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Se sienten, coño

¿Por qué uno de los golpistas podría haber gobernado España?

Hoy se cumplen 30 años del suceso más oscuro y lamentable de nuestra corta historia democrática. Como cada año, se suceden los recuerdos y documentales, y las investigaciones que tratan de llegar al fondo del asunto, para averiguar quién era el famoso elefante blanco. Reviviendo las imágenes en estos días toman un aspecto casi cómico. La organización, logística y estrategia son sin duda un precedente inequívoco de Torrente: la chapuza y la improvisación elevada a la categoría de suceso histórico. Algo que, sin duda, hemos de agradecer: es preferible no tener ni siquera que plantearse lo que hubiera podido ocurrir, y cómo estaríamos ahora, si el golpe de estado hubiera llegado a cuajar. Así que lo mejor es dejar de lado el fanatismo, la ignorancia y la irracionalidad de hace tres décadas y aprovechar la efeméride para plantear, cómo no, una pregunta filosófica: ¿Quién tenía la autoridad que impulsó el golpe entre el 23 y el 24 de febrero de 1981"

La cuestión viene motivada por las imágenes que nos han ofrecido en estos días las televisiones. No se pretende poner en duda que la legitimidad del poder político estuvo en todo momento en el parlamento, y que eran los diputados los que representaban al pueblo, fundamento último de la soberanía. El tema de fondo es qué ocurre desde la media tardel del 23 y la mañana del 24. Los golpistas esperaban la llegada de una "autoridad militar competente" que tomara el mando. La conclusión es clara: de hecho, no de derecho, el poder estuvo durante unas horas en manos de los que irrumpieron violentamente en el congreso. ¿Qué les faltó para llevar su plan hasta el final" ¿Dónde residía el poder en esos momentos" De alguna manera u otra, se tuvieron que ver faltos de legitimidad, vacíos de autoridad como para culminar lo que habían empezado. Algo que podría recordarnos al análisis de Max Weber sobre el poder y su legitimidad. Para este autor alemán, hay tres fuentes de autoridad que dotan de legitimidad del poder: la tradición, el carisma y las normas.

Es evidente que las normas no les importaban demasiado a los golpistas. Lo que estaban haciendo atentaba directamente contra ellas. La posición de la tradición podría ponerse en relación con el papel jugado por el rey. De haber contado con su apoyo desde el principio, no hay motivo para pensar que el golpe no hubiera triunfado o que al menos no hubiera habido movimientos que dejaran bien claro que la monarquía apoyaba a los golpistas. De manera que nos queda una tercera opción: el carisma. Si los guardias civiles que secuestraron el congreso durante algo más de doce horas y fracasaron fue, si nos atenemos a Weber, por la falta de un líder carismático que apoyara su causa (¿acaso el famoso elefante blanco"). Y si, como sospechan otros, no existía tal elefante, el golpe era sencillamente una estupidez sin perspectivas de futuro. Durante unas horas, no hubo autoridad legal-racional que pudiera someter a los traidores. No hubo un líder carismático que los respaldara. ¿Nos quedamos entonces con la opción de la autoridad tradicional, que tantas veces criticamos, y que finalmente mostró su oposición al golpe" ¿Qué características reunía esa "autoridad militar" para ser designado como líder" ¿Quién iba a poder decir, sin necesidad de tener un fusil en la mano, aquello de "¡se sienten, coño!"" Una pregunta en el aire, treinta años después de los hechos.