De una manera u otra, todos hacemos alguna vez cosas por las demás. Incluso la persona más egoísta que nos podamos imaginar ha ayudado alguna vez a otra persona. Pero este tipo de acciones, en las que dedicamos parte de nuestro tiempo/esfuerzo/dinero a los demás no siempre son acciones morales. Al menos así lo pensaba Kant, para el que la motivación última de la acción es la que marca el norte: sólo si actuamos por deber estaremos obrando de un modo moral. En eso consiste precisamente el altruismo: en ayuda a alguien o dar algo sin recibir (ni esperar recibirlo) nada a cambio. El diccionario de la R.A.E. lo define así: "Diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio". Uno de los temas que ha salido varias veces a lo largo del curso en 1º de bachillerato es precisamente el de su existencia: si alguien actúan con la diligencia que describe el diccionario, no es por el bien ajeno, sino siempre por el propio que se antepondrá en toda circunstancia al de los demás. O al menos así lo piensan varios alumnos de bachillerato.
Los argumentos son de lo más variopinto. El más utlizado alude a la necesidad psicológica: quienes hacen algo por lo demás obtienen una recompensa psicológica innegable, al sentirse mejor consigo mismos. Se trata de una cuestión de conciencia moral: quienes ayudan buscan satisfacer su necesidad moral de ayudar, pero eso no les convierte en mejores personas, o sus acciones no están recubiertas de una especial categoría moral. Simplemente, decían en clase, tienen ese tipo de conciencia. Así, todo se explicaría en función del egoísmo, que para muchos es el principio de acción fundamental: todos miramos por nuestro propio interés, independientemente de que éste incluya (o no) las necesidades e intereses de otros. Así, el voluntario de una ONG, el ejemplo está tomado de clase, busca una manera de mantener su conciencia tranquila. O puede buscar, por qué no, cubrir carencias afectivas o psicológicas. Si nos atenemos a los argumentos de sus críticos, el altruismo es tan sólo una bonita máscara, una forma ficticia de presentarnos ante los demás.
Con todo, no terminan ahí las críticas al altruismo. Uno de los enfoques más conocidos es sin duda el de la sociobiología. Desde este campo se interpreta el altruismo como un comportamiento escrito en nuestros genes. En contra de lo que se pudiera pensar en un primer momento, la solidaridad y el sacrificio por los demás tienen un mayor sentido evolutivo que el egoísmo: renunciando a nuestra propia existencia aumentamos las posibilidades y garantías de que la especie pueda sobrevivir en mejores condiciones. Richard Dawkins ha dado una vuelta de tuerca más a este argumento: no ayudamos a cualquiera, sino sólo a aquellos con los que más genes compartimos, con lo que la solidaridad no es tal, sino que viene codificada por los genes que serían capaces, por así decirlo, de seleccionar a aquellos individuos con los que más tenemos en común. Salvar a otros tiene sentido cuando hay un parentesco genético muy cercano con esos "otros", y por ello el altruismo tendría una justificación biológica y egoísta. O dicho de otra manera: el altruismo no existe como tal, sino que expresa siempre el interés personal. ¿Tiene razón cualquiera de los dos enfoques, sea el psicológico o el biológico" ¿Existe siempre una recompensa o una motivación egoísta para una acción aparentemente altruista" El que tenga las respuestas, que las comparta (altruistamente) con el resto de lectores...
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