Sin embargo hay veces que esta ampliación se convierte en sospechosa, precisamente por lo que ofrece. Como si ya nada nos resultara chocante, estamos acostumbrados a romper con el pensamiento esencialista: yogures que aguantan fuera del frigorífico no sé cuántos meses, sin problemas de conservación, igualmente nutritivos y reconstituyentes. Sandías sin pepitas que conservan todo su sabor, comida ultracongelada que soporta largas temporadas en el frigorífico, lubinas de piscifactoría, y comida basura sana, saludable y refrescante. Ensaladas de plástico recién hechas. En definitiva: el "revival" de lo natural hace que lo artificial se nos presente como si no lo fuera, como si los productos de la naturaleza cumplieran unas condiciones que, hasta donde sabemos, jamás han cumplido. Lo "natural" es que las cosas se pudran, se pasen de fecha, y que tengan unos sabores y olores determinados. El colmo de las paradojas: tan acostumbrados estamos a ver estos productos en el supermercado o en las anuncios de la tele que terminamos creyendo que un yogur que dura 30 días fuera de la nevera es un yogur.
El cocido "light" no es un cocido ni la fabada no gasificante es una fabada. La relación entre natural y artificial es tan asombrosa que la tecnología pretende desarrollar artificialmente productos naturales, que se ajustan como un guante a las necesidades y exigencias del ser humano, del ese semidios adorado por todos que es el omnipresente consumidor. Una cuestión de filosofía de la tecnología que se prolonga en la metafísica: ¿Qué es un yogur" Que me respondan con cuidado los especialistas en tecnologías de la alimentación, porque si me dicen que un yogur dura 30 días fuera de la nevera, tendrán que aceptar inmediatamente que una abuela con ruedas sigue siendo una abuela y no una bicicleta. Rompamos con la realidad, introduzcamos posibilidades al ritmo de la ciencia y la tecnología, progresemos. ¿Pero hasta el punto de que las cosas dejen de ser lo que son" ¿Cuánto podemos estirar las palabras" Y si todo esto fuera poco, habría que cuestionarse por qué estamos dispuestos a comernos la trola de la biotecnología, sin estar dispuestos a creer que las abuelas con ruedas son abuelas. Tamaña injusticia es inaceptable.
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Y si la abuela fuera bloguera (amis95.blogspot.com), ¿dejaría de ser abuela?