La canícula invita poco al pensamiento. Será también por el tópico aquel: en verano nunca pasa nada. Quizás sea este uno de los pocos tópicos que habría que salvar de la quema: qué tranquilo queda el mundo cuando dejamos de enredar en él. Apenas hay agitación y todo parece respirar una calma chicha. Eso es lo que permite que hechos menores reciban una atención desmedida. Acciones intrascendentes en las que apenas repararíamos si el galope del curso y la actividad diaria nos arrastraran como hacen de septiembre a junio. El caso más reciente está en el sainete montado en torno al video "escandalosamente" erótico difundido por la red. Una historia de mentiras y traiciones en la que la peor parte se la ha llevado, a mi entender, la valoración de algunos periodistas y medios de comunicación, que caen en la falta de ética y de estética que pretenden denunciar y perseguir. Son las contradicciones de cada cual: "dime de qué presumes...".
Más ética y más estética: la archicomentada restauración de Borja. Un pueblo que antes prácticamente nadie situaba en el mapa y una imagen degradada por el tiempo, obra de un autor que hace un mes prácticamente nadie situaba en la historia del arte. La reacción de no pocos medios ha consistido en despreciar en mayor o menos grado la restauración artística como profesión. Algo que sería inadmisible en otros muchos campos, pero que parece pasar inadvertido en el campo del arte y el patrimonio. Todo un signo de los tiempos de la confusión en que vivimos: confundimos términos, llamamos arte y restauración a lo que no lo es. No le faltó ética a la voluntariosa restauradora, y probablemente tampoco estética si ciertamente su obra está inacabada. Pero más allá de la ética y la estética hemos de saber dónde metemos la mano, y la imprudencia no es algo que podamos poner en práctica sólo en carretera.
Y en los últimos días de este verano que termina, nos topamos con la excarcelación de un terrorista, que ha venido siendo actualidad en estas semanas. Puede que la decisión tomada tenga un carácter más ético que estético: mostrar la humanidad que el criminal no tuvo no debe interpretarse como un gesto de debilidad. Otra cuestión es que "quede feo", que una persona con tanto delito a sus espaldas pueda terminar sus días en su casa. Y menos estético aún que en cuanto se toma la decisión, se anime a grabar un video con cierto contenido provocador. Un video demagógico y falso: a quien ha de dar las gracias, le guste o no, es al estado español y a toda la sociedad española. Le falta al video ética y estética: es la viva imagen del apagarse de una idea. La enfermedad del preso no deja de ser una metáfora del aniquilamiento por asfixia intelectual de un proyecto, matar por causas políticas, que es inaceptable en una sociedad democrática, en la que sí pueden tener cabida las propuestas nacionalistas. Que descanse en paz el preso, y que matar por ideas sea una conducta propia del pasado. Esto sí que representaría un progreso ético (y estético) de nuestra sociedad.
- Comentarios bloqueados