Publicamos hoy la primera parte de la entrevista realizada a Rafael Robles, al que desde el inicio queremos agradecer la profundidad de sus respuestas, así como la dedicación que ha prestado a la entrevista. Con sólo leerla, se nota que no se la ha tomado como un mero trámite, por lo que su lectura es más que recomendable, ya que nos permite acceder a ideas y temas que no siempre salen a través de las bitácoras. Las preguntas de esta primera parte estarán centradas en los viajes y la educación, tomando como referencia la amplia experiencia de Rafael como profesor que ha impartido clase en diversos continentes. Comenzamos con una de las preguntas planteadas por Fran, uno de los lectores. La plantea así: en función de tu experiencia docente en tantos países, ¿has apreciado cambios metodológicos importantes de un lugar a otro" Dicho de otra manera: ¿Tenías que adaptar la manera de enseñar tu asignatura en función de la cultura de los alumnos que te escuchaban"
Respuesta: El cambio metodológico viene marcado por la economía del país y el ingenio del profesor. Donde no hay dinero la única metodología educativa se apoya exclusivamente en la palabra, en el diálogo, donde empieza a haber más de riqueza la palabra se complementa con pizarra y tiza y, progresivamente a medida que se enriquece el país, con libros, televisores, ordenadores, videoproyectores, hasta llegar a Internet y a las pizarras digitales actuales. En el fondo estos no son más que medios para favorecer el diálogo, la participación. Deberá haber en algún sitio excelentes profesores capaces de enganchar y apasionar a los alumnos día tras día con la simple palabra, pero los demás, que carecemos de dicho don, hemos de apoyarnos en los nuevos métodos cuya principal virtud es la capacidad de motivación para el diálogo. En España y Estados Unidos estoy acostumbrado a usar Internet y videoproyector, herramientas que motivan sin duda alguna; sin embargo en Irán no los había, nos conformábamos con una pizarra; sin embargo allí el trabajo de motivación no es tan necesario como en España porque al haber menos centros educativos y más restricciones para acceder a la educación quien consigue una plaza la valora mucho, lo cual motiva per se. En China las carencias económicas eran mayores y la ratio profesor-alumno muy elevada, por lo que los alumnos no podían participar tanto en clase y me veía obligado a dar lecciones "magistrales” más que participativas, aunque tratara de ingeniármelas, a veces infructuosamente, para fomentar la participación; allí el silencio de los estudiantes es casi sepulcral, tenía que motivarles para que "estuvieran menos motivados”.
Viajar también me ha hecho constatar que todos los alumnos son iguales en lo básico.
En cualquier caso la manera de enseñar, sea más o menos participativa según el país, siempre estuvo basada en el respeto y amor a mis alumnos. Eso hace que sean los propios alumnos quienes se acercaran más a mi modo de entender la clase que yo al suyo. Los profesores, con la experiencia, nos convertimos en expertos en detectar patrones humanos de comportamiento y, en mi experiencia, los patrones psicológicos y de aprendizaje son los mismos, independientemente de la cultura a la que se pertenezca, por tanto la metodología didáctica solo varía en función de los recursos didácticos disponibles.
Erasmo, otro de los lectores, nos lanza una pregunta comparativa: ¿Cuál sería a tu parecer el mejor sistema educativo de todos los que ha visto" Y si no puedes quedarte con uno, al menos señala las cualidades positivas de los que ha podido conocer.
Respuesta: El mejor sistema que conozco es el estadounidense por una razón clara: es el que cuenta con más dinero; esto implica una ratio profesor-alumno más reducida, más facilidad para la innovación y acceso a las tecnologías educativas. No por casualidad allí empecé con videoproyectores y a trastear con webs cuando en España apenas habían llegado al mundo educativo. Además allí los centros cuentan con mayor autonomía, los equipos directivos están profesionalizados, se contratan profesores según el proyecto y necesidades del centro, se incentiva económicamente –en los salarios- la formación de los profesores, se valora mucho la experiencia en el extranjero de sus maestros, se premia el trabajo de los docentes que trabajan y se castiga el desdén de los profesores desdeñosos, etc.
Nadie discute que los viajes suponen una gran experiencia de aprendizaje vital. Quisiera centrarme en ese aspecto y proponer una doble pregunta: ¿Qué has aprendido en estos viajes respecto a la enseñanza"
Respuesta: He constatado que lo importante en la vida es estar con los demás, es decir, compruebo que la definición de Aristóteles del ser humano como animal social es exacta, aunque en los países occidentales estemos olvidándolo. En los países más pobres se enseña a ser feliz con lo poco que tienen, algo que olvidamos en Occidente; no quiero decir que la educación allí incite a la resignación sino, más bien, a no obsesionarse con la competición con los otros seres humanos sino a cooperar con ellos. He aprendido también que un educador es un profesional de la felicidad, es decir, alguien cuyo trabajo consiste, principalmente, en enseñar a los demás a ser felices en medio de las circunstancias en que les haya tocado nacer.
Viajar también me ha hecho constatar que todos los alumnos son iguales en lo básico. Tengo la suerte de tratarlos antes de que ingresen en el mercado laboral, me los encuentro en la etapa en la que están, disculpa la cursi expresión, en "estado de pureza” y muestran, allí donde estén, los mismos miedos, inquietudes, ilusiones, anhelos… Tras su paso por la educación estos jóvenes empiezan a disolverse en el sistema político donde han nacido y la mayoría lo suele aceptar como el mejor de los sistemas: son engullidos sin conmiseración por el sistema ultra consumista estadounidense, o por el teocrático iraní, o por el totalitarista chino o por el anárquico haitiano o dominicano y son estos jóvenes, con quienes trabajé en "estado de pureza”, quienes reproducen dicho sistema ultra-consumista, teocrático, totalitarista o anarquista alejándose, quizá, del Estado de organización política ideal con el que se suele soñar en la adolescencia "pura”. El hecho de que yo pueda tratarlos antes de ser engullidos por el sistema me permite, por tanto, disfrutar de su frescura intelectual y poner en práctica un pensamiento crítico más difícil de disfrutar en etapas más avanzadas de sus vidas.
Al igual que el sistema educativo español tiene como misión fundamental adoctrinar a los futuros ciudadanos para que convivan compartiendo una serie de valores (vg. consumismo, individualismo y competitividad), el sistema educativo iraní adoctrina en otros valores (vg. sumisión al Estado, gregarismo, solidaridad y orgullo nacional)
Y ahora la segunda parte: ¿Han modificado estos viajes tu propia concepción de la filosofía" Intentaré explicarme un poco más: ¿Ha habido vivencias que te han llevado a acercarte más a uno u otro filósofo/a, a valorar un poco más alguna corriente de pensamiento"
Respuesta: Los viajes quizá me han escorado moderadamente a la izquierda. Siempre he sentido atracción intelectual por el liberalismo político y económico, pero he constatado que esta utopía –tan inverosímil como la utopía comunista- trae pobreza e injusticia. Es inevitable sentir cierto "síndrome de Estocolmo” -si no es así, uno caería en el empecinamiento, el dogmatismo y la cerrazón- allí donde uno va y acabar comprendiendo, aunque no necesariamente compartiendo, por qué en Irán existe la teocracia, en China el comunismo con "complejo de culpa”, en Haití la cleptocracia y en Estados Unidos la economía basada en el militarismo. Por poner un ejemplo de la lucha dialéctica de los filósofos y la dificultad que entraña estar de acuerdo en una misma línea de pensamiento político, Foucault definió de forma entusiasta la revolución de Jomeini en términos hegelianos como aquella síntesis que ha sido capaz de superar al capitalismo y al socialismo. Los grandes filósofos no llegan a ninguna conclusión sobre cuál es el mejor de los mundos políticos posibles y yo, como comprenderás, menos. A veces me siento kantiano y otras utilitarista, en ocasiones me entusiasman los neomarxistas y a ratos Friedman. No quiero caer en el relativismo pero este mundo es tan complejo que no hay lugar para certezas filosóficas, lo cual, sin duda, me acerca al postmodernismo, a la filosofía "líquida” de Bauman o al "pensamiento débil” de Vattimo, filosofías éstas muy seductoras pero sin duda plagadas también de inconsistencias.
Quisiera fijarme en una de las experiencias de las que frecuentemente hablas en tu blog: Irán. En contra del prejuicio habitual, ¿qué podría aprender nuestro modelo educativo del iraní"
Respuesta: Al igual que el sistema educativo español tiene como misión fundamental adoctrinar a los futuros ciudadanos para que convivan compartiendo una serie de valores (vg. consumismo, individualismo y competitividad), el sistema educativo iraní adoctrina en otros valores (vg. sumisión al Estado, gregarismo, solidaridad y orgullo nacional). Los valores islámicos se imponen en la educación persa con la misma viveza con que se imponen en España los valores de la monarquía parlamentaria representativa. Yo, que vivo dentro del sistema cultural español, apenas dudo de que el mío sea un mal sistema, lo he estado viviendo desde que nací; algo así debe pensar la mayoría de los iraníes acerca de su organización política. En cualquier caso nuestro sistema educativo español podría aprender de ellos una educación más cuidadosa donde, frente al individualismo, se "construye” a ciudadanos más sociales que aman sin complejo, y a pesar de todo, a su nación. Dicho sea de paso, ellos deberían copiar de nosotros, por ejemplo, la libertad de cátedra y los sueldos más dignos del profesorado.
Una última pregunta en la que me gustaría convertirte en "consejero”: ¿Qué recomendaciones darías a un profesor que quiere salir al extranjero" Te agradecería que, a ser posible, lo hagas en un doble sentido: qué convocatorias solicitar, cómo preparar proyectos o exámenes… y también en un sentido vital, es decir, cómo afrontar la experiencia de dar clase en el extranjero.
Respuesta: Quien de verdad quiere irse se va, es una "necesidad interior” que no se puede frenar. Me he ido en ocasiones con programas oficiales y en otras por mi cuenta. Una paciente búsqueda en Internet permite encontrar ofertas en los más variopintos lugares del planeta. Una vez que se entra en esta dinámica es imposible parar, viajar –no "hacer turismo”- es un vicio, una necesidad vital, una especie de intento irracional de huida de la muerte, de ansia extrema de conocer el mundo en el que me ha tocado vivir y, sobre todo, el deseo de mejorar como profesor. El Ministerio de Educación y el de Asuntos Exteriores tienen programas para enseñar en el extranjero de los que uno se puede informar en sus respectivas webs.
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