Llevamos ya varias semanas de revueltas y movilizaciones en algunos países árabes. Occidente mira con expectación y respeto al desarrollo de los acontecimientos si nos fiamos de la versión oficial. Si queremos ser desconfiados, se podría pensar que mueve los hilos por detrás, alentando a unos con la venta de armas, más o menos encubierta, o con estrategias aún más oscuras y escondidas. Independientemente de la interpretación que nos resulte más querida, ahí están los grandes medios de comunicación para servírnoslo todo en bandeja: gracias a los diarios digitales y las redes sociales, podemos "seguir la actualidad al minuto". Se da rienda suelta a las autopistas de la información, y se moviliza a los mejores analistas de cada bando, que elaboran análisis profundos y sesudos de un país, de una situación, de un conflicto, que hace un mes no interesaba a nadie y que dentro de dos habrá caído en el olvido. Con la reconfortante seguridad, eso sí, de haberlo seguido todo minuto a minuto.
La urgencia y necesidad de estar enterado "al minuto" de este tipo de fenómenos parece ser una condición indispensable de lo que debería ser un ciudadano informado. Nuestro tiempo sufre de miopía: apenas nos preocupamos por transmitir a la juventud un conocimiento exhaustivo del pasado, y tampoco parece oportuno que puedan contar con los conceptos teóricos más indispensables para analizar la realidad que les rodea. Vemos mal de lejos, tanto hacia atrás como hacia adelante: faltan quienes puedan mirar más allá de los consabidos cuatro años que garantizan una legislatura. Sin embargo, disfrutamos de una excelente visión de cerca: con las pantallas de nuestros ordenadores o las hojas de los periódicos todo lo que ocurre en el planeta está a nuestro alcance. Por algo vivimos en la sociedad de la información y por algo hemos convertido la noticia en uno más de los artículos de consumo: los diarios terminan en los contenedores azules de la misma manera que reciclamos los sucesos o las noticias que albergan: nadie se baña dos veces en el río de la información.
Se nos dice que los cambios que se avecinan en países como Egipto o Túnez son de profundo calado. Introducirán cambios que significarán puntos de inflexión en tendencias históricas de varias décadas. Ahora mismo es imposible predecir cuál será su signo y hacia dónde evolucionarán ambos países. Y rodeados de tanta incertidumbre, ¿para qué me sirve seguir "al minuto" todo lo que ocurra en las calles de El Cairo" ¿En qué quedarán dentro de unos meses todos los artículos de opinión que han llenado estos días los grandes medios" ¿Me están informando o tan sólo creando la ilusión de que se está al día en un asunto de proyección histórica que requerirá de años para poder estar al tanto del mismo" La obsesión por seguir al minuto ciertos sucesos se revela absurda cuando se toma conciencia de que la realidad no da de sí, no se puede estirar tanto como para pretender actualizar minuto a minuto lo que está pasando. Pero así somos y así nos va: con cuatro ideas generales del pasado, tres conceptos mal aprendidos para analizar el presente y totalmente informados, minuto a minuto, de lo que ocurre a nuestro alrededor.
- Comentarios bloqueados