Llevamos ya varias semanas con el tema y parece ser que no se habla de otra cosa. Todo apunta a que habrá cambios en el partido en el gobierno y ya está confirmado que el actual presidente no se presentará a las elecciones generales del próximo no se sabe aún cuándo. Por lo visto es una cuestión de máxima importancia y que atrae la atención del país. Quizás sea un momento más que adecuado para ir planteando entre los profesores de filosofía otro debate sucesorio: el de la famosa ciudadanía. Estando las cosas como están, todo indica que se avecinan cambios de calado que afectarán al sistema educativo. Y las entrevistas que ofrecen los diversos periódicos no dejan lugar a la duda: la asignatura de ciudadanía, que tuvo un nacimiento tan difícil y desafortunado, va a ser una de las presencias más fugaces de nuestro sistema educativo. Apenas cuatro años va a durar la polémica asignatura, menos tiempo de lo que se tardan en resolver los recursos jurídicos que tiene planteados en diversos tribunales. En fin, que se acaba la fiesta si es que alguien en algún momento ha sentido que impartir una asignatura de una hora semanal puede tener algún sentido educativo (y encima festivo)
A mi entender, sería una postura inteligente irse movilizando, porque una vez más vamos a estar en el punto de mira. De nada va a servir el esfuerzo que el profesorado de filosofía (y de ciencias sociales en el caso de 2º de ESO) haya podido hacer para dar seriedad a la asignatura: todo lo que "huela" a ciudadanía levantará sospechas. Y eso puede ocurrir desde 2º de E.S.O. hasta 1º de bachillerato. El mayor agravio que se le hará a la filosofía es que nadie recordará que mucho antes que esta ciudadanía existía una asignatura denominada Ética, con dos horas semanales, y que se encargaba de dar unas nociones morales y políticas a los alumnos, tratando de situarles ante un mundo complejo que no siempre son capaces de comprender. He oído declaraciones en las que se aboga abiertamente pos sustituir la ciudadanía por una asignatura en la que se inculque el espíritu emprendedor. Algo muy propio de un capitalismo mal entendido: más empresa y menos ética. Eso es lo que necesita el mundo de hoy, y más una sociedad como la nuestra sumida en una crisis económica. Como si dicha crisis fuera concebible al margen de un cierto estilo moral de mayor calado y, por cierto, más difícil de modificar.
Es el momento de actuar. No de manera precipitada o con enfrentamientos como se ha hecho en el pasado, sino de una forma tranquila y reposada, viendo posibles propuestas que ofrezcan alternativas a los políticos que diseñen el "nuevo" sistema educativo. Se podría (y debería) ir hablando a través de las diferentes asociaciones de profesores, para alcazar acuerdos comunes e integradores, que nos representen a todos y eviten que la lucha haya de llevarse de comunidad en comunidad autónoma. Sin precipitaciones se podrían ir peparando textos y manifiestos para colgarlos en la red el mismo día en que se empiece a hablar de cambios en el sistema. Es tiempo de preparar con calma los correos electrónicos que después habrá que enviar a medios de comunicación y autoridades políticas, recordando que muchos de los que criticaban la imposición de la ciudadanía eran defensores de la asigantura de Ética, una disciplina que cuenta con más de 2000 años de reflexión que ha ido cristalizando en este tiempo en grandes obras del pensamiento occidental.
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