Hoy empezamos el curso con el "privilegio" de estar en el punto de mira de la sociedad. Trabajamos poco, se dice, y los polémicos "dos meses de vacaciones" están en boca de todos. Como si tal circunstancia mereciera algún tipo de contrapartida o justo castigo. Quieren "meternos en cintura", expresión que se ha escuchado en algunos medios de comunicación, tan demagógicos y servilistas como de costumbre. Es sencillo poner a la opinión pública y a la sociedad en contra de un colectivo cuando los dueños de las fábricas de puntos de vista están aliados con el poder, y sólo cuentan la mitad de lo que deberían. Por si queda alguna duda, pongamos el tema de las famosas vacaciones del profesorado en claro: efectivamente, los meses de julio y agosto los profesores no trabajamos. Estamos de vacaciones. Pero hay una diferencia con el resto de trabajadores: estas vacaciones no están "pagadas", sino que se las paga cada profesor de su bolsillo al recibir anualmente una retribución inferior a la que debería. Y quien esconda esta información es sencillamente un manipulador, sea consejero de educación o director de informativos.
Todos los profesores de enseñanza secundaria de institutos públicos son funcionarios públicos. La ley del funcionariado establece una serie de escalas y niveles, dependiendo de la titulación exigida para la oposición y de la tarea a realizar. En nuestro caso, los profesores de secundaria pertenecemos al grupo A, nivel 24. Sin embargo, las retribuciones que reciben los profesores de secundaria no son iguales a las que reciben otros funcionarios de otros ministerios de igual grupo y nivel. ¿Por qué" Por la sencilla razón de que tenemos dos meses de vacaciones. Es decir: combramos menos que un funcionario de justicia o sanidad del mismo nivel, y esa diferencia de salario se justifica por las consabidas vacaciones que en realidad pagamos nosotros. Me da igual que decir esto sea popular o no lo sea, pero es la verdad. Esto es, por ejemplo, lo que justifica que el tropel de asesores técnicos que pasan a trabajar en la administración reciban por ello una sustanciosa cantidad a mayores todos los meses: trabajan once meses y cobran el sueldo correspondiente a su grupo y nivel. Así de sencillo.
Decir que los profesores tenemos dos meses de vacaciones es hacer demagogia, contar sólo la mitad. También lo es decir que trabajamos sólo 18 o 20 horas. Y más incomprensible me parece que haya administraciones dispuestas a pagar complementos u horas extra por realizar tareas que la ley prevé y permite, como es el trabajar 21 horas. Y ya el colmo del asunto es que la administración pública fomente la creación y consolidación de colegios privados o que una consejera de educación que por lo visto se identifica con los grupos católicos más conservadores presuma antes los mismos de que en su comunidad se está fomentando una "educación católica", teniendo en cuenta que la enseñanza pública, según datos de la consejera, representa sólo el 52% del total. Da la sensación de que la parte más convervadora del catolicismo español estuviera al frente de la consejería de educación de Madrid, y tuviera como plan desacreditar la enseñanza pública. Como se suele decir, han metido al lobo a vigilar a las gallinas. Es como si un bombero presumiera de la cantidad de bosques que han ardido durante sus servicios. Así que una legión de profesores de todo el país, de vagos que trabajan "solo" veinte horas y tienen dos meses de vacaciones, se incorporan hoy a su trabajo mirando hacia Madrid con perplejidad y vergüenza. Hace falta autocrítica, desde luego. Pero necesitamos autoridades con un poco más de honestidad e integridad, formación intelectual, más rigor en sus declaraciones y más respeto hacia quienes se vuelcan en el aula para que luego ellos presuman con las estadísticas en la mano cuando los resultados son favorables. Así no se puede dirigir un país, ni una comunidad, ni una consejería. Por favor, que vuelvan a las aulas...
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