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Un sencillo juego filosófico: combinemos conceptos
A menudo la filosofía y el pensamiento en general no son más que un puro juego. La ciencia juega con la naturaleza, la mezcla, la combina, relaciona unos conceptos con otros, resultando de esta actividad lo que luego los profesores presentan en clase como teorías verdaderas e intocables. Lo que en su día fue fantaseado o imaginado, el fruto de la capacidad creativa que no siempre es sistemática, se institucionaliza en los libros de texto, perdiendo su frescura original. La diversión y el goce personal que están en el origen de tantas y tantas aportaciones a la historia de la humanidad se petrifican. Así ocurre también con la filosofía: ¿acaso no son un juego los diálogos de Platón" Los ensayos de Montaigne son un puro divertimento. Pero dejemos la dimensión lúdica de la filosofía para otra ocasión. Hoy prefiero jugar, ponerlo en práctica. Y como nadie me regala la Wii, propongo que lo hagamos con ideas: realidad y razón. Como un ejercicio tan humano como filosófico: al fin y al cabo es mi razón la que me lleva a mezclar ambos conceptos, a enfrentarlos y encajarlos, si es que se dejan.

El puzzle de razón y realidad no es fácil de resolver. Con estas piezas se lleva jugando durante siglos. Algunos viejos locos de Grecia alumbraron la idea del "lógos", y les dio por pensar que algo de racional debía haber en el cosmos. Buscaron semillas, equilibrios, regularidades y leyes. La naturaleza se presentaba como el lugar en el que se manifestaba la razón: la realidad era racional. Y nosotros también: esta es la condición de posibilidad del conocimiento humano. Si no asumimos que hay ciertos esquemas racionales comunes al ser humano que conoce y al mundo que es conocido, parece difícil explicar cómo es posible que haya ciencia, que el conocimiento progrese. Racionalidad que algunos han llevado incluso al terreno social: la razón, la palabra y el discurso son específicas del hombre, y desarrolla estas capacidades en compañía de otros. Desde Aristóteles hasta Habermas, la razón del lenguaje nos abre a los demás, nos sitúa ya en un contexto social, ético y político. No sólo la naturaleza es entonces racional: también lo es en cierto grado la sociedad, la organización en común del ser humano.

Paradójicamente es la propia razón la que elabora propuestas alternativas. Ella misma se encarga de explicarse como un producto más de una realidad sin razón, que eternamente juega sometida a leyes azarosas. La naturaleza no es racional, sino un mero resultado inesperado de millones de años de caos. Simple combinatoria: nada más. Al final el orden aparente surge del desorden fundacional, de la irracionalidad más absoluta cocida al lento fuego del tiempo. ¿Qué decir de la sociedad, de la política" Nada hay más hipócrita y miserable. Debajo de la racionalidad aparente del estado, la economía y las normas sociales duerme la barbarie y el instinto. La razón es sólo una excusa, un barniz que damos a las medidas o decisiones que tratamos de imponer sólo desde el poder. No hay razón alguna en la materia, y mucho menos en la sociedad. La vida sin razón es la verdad que se oculta bajo la débil razón que esgrimimos a menudo. Razón en la realidad, realidad sin razón. Hombre racional en mundo irracional. Hombre irracional en mundo racional, que ni siquiera acaba de comprender. Hombre irracional en un mundo sin razón. Simples expresiones para explicar diversos matices de idealismo, realismo, empirismo, racionalismo... Un entretenimiento como cualquier otro. Un simple juego conceptual, ¿o no"

Degrademos: de la razón a la inteligencia. De la realidad al mundo. Degrademos: de la inteligencia a mi inteligencia; del mundo a mi mundo. Degrademos: de mi inteligencia a mi mente; de mi mundo a mi horizonte. Degrademos: de mi mente a mi percepción; de mi horizonte a mi paisaje. Degrademos: de mi mente a mi imagen; de mi paisaje a mi geología. Degrademos: de mi imagen a mis colores; de mi geología a mi tierra. Degrademos: de mis colores a la LUZ BLANCA; de mi tierra al POLVO MINERAL. La luz blanca y el polvo mineral. Una ontología. "El juego de negaciones no puede atravesar el abismo, del mismo modo que tampoco puede atravesar el abismo entre racionalidad y existencia: "No cómo sea el mundo es lo místico,sino que sea". La suma de negaciones puede en todo caso provocar en el alma un vacío que la predisponga a la experiencia. Y también puede servir, tras la experiencia, para expresar el fracaso de cualquier intento de descripción de lo indecible. (Pierra Hadot: Apofatismo y teología negativa) Lo mismo, tal cual, en la Tortuga Bicéfala hoy.