que quiere. Nos produce cierta repulsa, creo, eso de que alguna fuerza externa nos coarte y nos diga qué pensar, qué creer, cómo vivir. Y algo parecido nos puede ocurrir si lanzamos una segunda pregunta en torno a la igualdad: es probable que una gran mayoría de ciudadanos consideren positivo que haya un cierto nivel de vida alcanzable para todos y que esa igualdad sea una garantía de oportunidades y posibilidades iguales que cada uno de nosotros aprovecha o no en función de la libertad de la que hablábamos antes. Intuitivamente queremos ser libres e iguales. Lo paradójico del asunto es que empezar a reflexionar al respecto significa tomar conciencia de las dificultades que existen para conjugar ambos valores.

Para empezar, se podría decir que la libertad es fundamentalmente una facultad invididual. Somos cada uno de nosotros los que queremos elegirnos, sin interferencias. Es verdad, evidentemente, que este valor requiere de la protección o el reconocimiento de una sociedad y del estado como organismo político (es difícil ser libre en una dictadura), pero no menos cierto es que la perspectiva desde la que desarrollamos la libertad es subjetiva. Algo bastante distinto es lo que ocurre con la igualdad: su construcción es predominantemente social, hasta el punto de que se construye a partir de la comparación de individuos. Hablar de igualdad implica relacionar al menos dos elementos (intersubjetividad). Esta caracterización general nos puede servir para explicar por qué libertad e igualdad pueden entrar en conflicto: si el individuo quiere gozar de una libertad plena, la sociedad será más desigual. Y al contrario: si queremos una sociedad más igualitaria, estaremos recortando (por uno u otro lado) espacios para la libertad.

El dilema moral se lleva también al terreno político: supuestamente, los partidos liberales desarrollan políticas que protegen la libertad individual, mientras que los partidos socialistas suelen proponer políticas que fomentan la igualdad de oportunidades. Este tipo de matices son los que en teoría deberían distinguir a unos y otros en los tiempos que algunos han calificado como el fin de las ideologías. Lo que queda claro, no obstante, es que aquella primera intuición debe ser meditada y quizás transformada: queremos libertad, sí, pero no llevarla hasta el extremo de fracturar la sociedad. Por otro lado, la igualdad parece una meta social deseable: pero no estamos dispuestos a renunciar a poder elegirnos y proyectarnos en el tiempo y la sociedad. ¿Existe en este caso ese término medio al que a menudo tienden los filósofos" ¿Es real la oposición entre libertad e igualdad o es sólo una forma sofística de presentar ambos valores" ¿Es este tema inútil y no sirve de nada discutir sobre ello y seríamos mejores ciudadanos si no hubiera filosofía"

P.D: teniendo en cuenta lo anterior, ¿cómo se le pudo ocurrir a unos cuantos hablar de "libertad, igualdad y fraternidad""

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