
Sin embargo, sí hay un motivo para que se hable tanto del nihilismo: su influencia en la historia e incluso en nuestra propia experiencia del presente. La crítica de Nietzsche a la filosofía, la ciencia, la moral y la religión dejó al ser humano en una situación precaria, que en Heidegger y Sartre aparece representada por una palabra: abandono. Sin referentes y sin fundamentos sólidos, el ser humano vaga sin rumbo por un mundo que no entiende. La razón, el trono sobre el que la humanidad (o al menos parte de ella) estuvo sentada durante algo más de dos milenios, ya no sirve, no es capaz de soportar nada. La experiencia de dos guerras mundiales y los diferentes genocidios que jalonaron en siglo XX no ayudaron mucho a este respecto: al contrario, acentuaron la experiencia del absurdo, del horror de la existencia. Mostraron el aspecto más brutal del ser humano. Tras las destrucción, la persecución y la muerte calculada por la razón, no tenemos dónde mirar, no nos quedan ya capacidades que nos salven, entre otras cosas porque la misma palabra "salvación" carece de sentido. Emociones, razón, sentimientos. Da igual. Crisis de valores, sociedad vacía. Todo es nada, absurdo y repetitivo sin sentido.
No obstante cabe hacer otras lecturas e interpretaciones. Quisiera abrir tres líneas de diálogo frente a esta caricatura del nihilismo que acabo de esbozar: el nihilismo va acompañado de ciertas dosis de "dramatización" de la existencia. Las experiencias del absurdo y del vacío conviven con otras bien distintas, que también deben ser objeto de la reflexión filosófica. Convertir la vida en un drama (o en una tragedia) no significa que lo sea siempre y en todos los casos. Segunda: no es verdad que vivamos una crisis de valores o un "desfondamiento" o que occidente esté en crisis. Vivimos, sí, unos valores bien distintos a los de hace décadas, moldeados por el capitalismo y un materialismo mal entendido. Se valora el dinero, la imagen, la apariencia... La ética disuelta en estética es precisamente uno de los residuos de la crítica de Nietzsche. Paradojas de la vida: esta "ética capitalista" y esta forma de vida materialista han podido potenciar las experiencias nihilistas de absurdo y de vacío. Pero no porque no haya valores, sino por la insatisfacción de los que se nos imponene.
Y para terminar una última reflexión en torno al nihilismo: la crítica de la razón. Pretender romper con la capacidad humana de pensamiento alegando como causa las críticas nihilistas y las traumáticas (y racionales) experiencias históricas es matar moscas a cañonazos. La razón instrumental de Auschwitz no es suficiente, de acuerdo. La razón dogmática tampoco. Ni una razón tecnológica o científica. La moderna exaltación de la razón produce temor y desasosiego. Pero eso no significa que debamos romper con todo y negar la capacidad de la razón humana. De hecho no lo hacemos. Seguimos creyendo en la ciencia y en la técnica, pero quizás lo hagamos de un modo distinto. En este sentido, el nihilismo puede representar un movimiento histórico más que necesario de crítica de la razón, pero de una razón mal entendida. La función histórica del nihilismo puede ser precisamente corregir la razón, abrirla al diálogo con otras áreas, y situarla en su contexto histórico y cultural. Dar a la razón un tiempo, un espacio. De lo contrario, su soberbia nos lleva a la nada. El nihilismo es el aviso de una experiencia vital e histórica por la que ya hemos pasado, y que debemos evitar en el futuro. Nos advierte que una razón ciega nos conduce al vacío, a la desintegración. Y nos recuerda que una de las tareas eternas de la filosofía, como lo fue en el pasado, es la crítica de la razón. Pero nunca su rechazo o su desprecio.
La foto ha sido tomada de: Bananamoon
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