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Un nivel de vida digno

El individuo frente a la comunidad

El artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos recoge lo siguiente:

  1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
  2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.

Podríamos comentar el artículo haciendo leña del árbol caído y comentando lo lejos de que están todas las sociedades del llamado primer mundo de cumplir este artículo. Rasgarse las vestiduras y quejarse amargamente de estos tiempos nuestros en los que los derechos humanos parecen sólo papel mojado. Como este tipo de análisis lo tenemos a diario en los periódicos, podemos bajar un poco más al significado profundo de este artículo. La pregunta clave podría ser la siguiente: ¿Es el artículo 25 compatible con cualquier modelo político y económico"

Si repasamos la historia de los derechos humanos, tomamos conciencia de que surgen para proteger al individuo frente a los poderes totalitarios. Una de sus características identificativas es que los individuos particulares son sujetos de derechos. Se entendía entonces que era la única manera de evitar experiencias como el nazismo, que habían convertido la vida humana en algo totalmente carente de valor. Frente a ese poder omnímodo, los derechos humanos ponen el énfasis en la dignidad de cada ser humano. Una crítica habitual de algunas culturas consiste precisamente en rechazar este individualismo: según estas culturas la comunidad no puede quedar tan desdibujada como aparece en la declaración. Y una señal de este mismo individualismo es que los países que con más fuerza dicen defender los derechos humanos son aquellos en los que se ha implantado una democracia liberal, en la que los derechos del ciudadano se protegen frente a la intromisión del estado.

Con todas estas ideas de fondo, nos encontramos de repente con este artículo 25: todos tenemos derecho a un nivel de vida digno. ¿Cómo garantizar este nivel de vida sin romper con esa dignidad individual que la declaración pretende proteger" Y es que frente al liberalismo que protege al individuo, estamos ante un artículo que parece abogar, de forma más o menos difusa, por un modelo más cercano al socialismo: si queremos que todos tengamos un nivel de vida digno, quizás hemos de renunciar a otros derechos que paradójicamente también aparecen recogidos en la declaración universal, como por ejemplo el de la propiedad privada. En síntesis: estamos ante un derecho de contenido social que es difícil de armonizar con el carácter individualista de la declaración. Y es más que posible que la propia declaración sea un ejemplo de algo que todos, intuitivamente, podemos desear: que se respeten nuestros derechos fundamentales, y que todos los seres humanos tengan lo suficiente para vivir. La cuestión es si este deseo es realizable. De momento, no ha habido ninguna etapa a lo largo de la historia en la que así haya sido. La oposición entre el individuo y el grupo sigue siendo la clave explicativa y el obstáculo fundamental a superar en este sentido: si queremos una vida digna para todos hemos de renunciar a buena parte del bienestar material del que disfrutamos unos pocos. ¿Realmente estamos dispuestos a esto"

La verdad es que se hace muy difícil estar en desacuerdo con lo que expones. O dicho de forma positiva, estoy totalmente de acuerdo con tu reflexión. Trataré de dar un punto de vista diferente (aunque nada novedoso) sobre el problema que denuncias. El problema de fondo, desde mi punto de vista, no es ya el enfrentamiento entre diferentes modelos económicos sino el enfrentamiento entre diferentes concepciones del hombre. Por debajo de todo modelo político, económico o jurídico lo que subyace es una determinada concepción del hombre (mejor dicho, de la persona) y de unos determinados valores éticos frente a otros. Es más, en algunos modelos se pone en tela de juicio hasta la propia existencia de una naturaleza humana, y claro, construir una idea de lo que es el hombre considerando que posee o que no posee una naturaleza nos lleva a caminos totalmente divergentes. Y la paradoja se pone de manifiesto en torno a la propia Declaración de los Derechos Humanos. Muchos niegan la existencia de la naturaleza humana pero a su vez defienden la Declaración de los Derechos Humanos sin saber que precisamente dicha Declaración se fundamenta en la existencia de una naturaleza humana. Y claro, si se considera que la Declaración no está fundamentada en la presunta existencia de una naturaleza humana sino que es fruto de un consenso o convenio entre los Estados, pues simplemente, y cuando interese, se reinterpretan las claves de dicho convenio. La idea del hombre que posee el neoliberalismo me parece errónea. El neoliberalismo cree que el hombre es un ser plenamente autónomo. Es decir, considera que el hombre no necesita, y para su constitución plena, de los demás. Ellos consideran que el hombre es ya constitutivamente hombre, y sólo, y posteriormente, entra en relación con los “otros”. Y no se dan cuenta que el hombre sin los demás hombres no llegará jamás, y con sus solas fuerzas, a humanizarse. Si un niño es abandonado solo y de pequeño en la selva y pasado varios años damos con él veremos que lo que allí encontramos no es un hombre. Bueno, ni es un hombre ni es un animal. Lo que allí encontraremos será una “bestia”. Ese niño sin los demás (empezando por sus padres) no llegará jamás a ser plenamente humano. Son los demás los que nos humanizan. La principal función de la sociedad no es imponernos una determinada doctrina, conducta o fomentar la cohesión entre las personas. La función radical de la sociedad es humanizarnos. Y por cierto, si la sociedad nos humaniza es porque en el individuo se haya ya presente y de forma constitutiva una dimensión social. En cuantos a los doctrinas socialistas, y me refiero a las verdaderamente socialistas, es decir, a las marxistas, creo que también incurren en un error. En este caso sí que ven la dimensión social del individuo, eso sí, son miopes a la dimensión individual de la persona. Acaban por considerar que el hombre es meramente el residuo sobrante de “la” sociedad. No es el hombre quien “crea” a la sociedad sino que es la sociedad quien “crea” al hombre. Si bien es verdad que los hombre construyen la sociedad no es menos cierto que ésta (la sociedad) refluye sobre los mismos conformándolos. Ya dije que no se era plenamente hombre sin los demás. El hombre necesita de los demás y no es plenamente persona sin los demás. Pero ello no significa que todo lo que el hombre es lo sea por los demás. Y este es el error que subyace desde mi punto de vista en el marxismo. So capa de defender la dimensión social que hay en todo hombre acaba enterrando la dimensión individual de la persona que es igualmente constitutiva (como la social) en el ser humano. Los unos defienden solamente la dimensión individual que hay en todo ser humano mientras que los otros defienden solamente la dimensión social que se da en todo ser humano. Habría que ir hacia un modelo que tenga en cuenta a todas las dimensiones humanas. Ya lo he dicho en alguna ocasión pero lo volveré a repetir. Del lema: “Libertad, Igualdad y Fraternidad” sólo queda por ensayar la fraternidad. La libertad ya ha sido ensayada por el neoliberalismo y la Igualdad por el socialismo. Ahora sólo nos resta por saber cómo articular un modelo político-económico-social que sea capaz de articular todas las dimensiones humanas en algo que bien pudiera llamarse fraternidad. Un Saludo

Todos los derechos humanos son interdependientes e indivisibles, por lo que no podemos hacer alguna separación entre ellos ni pensar que unos son más importantes que otros. Así que, la negación de algún derecho en particular significa poner en peligro el conjunto de la "dignidad humana", es por lo que el disfrute de algún derecho no puede hacerse a costa de los demás. Si bien es cierto todos los seres humanos tenemos derecho a una vida digna, también es cierto, que en la actual globalización es díficl conseguirlo, dentro de este mundo tan capitalista, en el que las potencias mundiales son bien representadas por sus empresas transnacionales, en este mundo donde todos se devoran como bestias, explotando y malbaratando al mismo tiempo la fuerza de trabajo, ya que lo único que importa es la obtención de ganancias y conquistar el mercado global. No diviso el día en el que todos vivamos una vida digna... No, con este sistema económico.