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Lo que sólo podemos conseguir cuando no lo deseamos

A lo largo de la vida humana nos da tiempo a hacer muchas cosas. Una gran mayoría de ellas son voluntarias: las buscamos y las queremos. Pero hay un porcentaje muy escaso de acciones y resultados que sólo conseguimos a través de un pequeño rodeo, de un engaño a la voluntad y la conciencia. Se trata de los subproductos: acciones o resultados que podemos hacer pero no de un modo voluntario o consciente. Una condición esencial del subproducto es que no podemos desearlo, ya que de lo contrario no lo conseguiremos. Hay muchos ejemplos cotidianos: cualquiera de nosotros ha sufrido alguna vez una noche de insomnio. No debemos "querer dormirnos” si realmente queremos descansar. Los médicos han dicho más de una vez que obsesionarse con la idea de conciliar el sueño puede resultar fatal si verdaderamente queremos dormir.

El subproducto aparece allí donde no es suficiente con nuestra firme voluntad para lograr algo, sino que en cierta manera necesitamos ser "arrebatados” o "invadidos” por unas circunstancias externas que no podemos controlar. El caso de la creación artística me parece paradigmático: los artistas crean en función de ciertas reglas e ideas rectoras que ellos conocen bien. El artista sabe pintar cuadros y el escultor extraer la belleza de la piedra. Sin embargo, no está al alcance de ninguno de ellos el crear una obra maestra. Muchos artistas coinciden al afirmar que no son capaces de determinar por qué algunas de sus obras alcanzan esta consideración, y mucho menos de controlar o reproducir el proceso que garantiza su consecución. El acto de creación incluye mucho de subproducto cuando la obra alcanza la categoría de sublime, inmejorable o eterna.

Un tercer ejemplo mucho más cercano podemos encontrarlo en una experiencia cotidiana esencial para la vida de todo ser humano: el amor. Nadie puede elegir cómo o cuándo enamorarse, y hay quien dice que tampoco podemos elegir la persona. En la literatura y el cine aparece repetidamente el conflicto entre la persona que consideramos adecuada y la que verdaderamente amamos. Querer enamorarse en un momento concreto o de una persona determinada puede impedir que logremos lo que pretendíamos. Como el sueño, como el acto de creación (o también la invención científica), el amor viene y va sin que podamos decir que seamos sus dueños o que podemos controlarlo. Subproductos de la vida humana que tienen mucho que enseñarnos sobre lo que somos: razón e inconsciencia, voluntad y azar. ¿Acaso no será la felicidad humana un subproducto más"

Interesante reflexión que muy bien podría aplicarse a la tarea docente. Por lo general la acción de enseñar responde a intenciones voluntarias, recursos y programaciones previstas. Sin embargo, el resultado, todo aquello que es efecto de la experiencia de aprender vivida por los alumnos en gran medida podría ser considerado un "subproducto" que escapa al control docente. Esta posición podría situarnos en una posición escéptica respecto del sentido de nuestra profesión, salvo que la entendamos como la generación de condiciones de posibilidades. De esta forma este escepticismo podría convertirse en un entusiasmo escéptico, condición quizá para una buena tarea.

¡Hola Alejandro! No sé si a ti te ha ocurrido, pero tengo la experiencia de haber preparado una clase perfectamente y no haber llegado a los alumnos. En este tipo de clases, salgo convencido de que no han aprendido nada y de que lo comentado caerá en el olvido no tardando mucho. Y a veces ocurre lo contrario: alguna clase que no va muy bien preparada consigue crearme una sensación (no muy fácil de describir) de que los alumnos han estado interesados y de que lo hablado allí va a quedar en su memoria de alguna manera. Tanta pedagogía, recursos, materiales, programaciones... y sí que es verdad que la docencia tiene algo de subproducto. Lo que en una clase funciona no tiene por qué hacerlo en otra y no creo que nadie tenga la clave secreta de dar una buena clase. Habrá que dejarse contagiar de ese entusiasmo escéptico que propones. ¡Saludos!

Lo certero del diagnóstico no puede hacernos olvidar lo, quizás, indeseable de la conclusión: ¿conviene en la vida - en la escuela, el arte, el amor o el sueño - dejarse arrastrar por ese elemento no buscado ni deseado prima facie, algo que nos trasciende por arriba o por abajo, algo que aparece de reojo? Es evidente que todos estamos en la mano de Dios o del Gran Quark y que hay un trabajo que se realiza a pesar de nosotros. Sin embargo, cabe cuestionarse si ese laisser faire es la posición más adecuada y no será mejor, por el contrario, actuar como si los resultados de los actos estuvieran en nuestras manos y fuesemos, por ello, responsables. Debemos elegir entre asumir el peso del mundo (nuestro pequeño mundo) como gran cruz o considerar que el destino, como a Edipo, nos desborda, siendo recomendable el jugueteo vital y el no tomarse demasiado en serio el negocio de la responsabilidad, la ética etc. Un término medio, para decir una tontuna ---- aunque, apostar por el término medio, ¿no es ya elegir el lado liviano del buen vivir como subproducto de ESO? Salud

¡Hola Luis! Bueno, no todo en la vida es un subproducto. Aprobar un examen, ya que hablamos de ESO, no es un subproducto. Depende bastante más de lo que uno haga que de ese "arrebatamiento" o esa "casualidad" que aparece en los subproductos. No creo que el aceptar que ciertas actividades o elaboraciones tengan algo de subproducto sea invitar a la inacción y a la vida ociosa esperando ese "ya llegará" que nos convierta en genios artísticos, nos haga felices o nos transforme en profesores excelentes. Quizás se podría aplicar (en su versión laica, ahora que está tan de moda) aquello de "al subproducto rogando y con el mazo dando". ¡Saludos!

[...] si los demás no entrenaran. Hace falta un plus, un “algo” que es en realidad un “subproducto“: de repente todo encaja, te atreves a hacer cosas que antes jamás soñaste. Y salen bien. Es [...]