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El dilema del prisionero y la moral

Cómo del egoísmo puede derivarse el comportamiento moral
Ser egosita no está mal…Tras haber planteado el dilema del prisionero y haber expuesto sus principales soluciones, ha llegado el momento de comenzar a extraer sus consecuencias filosóficas. Es evidente que el dilema nos presenta al ser humano interactuando, por lo que las consecuencias han de ser fundamentalmente prácticas. En el terreno de la ética, una de las eternas preguntas es ¿por qué hacer el bien". Está ya en Platón (algo de esto aparece en el mito de Giges) y reaparece a lo largo de la historia de la reflexión moral bajo las más diversas formas. El caso es que gracias al dilema del prisionero podemos encontrar una solución bien sencilla, que no se va por las ramas ni necesita apelar a la conciencia o al deber moral. Es la propuesta que ha señalado David Gauthier en más de una obra: si somos egoístas, es decir, si miramos únicamente por nuestro propio interés, debemos tener un comportamiento moral. ¿Cómo es posible solventar esta aparente contradicción"

Una de las enseñanzas del dilema del prisionero es precisamente esta: cuando todos buscamos el interés del grupo, salimos mejor parados que cuando cada uno busca individualmente su mejor resultado. Expresado de otra manera: la mejor forma de conseguir lo mejor para cada uno es realizar la acción que realiza lo mejor para todos. La moral compensa, es un buen negocio. Basta fijarse en los posibles resultados y soluciones para darse cuenta. El problema, evidentemente, es que lo más normal es que no "juguemos" el dilema del priosionero una sola vez. Por el contrario, existen multiplicidad de contextos sociales en los que interactuamos con las mismas personas de una forma continuada: la comunidad de vecinos, el lugar de trabajo, los amigos, la familia... En todos estos casos hay muchas situaciones estratégicas, asimilables al dilema del prisionero: colaborar en las tareas vecinales, estar dispuesto a echar una mano en el trabajo... Colaboramos porque es lo mejor para todos y esperando que cuando nosotros necesitemos la ayuda también estarán dispuestos a hacerlo.

El comportamiento moral, entonces, crea una especie de "flujo de la reciprocidad": estamos dispuesto a "ser buenos" con los que son buenos con nosotros, mientras que basta que alguien nos traicione un número variable de veces para que le pasemos a la lista negra. El que no colabora se convierte en alguien que "no es de fiar" dentro de un grupo de colaboradores natos. Se trata de una visión tan realista como descarnada de la moral, que se limita al acuerdo (de ahí el título de Gauthier, La moral por acuerdo) de un grupo que toma conciencia de las ventajas del comportamiento moral. Dado que el hombre no puede vivir aislado, obtiene un mejor resultado de la vida en común cooperando con los demás que montándose la guerra por su cuenta. El dilema del prisionero no puede ser más revelador: lo que creíamos que era un comportamiento altruista es en realidad un modo más de ser egoísta, de conseguir que otros colaboren con nosotros. La buena persona es el "egoísta inteligente". Adoptando una expresión kantiana el comportamiento moral sería la moneda común de aquel que vive con aquellos "a los que no puede soportar, pero de los que tampoco puede prescindir". Interesante, sugerente y provocador, ¿o no"

P.D: fuente original de la imagen.

El dilema del prisionero y la moral Una reflexión muy interesante sobre porqué es mejor colaborar y compartir. "Una de las enseñanzas del dilema del prisionero es precisamente esta: cuando todos buscamos el interés del grupo, salimos mejor parados que cuando cada uno busca indiv...

Desde un punto de vista sociobiológico el altruismo es precisamente eso. Un individuo ayuda a otro con espectativas a que en un futuro este le devuelva el favor. El caso del sexo femenino es particularmente curioso, las mujeres se esmeran mucho en mantener una amplia red de amistades y contactos, ya desde niñas su biología les impulsa ha hacerlo porque su dependencia de otros es más fuerte que la de los machos. En general estoy de acuerdo contigo, pero veo otros motivos por el cual deberiamos tener un comportamiento moral "bueno": la futilidad del mal. Simplemente no hay ninguna utilidad en actuar mal, de hecho, suele ser contraproducente para el propio individuo. Así una propensión hacia una "mala moral" es irracional desde cualquier punto de vista. Pero como hay gente que parece estar "desequilibrada" por factores genéticos, epigenéticos o sociales junto con la "ética del dilema del prisionero" se debería adoptar otra teoría también derivada de la teoría de juegos: la estrategia evolutivamente estable. En este sentido todos deberiamos comportarnos como "palomas" pero no deberiamos dejar de ser "halcones", para cuando surja algún halcón por los motivos que sean, poder aplacarlo. Si actuasemos racionalmente nos dariamos cuenta de muchas de las absurdeces que gobiernan nuestro mundo de las ideas (sin correspondencia empírica): la economía capitalista, la competencia desmedida, la idea de los estados, etc. Pero bueno, por desgracia aquello de "el hombre es un animal racional" estaba bastante lejos de ser cierto (es parcialmente cierto, pero muy parcialmente). Saludos.

Antes de hablar del bien y del mal, de lo bueno y malvado, habría que exponer que significcan esos términos, hacer una verdadera genealogía de la moral, a no ser que hablemos instalados ya desde una moral muy particular que creemos válida, aunque lo sea sólo en "nuestro grupo" o en nuestro cuerpo; tampoco se puede hablar de "desequilibrio moral" de alguien que esté malformado genéticamente, o achacar su "mala" conducta moral a un factor genético o social, porque muchas veces son esos factores los que están formados de una determinada manera para hablar así. La moral es algo "aparente" siempre. La clave está en "cómo" aparece y "cómo" se NOS aparece y qué pocas morales somos capaces de inventar o refundir.

Por mi parte, por ese mismo motivo he entrecomillado la mayoría de los términos (alguno se me ha escapado) utilizados. Ciertamente cuando hablamos de “moral”, “bien” y “mal” ya estamos instalados en una de las posiciones relativas, incluso metafísicas, respecto a esos mismos términos. Entiendo la necesidad de esa genealogía, a modo nietzscheano, para situarse más allá del bien y del mal. Pero dada la complejidad de esa empresa que nos llevaría páginas y páginas de desarrollo para si quiera acercarnos a un punto de partida sólido y no ya apostado en una posición relativa muy concreta, sino desde un marco referencial por así decir que tome en cuenta la propia relatividad de los términos, por puro pragmatismo y practicidad nos referimos a un marco concreto de “moralidad” el cual todos intuimos de un modo u otro. Este marco basado en ciertos “valores” (otra vez un término relativo) tradicionales que vulgarmente se suelen considerar “buenos” o “malos” nos permite poder entendernos sin tener que desarrollar desde un principio esta genealogía, lo cual sería demasiado costoso en términos temporales para poder llegar a una postura desde la cual dialogar. Así que por estos mismos motivos ya adoptamos, aunque no sea lo más correcto para un desarrollo objetivo de la cuestión, ese marco el cual todos intuimos. Bien, dicho eso, sabiendo que la moral es algo “aparente”, que realmente no tiene una correspondencia real, que no existen una serie de valores reales, objetivos a los que podamos llamar “mal” y “bien”, precisamente la cuestión que se plantea aquí es ya no la adopción de una conducta u otra por imposición metafísica, sino la reducción de la moralidad a unos términos únicamente individuales. Es decir, la conducta entonces estaría conducida simplemente por términos egoístas, de provecho cara al individuo, y cuya finalidad sería únicamente la consecución de una mayor feliz y ajuste social que la permita. En esos términos nos damos cuenta que muchos de los mal llamados “buenos valores morales”, que reconocemos que se proclaman desde una postura puramente relativa y metafísica concuerdan con este objetivo, con esta finalidad egoísta, desde un punto de vista incluso matemático. Sin embargo, antes me he referido a la cuestión de las “estrategias evolutivamente estables” por un mero hecho: para recordar que esos valores no son algo totalmente estable y “sagrado”, sino que siguen siendo relativos. En este sentido, la “conducta moral” que adoptamos es conforme a las circunstancias grupales, es decir, desde una postura egoísta sabemos que conductas (ya ni siquiera hablo de moralidad, sino tan sólo conductas, sin apelativos) nos son beneficiosas, y en general son beneficiosas cara al conjunto de individuos. Pero también sabemos que dada la relatividad de estos valores, en el momento que alguien se plantee una conducta diferente (observa que ya no digo, “buena” o “mala”), como sabemos que en términos de beneficios nuestra conducta es más práctica, entonces intentaremos aplacar su conducta. Personalmente creo que si es necesario la destrucción del individuo “contrario” no sería ningún problema: puesto que de hecho estamos en una postura más allá de la moralidad. En cuanto al “desequilibrio” (entrecomillado de nuevo), este desequilibrio, o más bien conducta contraria, es tal desde un punto de vista de la estrategia de “cooperación egoísta”; en ese sentido, ya no en términos de “mal” o “bien”, es una conducta que debe ser eliminada, puesto que es más beneficioso tanto individualmente como grupalmente (ya que bajo esta estrategia ambas dimensiones se influyen mutuamente y hay una suerte de sinestesia entre ambas).

• Con las mismas te puedo decir que igual de costoso ha sido adquirir esas “estrategias evolutivamente estables” de los diversos grupos, y que una genealogía de la moral todavía no se ha hecho; Nietzsche no se sitúa en su genealogía más allá del bien y del mal, más bien más acá, para ver su origen, aunque se oponga al carácter absoluto de los valores y a su carácter relativo o utilitario, la genealogía significa el elemento diferencial de los valores, del cual deriva su valor mismo; significa primero origen y nacimiento (Andrés Sánchez Pascual), pero también diferencia o distancia en el origen; esas "estrategias" en esa genealogía serían inútil sino para autoafirmarse a sí mismas y reducirse a sus propios términos. No se puede hablar de algo que aún no se ha cuestionado su genealogía; mientras no se haga esta, lo único que podemos recomendar es apuntarnos a un grupo u otro, como de hecho se hace, pero con ello nos convertimos en seres sin dominio público, sin derechos fuera de nuestra tutela, sin derecho a "aplacar".

Creo que me expliqué mal, cuando me refería a costoso de realizar me refería “aquí y ahora”, para poder discutir el tema. Y por esto mismo adoptamos un marco en términos que nos son familiares, a pesar de saber de lo erróneo de los mismos y su marco y hablar sin fundamento razonable, para que podamos entendernos. Si se ha hecho o no dicha genealogía, es algo que desconozco, dado mi escaso bagaje filosófico, lingüístico e histórico. Pero atendiendo a tu reclamo, y sin profundizar demasiado (más bien superficialmente), intentaré explicar porque yo creo que dicha genealogía no iba a hacer que nuestra postura cambiase demasiado en la práctica a la hora de abordar el tema de la moralidad, dicho lo cual no quiere decir que no sea algo interesante y necesario. Atendiendo a la base de que cualquier idea, y esto incluye la idea de “moral” y todo concepto incluso dentro de dicho “contenedor” o “categoría”, suelen surgir o tienen un correlato empírico, se puede intuir que no precede la “moral” a la sensación, sino lo contrario, es decir en un principio es la sensación, o más bien percepción, de algo lo que hace que lo llamemos “bueno” o “malo” (como bien podrían haber sido otras palabras). Así pues si el correlato empírico de lo “bueno” y lo “malo” es aquello que produce sensación de “agrado” o “desagrado” en un sentido muy amplio y generalizando, se puede percibir el origen como algo natural y fisiológico. La “moralidad” es un concepto posterior, ad-hoc, que ya surge a partir de un desarrollo sociocultural (y por lo tanto lingüístico) complejo, pero igual que las ideas y conceptos surgen por tener un correlato empírico, sabemos que las ideas pueden surgir a partir de otras ideas, que tendemos a producir (dada nuestra naturaleza) avocando a la relación causal entre otras ideas más simples (aunque de hecho no exista dicha relación, ya que el razonamiento no es infalible). De ahí supongo que surge, en cierto modo, todo el tema de la moralidad y la ética, que después no viene más que siendo una remezcla conforme a la situación histórica del momento. Probablemente el concepto de moralidad, desconozco, pero se pueda remontar a la idea de “trascendencia” que es tan vieja como el hombre, cuando se intuye una trascendencia del ser, más allá de lo corpóreo, que deriva en espíritus y al final en la idea de Dios, cuando se inventa, mediante la fabricación ideal, una teleología metafísica, es cuando de hecho surge el concepto de la moralidad o ética, como la del marco que de hecho estábamos hablando. Así, desnudando a la “moralidad” de todo idealismo, nos quedamos sólo con su correlato empírico: lo que es beneficioso o lo que es dañino en términos egoístas para el individuo. Y desde ahí, mediante un simple razonamiento, se puede llegar a la conclusión de que tipo de conducta es más provechosa para el individuo, sin más aditivos de “moralidad ideal”.

Hola, Miguel. Muchas gracias por tu reflexión. He estado pensando en la relación entre el dilema del prisionero y la política, en lugar de la moral. En el número 179 de Claves de razón práctica aparece un artículo donde reflexiona sobre el tema y me parece interesante. El caso es que en política (al menos la cercana) resulta conveniente la "acusación", que adopta la forma clásica del ataque al adversario en los cientos de métodos que conocemos y que resulta rentable según la matriz de pago del dilema, puesto que lo peligroso es "hacer el primo". Por otro lado, este tipo de acción a pesar de desarrollarse entre los agentes implicados acaban afectando al conjunto de la población, que probablemente agradecería que se diese una mayor colaboración. De algún modo puede decirse que hay "sujetos pacientes" del juego político y que reciben un pago (o un castigo) por acciones de otros agentes, de tal manera que en muchos casos lo que le resulta más conveniente a los agentes le resulta negativo a los "pacientes". ¿Habría que cambiar el modelo del dilema para la acción política?

¡Hola Juan Carlos! Gracias por tu comentario, lo cierto es que estoy sorprendido por el interés que despierta el dilema del prisionero y la escasa o nula atención que le prestan los filósofos... Centrándome en tu pregunta, la situación de la política entre partidos es completamente distinta. No se trata de un juego puramente estratégico: los resultados obtenidos por todos los partidos no dependen de las decisiones que ellos mismos toman. En democracia sus resultados dependen de los votantes, muchos de los cuales ni siquiera están afiliados a un partido. Además, en cuanto a la matriz de pago, la política se asemeja mucho más a lo que se llama juego de suma cero, cuyo mejor ejemplo es el bipartidismo: o ganas tú o gano yo, y por eso no me interesa colaborar. Es como si echaran la final de la liga de campeones el Madrid y el Barcelona: la cooperación en ese contexto es imposible. Pero claro, aquí entra una reflexión complementaria: dentro de cada partido sí interesa fomentar la cooperación. Uno de los mayores pecados políticos es la "infidelidad", el "chaqueterismo". El trasfuguismo está muy mal visto y duramente castigado. Y no sólo eso: para ascender puestos en un partido político y tener cargos de mayor responsabilidad hay que llevar la cooperación hasta los límites más insospechados, y estar disponible las 24 horas del día para lo que el partido precise. En la calle se dice que para ser político tienes que estar dispuesto a "vender" hasta a la propia madre... por algo será.

HOLA Antes que nada me parece un dilema descrito con todas referencias necesarias para analizarlo, y trabajarlo detenidamente con alumnos porque permite concientizar cada aspecto moral y ético, solo que en ambientes tan globalizados y deshumanizados por el mal manejo de las tecnologías y la necesidad de poseerlas suena un tanto utópico, debido a que algunas acciones pueden ser aplicadas por algunos individuos pero pueden al mismo tiempo crear frustraciones al no sentir esa misma identificación en su actual con el medio social con el que convive. GRACIAS POR SU MATERIAL ME ES DE GRAN UTILIDAD. AGRADECERE ME ENVIEN MAS DE ÉSTE A MI CORREO. DIOS LOS BENDIGA