Hace muchos, muchos años, según cuentan los cronistas, acudió la célebre Carmina de Lomania a conocer a Diógenes de Sínope, el famoso filósofo cínico. El encuentro se produjo en las afueras de Atenas, pues ya para entonces habían desterrado a Diógenes por falsificar la moneda. La de Lomania mostró su interés por el cínico porque había oído hablar mucho de él en la ciudad: sus andanzas y anécdotas corrían de boca en boca y la pincelada pseudocultural se había puesto de moda en los ambientes más selectos, por lo que la curiosidad la empujaba a ver en directo a tan singular personaje. Además, siempre era buena cosa que otros ciudadanos la vieran acercarse al sabio de Sínope: adornando la visita de caridad y de interés filosófico mataría dos pájaros de un tiro. Estaba completamente segura de que al día siguiente no se hablaría de otra cosa en toda Atenas. Elegante pero discreta, no había que hacer ostentación, paseó por Atenas hasta tropezar con un anciano un tanto andrajoso y deaseado. Aunque resultaba desagradable hablar con él, le dijo lo siguiente:
-Hola, Diógenes, soy Carmina de Lomania, ¿puedo ayudarte en algo" -Apártate, que estoy tomando el sol y me das sombra. -Pero ¿cómo puedes ser tan mal educado" ¿Tú sabes quién soy" -Ya me has dicho quién eres: Carmina de Lomania. Ahora, si no te importa, déjame seguir tomando el sol. -Tomar el sol con toda la roña que tienes encima es imposible -mientras respondía se apartó para dejar de dar sombra al sabio. Estás sucio y mal vestido. Te ofrezco mi casa para que vengas a limpiarte y te daré ropa nueva de la mejor calidad. -Ya estoy en mi casa: la naturaleza me basta -contestó Diógenes. En cuanto a la ropa, es suficiente con este manto doblado. -¡Ay, chico, desde luego cómo eres...! ya me habían dicho que eres como los perros y te pasas el día ladrando. -Si ya lo sabías, ¿para qué vienes" -Porque también me dijeron que eras sabio, y se habla de ti en todas las fiestas de Atenas. -Acudes a las fiestas... entonces eres una más de esas esclavas. -¿Cómo que esclavas" Mira majo, no te voy a permitir que me insultes... -Dájame en paz y no me intentes esclavizar a mi. Vives sirviendo a tu riqueza, a tu imagen, y pendiente de todos los que adulan. Si fueras sabia, lo dejarías todo para coger el zurrón y la manta, y hacerte una perra como yo. -Desde luego que eres un auténtico grosero, ahora vas y me llamas perra... -Era sólo una metáfora, no pretendía ofenderte. -No entiendo cómo se puede considerar sabio a alguien tan mal educado, de verdad. -Hay dos tipos de educación, la humana y la divina. A lo mejor eres experta en la humana y por eso estás podrida y eres esclava. Yo estoy educado en la divina, vivo como los dioses. -La educación es saber controlarse, Diógenes. -Te equivocas. Esa es la educación humana que os habéis inventado. La educación de los dioses no tiene nada que ver. -¿Y cómo es eso" -a Carmina el tema de los dioses le tenía preocupada, las supersticiones corrían por Átenas a diario. -Nada necesito, y la naturaleza me provee de todo. Mi casa es la ciudad, y si de esta me echaran otra encontraría en la que acomodarme. Me bastan mi tonel, mi manto y mi zurrón. -Vives como las bestias -Y tú peor que ellas, ya que desnaturalizas todo, trastocándolo en sofisticación y apariencia. -¿Y cómo saciarás tus necesidades viviendo tan pobremente" -La pobreza es una riqueza: como altramuces o aceitunas. Bebo el agua de las fuentes y ríos, donde también me puedo bañar. Y cuando siento deseo carnal es fácil, no tengo más que... -Para, por Zeus, no hagas groserías en mi presencia, eres un auténtico cerdo. -Un perro, si no te importa, dijo Diógenes desplegando su dedo anular ante la atónita cara de la de Lomania. Disgustada por la marcha de la conversación y la actitud hostil del sabio, Carmina emprendió su camino de vuelta a Atenas, dispuesta a gastarse unos cuantos dracmas en las tiendas más caras con la finalidad de olvidar el desgradable incidente que acababa de vivir.
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