Sigamos con la propuesta anterior. Lo que aparece a continuación es sólo una tentativa de análisis, que pretende, entre otras cosas, plantear el debate al respecto: En los generalmente escasos anaqueles dedicados a los amantes de la sabiduría encontramos dos tipos de libros: académicos-históricos y reflexiones del presente. En el primer caso se trata de libros que revisan la vida, la obra y el pensamiento de otros filósofos anteriores. Libros sobre Kant, Nietzsche, la fenomenología o el racionalismo europeo. En el mejor de los casos, estos libros académicos tratan de revivir tradiciones "perdidas" para occidente: filosofía oriental, africana... Se trata de libros destinados exclusivamente a un público especializado, que desde luego pueden tener su utilidad para los estudios filosóficos, pero que difícilmente pueden ser entendidos como una forma de "actualizar" la filosofía, como el "oficio" propio del filósofo. No pretendo con esto que haya que ignorar o despreciar la historia, pero no menos cierto es que las grandes obras de la historia de la filosofía han sabido traer esa reflexión al presente, enlazarla con los problemas de su tiempo. Algo que no siempre consiguen los libros académicos actuales, que pasan por las estanterías prácticamente inadvertidos. ¿Se puede decir que estos libros son "filosofía"" ¿En qué sentido"
El segundo tipo de libros quedaba encerrado bajo la categoría "reflexión del presente" (por supuesto, cualquier otro rótulo puede mejorar esta expresión). Se trata de las obras de filósofos que abordan problemas de su tiempo, y tratan de enfocarlos de un modo crítico y global, aspirando al máximo rigor conceptual en el mismo. Mucho me temo, sin embargo, que este tipo de enfoques escasean: si no se descalifica a quienes están dispuestos a realizar este esfuerzo con el calificativo de "divulgación" (como si esta tarea fuera algo despectivo) se sostiene el estúpido prejuicio según el cual la auténtica filosofía se ocupa de sí misma, de manera que el pensamiento actual debe prestar atención predominantemente a la tradición de la que es heredera. Y muchas de estas tendencias nacen y se alimentan en las universidades. El academicismo y la gestión de la investigación fomentan el trabajo libresco, la lectura y reinterpretación del pasado. Los estudios superiores orientan la filosofía en una determinada dirección quizás no tan filosófica como sería deseable. Los trabajos de licenciatura, la suficiencia investigadora y las tesis doctorales son grandes producciones académicas que no consiguen que la filosofía produzca ideas que puedan traspasar el murmullo de los inciados, que puedan aportar originalidad y frescura. Las publicaciones de los "consagrados" son recibidas con cierto gozo por el reducido grupo de especialistas, pero apenas logran eco social alguno. ¿Para qué la filosofía si no es leída, comentada, dialogada, si no se alarga en la vida de los posibles lectores" Parece necesario ir abordando la pregunta que titula esta anotación: ¿Cómo se hace filosofía"
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