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El fuego y la vida

Rituales, costumbres, mitologías...
La vida humana está llena de simbologías, hasta el punto de que hay quien considera al hombre como un animal simbólico. Pues bien: esta noche es uno de esos momentos del año en el que lo simbólico se desata. Es curioso que nos empeñemos en llenar de luz la celebración de la noche más corta del año (que estamos a punto de vivir) y también la de la más larga (la noche del 24 de diciembre). Evidentemente, los juegos de oposiciones luz/oscuridad, vida/muerte, puro/impuro aparecen en todos los rituales que tienen lugar estos dos días. En concreto en la enorme cantidad de tradiciones propias del día 24: hogueras de San Juan, mitos y leyendas, queimadas y conjuros, y una buena lista más de tradiciones, ritos y festejos que son tan variados y plurales como las culturas humanas. Todas ellas, eso no puede faltar, con un denominador común: el fuego. El fuego es un símbolo tan potente como fascinador. Ya no sólo por la importancia que tuvo en su día para la supervivencia humana, sino por sus múltiples significados y funciones. La hermandad existente entre diversas culturas y el fuego no es exclusiva sólo de países mediterráneos, sino que el fuego aparece simbólicamente en todas las culturas que lo conocen. Desde el campo de la filosofía, ahí está el el psicoanálisis del fuego de Gaston Bachelard, donde aparecen de un modo poético muchos de los significados del fuego. La vida y la muerte van unidos: el fuego quema y destruye, pero también purifica. Echamos a la hoguera todo aquello que queremos olvidar, y conjuramos al fuego para que nos defienda de los malos espíritus. Quemamos en el fuego el pasado y hacemos un pacto con el fuego sobre el futuro. Saltar la hoguera es saltarnos a nosotros mismos, saltar el tiempo: el que supera las llamas no es el mismo que comenzó la carrera. Es sugerente saber que aún hoy necesitamos de este tipo de ritos: tenemos luz, calor en nuestras cocinas, sistemas de calefacción. Sin embargo, el fuego sigue atrayendo nuestra atención, sigue embelesándonos mientras se consume. No importa que ya no sea un elemento esencial para nuestra supervivencia o que (más o menos) hayamos logrado controlarlo, que la tecnología haya sustituido casi por completo su presencia en nuestras vidas. El fondo humano de todo esto es que a través del fuego volvemos a ser lo que fuimos y lo que en cierto modo nunca hemos dejado de ser: animales simbólicos, necesitados de desentrañar los enigmas del mundo a través de elementos cargados de significado, que nos hacen la realidad más vivible, más cercana. Animales simbólicos preocupados por nuestra propia vida, por conjurar el pasado y abrazar alegremente el futuro. En definitiva, el fuego nos recuerda que somos animales filosóficos.

Muy interesante el artículo. Un saludo.

Magnífico blog. Pasaré -con vuestro permiso- con frecuencia por aquí.

quiero saber si el fuego tiene vida propia es una pregunta que los estupidos profes encargaron

exelente articulo