Llevamos ya varias clases hablando de la filosofía aristotélica, y peleándonos con conceptos como el de sustancia, accidente, materia, forma... El pensador griego insiste en diversos lugares que la sustancia está compuesta por materia y forma: ambas son imprescindibles para que podamos emplear el término sustancia. La consecuencia de esto es doble: por un lado golpea en la línea de flotación del platonismo al negar la existencia de las ideas separadas de las cosas. Por otro lado, parece afirmar también que la materia, de por sí, no es nada. Precisamente porque puede serlo todo: un bloque de bronce es menos "sustancia" que una escultura, porque esta segunda tiene forma. Extraíamos en clase una conclusión complicada: la materia, de por sí, no es sustancia y sólo puede llegar a serlo cuando recibe la forma. Una montaña de virutas no tendría la misma entidad, por ejemplo, que una tabla de conglomerado, creada precisamente a partir de las virutas. Mientras andábamos con estos razonamientos, un alumno inteligente preguntó: ¿Qué tipo de entidad o sustancia es entonces el arte abstracto"
El razonamiento se las trae: el arte abstracto es material, pero no siempre tiene una forma identificable. En cierta manera es materia sin forma. Inmediatamente tiene que entrar el matiz: el arte abstracto tiene forma, desde luego, pero no estamos ante una forma figurativa o representativa. ¿Cómo intepretarlo entonces desde la terminología aristotélica" El peine del viento no tiene ninguna forma reconocible: no se parece a ninguno de los peines que podemos tener en el baño y por su estructura y el material recuerda más a unas tenazas o unas manos robóticas que a un peine. Tenemos muy claro cuál es la materia: el acero. ¿Sabríamos identificar igualmente la forma" La respuesta no es inmediata. ¿Sería entonces una "sustancia" en el término aristotélico, un compuesto de materia y forma" Si la forma "nos entra por los ojos" (que Aristóteles me perdone la falta de rigor), ¿qué forma podemos atribuirle a aquello que vemos por vez primera, que es virgen a nuestra mirada"
La cuestión de cómo encajar el arte abstracto en la metafísica aristotélica, tan llena de idas y venidas, dichos y contradichos, es en realidad secundaria. Lo verdaderamente importante es que la pregunta pone al arte abstracto ante un desafío: ¿Cómo es posible comunicar, significar o representar sin ninguna de las formas que nos resultan más próximas y familiares" El arte sin forma crea una nueva realidad, alumbra nuevos espacios y tiempos que pese a no guardar parecidos con lo que nos resulta más cercano terminan por simbolizar emociones, ideas, situaciones. En cada obra, el arte abstracto crea su propia forma y nos dice algo, siendo capaz de superar las formas cotidianas de realidad. La reflexión se puede prolongar mucho más allá del arte abstracto y la filosofía aristotélica: en realidad es el arte y la metafísica lo que chirría. Cualquier intento de dar una visión filosófica de la realidad podrá ponerse en entredicho desde el punto de vista de la producción artística. Ni esencias, ni apariencias, ni sustancias, ni accidentes, ni formas ni materias: el arte es metafísicamente imposible de apresar con conceptos. Es una realidad que se escapa a la explicación que puede ofrecer la metafísica. ¿O acaso será posible una metafísica del arte, con conceptos propios"
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