Pasar al contenido principal

Libre circulación

Derechos humanos e inmigración

En el artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos se puede leer lo siguiente:

1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.

Estamos ante un artículo delicado por la cantidad de interpretaciones que se le pueden dar. A lo que se añade un detalle a mayores: su actualidad. Llevamos ya varias semanas en las que se está planteando seriamente la suspensión del acuerdo Schengen, que permite precisamente la libre circulación de ciudadanos europeos dentro de la Unión. La misma Europa que exige el cumplimiento de los derechos humanos en la panorama internacional tiene que cuestionarse hasta qué punto puede cumplir con artículos como este, cuando empieza a verse desbordada por grandes oleadas de inmigración. Porque este es precisamente el fondo de la cuestión: el "desafío" que supone la inmigración a los equilibrios que presuponemos estables pero que terminan sin serlo en cuanto se les pone a prueba.

Los derechos humanos parecen hundirse en un abismo insalvable que va de la realidad al deseo. Una mirada sensata a la realidad nos deja bien claro que la libre circulación de personas es, en nuestros días, una imposibilidad, una especie de sueño utópico que puede incluso transformarse en pesadilla. La desigualdad entre los países trae consigo una consecuencia insuperable: hay seres humanos que desean vivir mejor, acceder a las condiciones de vida indispensables que en sus países no están al alcance de la mano. Un deseo que, no lo olvidemos, es tan legítimo como profundamente humano: que levante la mano el pueblo que no haya emigrado alguna vez, sea por causas económicas o políticas. Y una consecuencia de esto es dejarse llevar por cierta visión idealista: hay que estar abiertos a todos aquellos que deseen ir o venir, abrir las fronteras y compartir bienestar, derechos, libertades... hasta que tomamos conciencia de que todo esto que queremos poner en común con otros se agota. La libre circulación es, sencillamente, un imposible.

El artículo 13 fue redactado en un mundo de postguerra, en el que simultáneamente se iban a ir redefiniendo muchas fronteras. Las contradicciones de la declaración son también las de aquellos que la redactaron: mientras esbozaban un mundo totalmente alejado del real, ponían condiciones para que la realización de los derechos que crearon no fuera efectiva. En las pocas décadas que llevamos experimentando con estos derechos, varios de los firmantes han creado sus propios refugiados políticos, han "jugado" con las fronteras en función de sus propios intereses y han puesto trabas a la libre circulación de las personas, negando también en ocasiones el derecho a decidir el lugar de residencia. En este tiempo nos han enseñado, por ejemplo, que hay personas ilegales por su procedencia y el argumento del miedo ha reconstruido las fronteras que la inmigración logra sortear. Derecho a la libre circulación y residencia: ¿compatible con el bienestar y la seguridad" Si la respuesta no es afirmativa, quizás debiéramos ir planteando la posibilidad de redatar una declaración más ajustada a la realidad.

Deberíamos eliminar de la Carta de los Derechos Humanos los principios que la inspiraron, aunque no se cumplan o no puedan cumplirse. Personalmente creo que no. Los principios inspiradores deben de continuar para que nos recuerden permanentemente hacia dónde queremos ir. La utopía no está mal, el error consiste, en tomarla al pie de la letra. Pero hay una cosa que me molesta sobremanera. Decimos que tenemos que acoger a los que sufren (y a los que no sufren). Pero, ¿esos que sufren desean emigrar? No, no desean emigrar. Lo que desearon es que hubiésemos actuado para no tener que haber emigrado. Pero lo hicimos. No. ¿Por qué? ¡Ah!, eso es intervencionismo. Cada pueblo tiene derecho a elegir su futuro, sus valores, sus cultura, etc, y nosotros no tenemos ningún derecho a intervenir sobre su futuro. Ellos son plenamente soberanos. ¿Es la aceptación pasiva de los refugiados lo único que podemos hacer? ¿ Intervenimos o no intervenimos? Quizás no se trate de redactar una declaración más ajustada a la realidad en cuanto a los principios, sino más ajustada a la realidad, en cuanto a los medios para conseguirlos.

¡Hola Elías! De acuerdo, hay que se ambiciosos, e incluso, por qué no, mantener la declaración tal y como está. El problema que esto implica es que la declaración se convierte en papel mojado. Con el añadido de la hipocresía: sin entrar a valorar el asunto de la necesaria cooperación con países de los que emigran grandes masas de población, creo que occidente mira mucho los derechos humanos cuando le interesa, pero se olvida de ellos tan pronto como tiene que tomar decisiones que van en su contra. Está muy bien tener la utopía en el horizonte, pero no para convertirla en algo "maleable" o "moldeable" a nuestro antojo.

¡Hola Miguel! La declaración no se convierte en papel mojado porque no se logre lo establecido en la misma, sino, porque no se lucha por alcanzarlos. La lucha por lograrlos es el éxito de la Declaración. Y es verdad que el mundo occidental habla de derechos humanos cuando le interesa pero se olvida de ellos tan pronto como tiene que tomar decisiones que van en su contra. Todo ello es muy cierto. Pero es que hay un problema más grave aún, al menos para mí, y es que Occidente(hago excepción de Estados Unidos, lo cual no justifica todos sus atropellos) no desea luchar más, ni siquiera, por aquello que considera justo. Sé que parte de esa actitud ha sido fruto de la experiencia traumática vivida en las sucesivas Guerras Mundiales. Y esto lo explica en parte. Aunque no es esta parte la que a mí preocupa. La que a mí me preocupa es aquella que no desea luchar porque en su nihilismo axiológico considera que ya no hay ningún valor por el que luchar, ninguna causa que merezca la pena. Es la Europa de los “estómagos satisfechos”. Es aquella Europa a la cual sólo le importa su satisfacción personal. Quizás no es que no le importa lo que le ocurra a los demás, quizás no es que no le importe el sufrimiento de los demás, pero en cualquier caso, consideran que no son ellos los que tienen que resolver el sufrimiento de los demás. Al parecer, están muy ocupados en satisfacer sus propias necesidades.