
Una de las enseñanzas del dilema del prisionero es precisamente esta: cuando todos buscamos el interés del grupo, salimos mejor parados que cuando cada uno busca individualmente su mejor resultado. Expresado de otra manera: la mejor forma de conseguir lo mejor para cada uno es realizar la acción que realiza lo mejor para todos. La moral compensa, es un buen negocio. Basta fijarse en los posibles resultados y soluciones para darse cuenta. El problema, evidentemente, es que lo más normal es que no "juguemos" el dilema del priosionero una sola vez. Por el contrario, existen multiplicidad de contextos sociales en los que interactuamos con las mismas personas de una forma continuada: la comunidad de vecinos, el lugar de trabajo, los amigos, la familia... En todos estos casos hay muchas situaciones estratégicas, asimilables al dilema del prisionero: colaborar en las tareas vecinales, estar dispuesto a echar una mano en el trabajo... Colaboramos porque es lo mejor para todos y esperando que cuando nosotros necesitemos la ayuda también estarán dispuestos a hacerlo.
El comportamiento moral, entonces, crea una especie de "flujo de la reciprocidad": estamos dispuesto a "ser buenos" con los que son buenos con nosotros, mientras que basta que alguien nos traicione un número variable de veces para que le pasemos a la lista negra. El que no colabora se convierte en alguien que "no es de fiar" dentro de un grupo de colaboradores natos. Se trata de una visión tan realista como descarnada de la moral, que se limita al acuerdo (de ahí el título de Gauthier, La moral por acuerdo) de un grupo que toma conciencia de las ventajas del comportamiento moral. Dado que el hombre no puede vivir aislado, obtiene un mejor resultado de la vida en común cooperando con los demás que montándose la guerra por su cuenta. El dilema del prisionero no puede ser más revelador: lo que creíamos que era un comportamiento altruista es en realidad un modo más de ser egoísta, de conseguir que otros colaboren con nosotros. La buena persona es el "egoísta inteligente". Adoptando una expresión kantiana el comportamiento moral sería la moneda común de aquel que vive con aquellos "a los que no puede soportar, pero de los que tampoco puede prescindir". Interesante, sugerente y provocador, ¿o no"
P.D: fuente original de la imagen.
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