Había ganado el primer premio: un disfraz espectacular. Pero después de sus cuatro días de gloria, tocaba guardarlo en el armario. Y volver a sacar ese otro disfraz que nunca tenía premio, el que escondía y camuflaba su identidad. El disfraz más insoportable de todos: el de su propio yo.
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Hola de nuevo.
El lunes les escribí esto a unos amigos:
Febrero. Carnaval.
El año pasado los disfraces que más se vendieron fueron los de vikingo, policía y hada. Este año no me hacen falta. Será, por fin, carnaval. Date la alegría de ser como eres: como quien se quita el maquillaje frente a un espejo para encontrarse con su propia piel.
Os vuelvo a felicitar por vuestro trabajo: boulesis.com es la primera página que leo cuando entro en Internet. Un saludo.