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Shutter Island

La verdad entre la locura y la cordura

Carátula de Shutter IslandHablando en clase del genio maligno cartesiano, una alumna me habló de Shutter Island, una película que se sitúa a medio camino entre la cordura y la locura. De partida, nos presenta la cruzada de dos agentes que llegan una isla un tanto secreta y misteriosa, en la que están internados delincuentes peligrosos aquejados de enfermedades psiquiátricas. La extraña desaparición de una de las internas abre una investigación en la que van asomando los fantasmas del pasado de uno de los agentes, Teddy Daniels, a la vez que se descubre que el centro podría estar siendo utilizado para realizar experimentos con seres humanos. Y para terminar de rematar el asunto, se desvela que el agente Daniels ha entrado en la isla con la intención de solventar una vieja rencilla personal, ya que en ella se encuentra el pirómano que prendió su casa. Un cóctel explosivo como para que el genio maligno cartesiano haga de las suyas.

Con este planteamiento no es difícil imaginar que las cosas no siempre son lo que parecen. Y esto hace que distinguir entre lo que es real y no lo es se convierta en un asunto peliagudo. El agente Daniels terminará desconfiando de todos, incluso de su propio compañero, ya que van a ir apareciendo indicios que le llevarán a sospechar que pueda estar aliado con los doctores, que parecen esconder información importante desde el inicio de la investigación. Qué es real, y qué no lo es: un tema que podrá debatir en una reveladora charla con la reclusa desaparecida, a la que descubre en unas cuevas de la isla. Cuando ya tiene todas las piezas del puzzle, se verá obligado a elegir: resolver la investigación abandonando la isla o enfrentarse a su pasado y buscar al interno que quemó a su familia. Desenmascarar al genio maligno o encontrar una solución a esa vieja herida que el atormenta y le tortura en sus sueños. Una trama de locura y de cordura que finalmente se resuelve de una forma totalmente inesperada: el demonio cartesiano está más presente de lo que pensamos, y lo que tomamos por verdad acaba revelándose como mentira.

Hasta aquí podemos leer para no desentrañar el meollo de la película. Es una de esas películas que enganchan desde el principio: los ambientes que retrata, los personajes y las escenas disparan un interrogante tras otro, sin permitir un momento de descanso al espectador, que se queda casi abrumado por el cambio constante de planos. Las cuestiones filosóficas que se ventilan en la película no son ni mucho menos menores: realidad y verdad, realidad y cerebro. Aparece claramente Descartes, pero también hay escenas que nos pueden recordar conceptos como la voluntad de poder de Nietzsche. Y de fondo, como una especie de nota constante en la película, una concepción del ser humano y de cómo afrontar la enfermedad psiquiátrica: una visión más humanista de la psiquiatría, convencida de que es posible la curación con fármacos y terapia, enfrentada a una concepción puramente neurológica, partidaria de la intervención quirúrgica y la "casquería" cerebral. Cuestiones todas ellas tan vigentes hoy, como hace siglos cuando empezaron a plantearse. Filosofía mezclada con una investigación y una trama sorprendente: una película interesante de la que extraer buenas escenas para el comentario en clase.

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