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Un cuento hegeliano

De cómo el infinito también quiso ser feliz
"El infinito estaba triste: lo abarcaba todo, no tenía espejo donde mirarse. No podía jugar con nadie al mus. Así un día decidió irse de viaje. Conoció muchas finitudes, con las que entabló amistad. De ahí surgió todo, el mundo, tú, yo. Todos fueron felices y comieron perdices. (Hegel dixit)"