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¿Debe acompañarse la actividad política de algún tipo de utopía?

El jardín de las delicias: La utopía pintada por El BoscoAdemás de un género literario de honda tradición en nuestra civilización, la utopía ha venido siendo uno de los sueños del ser humano desde sus mismos comienzos. Rafael Amor ha dicho alguna vez que llevamos desde Homero con la misma Odisea, y no le falta razón. Se hace difícil encontrar un solo tiempo en el que no haya habido quienes soñaron con un mundo mejor, un nuevo orden social en el que felicidad y justicia cobraran el sentido pleno que les corresponde a ambas palabras. Una propuesta un tanto amarga, en la medida que su propia formulación implica la imposibilidad de su realización. Una cosa es la utopía y otra la vida real, ¿o no"

A primera vista, podríamos pensar que la utopía nada tiene que ver con la política. Etimológicamente: lo que no tiene lugar no puede guardar mucha relación con el lugar público, con la polis. La política real y concreta parece desentenderse de las ensoñaciones. Todos los partidos ofrecen en sus programas diferentes propuestas, pero a nadie se le ocurriría incluir una utopía entre las mismas. Pensaríamos que un líder político que nos hable de utopías es un iluminado (reproche que se suele plantear a la alianza de civilizaciones, por ejemplo), además de sospechar, como argumentan los liberales, que la implantación de la utopía correría el peligro permanente de caer en el totalitarismo. Al fin y al cabo, tendemos a pensar, el ser humano se encarga de estropear y emponzoñar cualquier modelo de utopía.

No obstante cabría pensar, por una vez, a contracorriente. Que la política se haya convertido en un campo tecnocrático de gestores y especialistas no impide que se pueda pedir también a los partidos un modelo de sociedad futura. No lo que se va a hacer con la inflación, el paro, el matrimonio homosexual, el aborto o la eutanasia. Por encima de las medidas concretas, se puede esperar de la política un plan a largo plazo, una meta que alcanzar. Una política que no consista en ir tapando agujeros y solucionando problemas, sino en plantear una forma de organizar la sociedad en la que valores como la justicia, la libertad o la igualdad se realicen de un modo pleno. La tensión entre utopía y política puede ser uno de los motores sociales, pero quizás sea también uno de los motivos para la desesperanza respecto a la realidad política en que vivimos. ¿Debería existir alguna relación entre ambos términos"

P.D: Y qué mejor utopía que la que nos pintó El Bosco en su jardín de las delicias (fuente original de la imagen, tomada del museo del Prado)

Me parece que las utopías no son ideales más o menos lejanos de la acción y la realidad cotidiana. Uno puede creer en la Justicia - como, pongamos, el reparto de todos los bienes en partes iguales - y no ser un utopista - aunque la medida del ejemplo sea imposible de llevar a cabo. Las utopías son proyectos completos, "paquetes" de medidas que, juntas, se nos presentan "como en un cuadro" y constituyen una alternativa narrada (y radical) al presente. En definitiva, son narraciones ( La utopía es una historia sagrada invertida: no es ni historica - porque es estática - ni sagrada - porque no supone una dualidad con lo profano, al haber llegado a "la cima" -, pero funciona como la historia sagrada en la conversación: una la cuenta y otros la repiten) ¿Necesitamos estas narraciones en la vida política? Necesitamos valores finales, horizontes de sentido o dirección política. Existen ciertos marcos que nos ubican en posiciones de carácter comunista o fascista o socialdemócrata o conservadora o anarcoliberal.... Sin embargo No veo tan claro que precisemos estas narraciones o historias utópicas para movilizarnos al compromiso. ¿Necesita la república "cuentos"? Lo que me parece más útil es la existencia de utopías negativas. Las quimeras del tipo Platón - deseables o no - me parecen menos adecuadas para la salud de la república que las visiones de Orwell o Huxley. En todo caso, no creo que necesitar proyectos y horizontes políticos de largo alcance sea lo mismo que precisar utopías. las utopías me parecen plegarias o ensoñaciones religiosas.

Identificándome en cierta manera con lo que señalas, me gustaría continuar un poco el diálogo a partir de ejemplos. Si reparamos en ejemplos de grandes políticos de la historia reciente, creo que en todos podríamos encontrar diseminados ciertas condicioens utópicas. No es casual que aquella frase de Kenedy ("no pienses en lo que América puede hacer por ti sino en lo que puedes hacer por América") sea una de sus herencias. O Gandhi, Churchill o incluso en cierta forma todos los líderes latinoamericanos que están gobernando en los últimos años (desde Evo Morales a Lula da Silva, aunque sus planteamientos sean distintos). Todos ellos han sabido "vender" sueños y no lo digo en el sentido peyorativo del término. No sé si la política necesita o no esas "plegarias o ensoñaciones religiosas", pero quizás sean ingredientes del ser humano, que necesita soñar con un mundo distinto. Si el hombre es soñador, ¿debería una política destinada para ese ser humano soñador soñar también con él?