Distinguir la ciencia de la pseudociencia es uno de los problemas clásicos de la filosofía. El propio planteamiento implica ya una toma de partido: la ciencia es "lo bueno", "lo verdadero", mientras que la pseudociencia es "lo malo" y "lo falso". Así, sin mayores explicaciones ni desarrollos. Se trata de fijar un criterio que separe lo que tiene que estar de un lado, de todo aquello que pretende engañarnos, hacerse pasar por lo que no es. Para eso está la comunidad científica y la academia: para decir que lo que ellos hacen es ciencia, mientras que lo que hacen los demás no lo es. Todo sería sencillo, y estaríamos de acuerdo, si tenemos que elegir entre el tarot y la astronomía, el horóscopo y la física. Pero el asunto se complica cuando posamos nuestros ojos sobre la medicina naturista, la homeopatía o la acupuntura. Y se termina de enrevesar cuando incluso la propia ciencia toma apariencia de pseudociencia. Me estoy refiriendo a un tema que no deja de estar en boca de la gente: los medicamentos genéricos.
Todos sabemos de los beneficios económcos asociados al uso de estos medicamentos, que permiten un ahorro significativo al país. Y en teoría nos han explicado también los efectos sobre la salud: al contener el mismo principio activo "curan lo mismo" que los convencionales. No obstante, no son pocos los enfermos que se quejan con un resignado "esto no me hace nada" o piden con esperanza que su médico le recete el medicamento "de marca". Hay quienes piensan abiertamente que los genéricos no sirven para nada. Y es que no es sólo de principio activo está hecho el medicamento. En algunas ocasiones son los propios farmacéuticos los que te hacen sospechar: hace unos días escuchaba a un farmacéutico explicar que un medicamento convencional tiene un grado de absorción del 98%, mientras que las estimaciones para el genérico son del +- 20%. Preguntado por el significado de ese -20% respondió: "pues que es igual que si te tomas un caramelo". Si se les pregunta, algunos reconocen que quien se lo puede permitir, sea económicamente o por tener el contacto adecuado que se lo recete sea amigo o familiar, jamás consume medicamentos genéricos.
No sé si se trata de "leyendas urbanas" o si estamos de nuevo ante la conspiración de las farmacéuticas interesadas en crear mala imagen de los genéricos. Pero quizás las campañas publicitarias no deberían serlo tanto. Menos publicidad y más información. Que expliquen la cantidad de principio activo de cada medicamento, y que despejen dudas sobre si verdaderamente los efectos son similares o no. Que aclaren si hay estudios que demuestren algo al respecto del grado de absorción de cada medicamento. De lo contrario, irá creciendo la opinión de que estamos, una vez más, ante una más de las muchas estafas científicas que nos rodean: la gripe A y todas las grandes plagas que le han precedido, poniendo nuestra vida en peligro en más de cinco ocasiones en los últimos diez años (un breve recordatorio a vacas locas, pollos locos, dioxinas y gripes aviares). No sé si la ciencia pura, si acaso existe, es ciencia o no lo es. Pero la ciencia real, la que se da en una sociedad concreta, con unas condiciones económicas, políticas y culturales determinadas, se las ingenia para producir un efecto maravilloso: aparentar pseudociencia. Algo que se deberían hacer mirar todos los que no admiten ni una sola crítica al saber más valioso de nuestro tiempo.
P.D: la imagen está tomada del blog "Mensajes en la Ruta"
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