Hoy no pensaba hacerlo, pero un intercambio de mensajes a través de Twitter me animó ayer al asunto. Los analistas políticos de cada bando, y también por supuesto los tuiteros, están haciendo análisis mucho más especializados del que se pueda ofrecer desde la filosofía. Visto con algo de perspectiva, tengo la sensación de que la derrota socialista de las presentes elecciones comenzó en su victoria del 2008. Culpar a la crisis es sólo una manera más de escurrir el bulto. Y con la victoria popular ocurre lo mismo que con todos los cambios de gobierno: se debe más a los errores del gobierno saliente que a los méritos propios. Hablar de las cualidades personales de su lider, o de la unidad del partido escamotea un hecho singular: todos los grandes partidos son una lucha interna de poder, llena de zancadillas, traiciones y pisoteos. El partido que ayer ganó lo demostró hace pocos años, y volverá a demostrarlo dentro de pocos años. Es ahora a los socialistas a los que les toca reinventarse. Puesto que estas cosas son ya sabidas y resabidas, hoy me quedo con tres reflexiones dirigidas a la sociedad que votó, a los afiliados y simpatizantes de cada uno de los partidos. De sus actitudes podemos extraer tres buenas lecciones democráticas.
Para empezar, las elecciones de ayer representan la victoria de los votos sobre las balas. Los votantes de la izquierda abertzale deberían darse cuenta de que, tal y como está la ley electoral, han conseguido formar un grupo parlamentario. Por primera vez en la historia, sus ideas podrán escucharse en un parlamento. Se asociarán a la acción política y no al asesinato, la bomba y el atentado. La derrota de la banda terrorista y el resultado que han logrado ahora debería grabárseles a fuego: en democracia las ideas se defienden en las urnas. Como suelen decir los partidos cuando ganan (nunca cuando pierden): el pueblo siempre tiene razón. Y esta idea deberían asumirla también los votantes socialistas: twitter, los foros de internet y los comentarios de los grandes diarios son un hervidero de descalificaciones hacia el partido que ganó ayer y hacia sus votantes. Quienes esto hacen olvidan una cosa: la misma sociedad que ayer se decantó por la victoria absoluta de los populares, ha otorgado el gobierno durante dos legislaturas seguidas a los socialistas. Sólo un fanático es incapaz de asumir que la alternancia política forma parte del juego democrático. Y de este fanatismo nace el insulto, la provocación y las frases lapidarias que circulan por la red, alertando de que desaparecerá la educación pública, la sanidad y las pensiones.
Esta misma alternancia política es la que deberían tener bien presente todos los votantes populares. Ni me identifico ni logro entender muy bien qué hacían ayer las banderitas azules ondeando en la calle, las ovaciones y los gritos en favor del nuevo presidente. La democracia no es fútbol, ni es sólo competición. La expresión "ganar unas elecciones" no me parece la más acertada para estos casos: la democracia se puede entender como una empresa peculiar, en la que los trabajadores, auténtico motor de la empresa, pueden cambiar de jefe si consideran que la cosa no funciona. Si los que ayer agitaban las banderas estaban tan contentos da que pensar: quizás tengan algo que ganar, a nivel particular, con la victoria de "su" partido. Parecen olvidar que el partido que ha logrado la mayoría tiene que gobernar para todos, buscando el bien de la sociedad, y no sólo el de los miembros de su partido. La sociedad debe festejar y celebrar los logros que consigue como sociedad. Los buenos resultados de uno u otro partido son festejados sólo por aquellos que entienden la democracia como un juego de suma cero: o tú o yo. Sin término medio. La política de la víscera, del enfrentamiento, de la emoción irracional. Un tipo de política que deberíamos ir superando en este país.
P.D: Y un último apunte: urge una reforma de la ley electoral.
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