Pasar al contenido principal

¿Por qué los monos no?

¿Por qué somos tan parecidos y tan diferentes?
Monos jugando en los árbolesDesde hace algo más de 100 años, parece que todos tenemos más o menos asumido que provenimos del mono. La formulación de Darwin fue enriquecida por la teoría sintética de la evolución, y los descubrimientos recientes de la genética muestran que el parentesco con los animales es mucho más estrecho de lo que cabría pensar. Es cuando menos sorprendente (si no inquietante) escuchar de ciento en viento el porcentaje de genes que compartimos con especies como el cerdo, la rata, la mosca o los propios primates. La evidencia científica nos acerca cada vez más al resto de animales, y parece que no existieran diferencias entre ellos y nosotros, más aún cuando escuchamos a expertos como Jane Goodall, que encuentran en especies animales comportamientos sociales, políticos y culturales. Sin embargo a todos estos enfoques se les puede plantear una pregunta que abordábamos en una clase reciente: ¿por qué los animales no"

La pregunta parte de una asunción esencial: por muy similares que seamos a los animales, no somos exactamente animales. El lenguaje articulado, la capacidad de razonamiento abstracto, el desarrollo científico y tecnológico, la capacidad creadora, la dimensión simbólica, el arte como forma de vida y comportamiento... Hay un conjunto de rasgos que nos diferencian de todas las especies animales. ¿Cómo es posible que estando tan cerca de nosotros los animales no hayan sido capaces de desarrollar ninguna de estas capacidades" Todos sabemos que los animales se comunican: pero carecen de lenguaje articulado. Que son capaces de razonamientos muy elementales: pero no de resolver integrales o derivadas. Y así podríamos con cada uno de los rasgos señalados más arriba. La respuesta común suele consistir en aludir a los procesos de hominización y humanización como responsables de la aparición de todos los rasgos señalados (y de algunos otros, por supuesto). La interacción entre la naturaleza y la cultura nos ha convertido en lo que somos actualmente.

Sin embargo, esta respuesta es insuficiente. En realidad no es más que un truco para evitar contestar la pregunta: con la referencia al proceso de hominización y de humanización explicamos los mecanismos esenciales de la evolución humana, pero no logramos determinar por qué los animales más cercanos a nosotros, como los primates, no han seguido el mismo camino evolutivo. Se podrá decir que la evolución no es una historia ya terminada y cerrada y que aún estamos en un proceso evolutivo tan viejo como el propio universo y de una lentitud tal que se escapa a los mecanismos de la razón. Con ello, seguimos sin responder la pregunta. Explicamos, desde luego, que somos diferentes a los animales y que ellos y nosotros estamos aún cambiando, pero no identificamos los elementos que han influido para que seamos cualitativamente distintos a ellos, y contemos con capacidades específicas. Así que después de tanto razonamiento, sigue en pie una pregunta, que tiene difícil respuesta, tanto desde el campo de la ciencia como desde la filosofía. ¿Por qué las especies animales más cercanas al ser humano no han desarrollado ninguna característica similar a las humanas"

P.D: La imagen está tomada del blog de Jane Goodall

Me parece que las especies animales más cercanas a los humanos sí han desarrollado algunas características similares a las nuestras, aunque, desde luego, no la que, a mi juicio, es fundamental: el lenguaje. Parece también que los cetáceos han desarrollado algún sistema de comunicación más complejo que el de las simples señales y algunos zoólogos hablan incluso de "civilización"... Parece que sí hubo otra línea evolutiva comparable al homo sapiens sapiens: el homo neanderthalensis, pero se extinguió sin que, hasta la fecha, sepamos cómo ni por qué. En resumen, creo que la única respuesta coherente a la cuestión, por el momento, es "el azar". De hecho, el azar, la casualidad, es, en mi opinión, lo único que puede explicar la improbable aparición de la vida en este planeta y, ascendiendo en la escala de improbabilidades, se llega, por casualidad, a un determinado desarrollo que culmina (por ahora) en esta especie. Un saludo.

La cuestión la plantearía en los siguientes términos: si se trata de un cambio cualitativo ¿qué tipo de causalidad, explicación razonable, hemos de buscar? ¿Es suficiente apelar a una dinámica interna, algo así como una eficiencia de la propia naturaleza? Si en las especies animales puede hablarse de más y un menos... ¿no es cierto que en el hombre, según señalas, esta analogía no funciona? Si es así, no podemos hablar de una comunidad real de "naturaleza", sino de una esencia suficientemente distinta. Tal vez la unidad entre todos los seres vivos sea superior a la que existe entre ellos y nosotros... tal vez tengamos que inclinarnos por una diferencia específica, tal vez no podamos recurrir a causas intrínsecas(las explicables desde la ciencia positiva)... tal vez convenga apelar a la causalidad final, o sentido global del proceso... el azar parece la declinación de la búsqueda de una causa: no me permite seguir pensando.

[...] un magnífico planteamiento de Miguel Santa Olalla en Boulesis sobre la evolución y la diferencia entre el conjunto de los animales y nosotros, ese [...]

Hace una serie de millones de años se produjo un resecamiento del clima en África oriental, y las selvas decrecieron. Nuestros parientes los monos antropoides quedaron confinados en los bosques, donde llevaban una vida arbórea. En cambio, nuestros antepasados se adaptaron a la situación y se hicieron terrestres. Mediante un cambio evolutivo conocido como neotenia se produjo una reorganización del plan corporal pre-humano que condujo al bipedismo. Una de las consecuencias del bipedismo es la liberación de la locomoción de las extremidades anteriores. Otra es el desplazamiento del foramen magnum (unión del cráneo con la columna vertebral) hacia una posición inferior, más bien que trasera. Este último hecho hizo posible la expansión de la caja craneana, y consecuentemente, el aumento del tamaño del cerebro. No hay capacidades mentales humanas que no estén presentes, aunque sea rudimentariamente, en algún animal. Se trata de una cuestión de grado (o sea, tamaño del cerebro) amplificada, eso sí, por la transmisión cultural. La diferencia más importante es quizá la presencia de un aparato fonador que permite un lenguaje muy rico, aunque en este caso se trata más bien de un fallo de diseño: la epiglotis humana queda en posición muy baja, lo que permite la producción de sonidos articulados, pero tiene el riesgo de atragantamiento.