El caso es que, gestas deportivas aparte, la victoria del Barcelona ayer me trae a la cabeza varias ideas, filosóficas o no, que quizás tenga sentido compartir. Para empezar, me recuerda que su entrenador fue seriamente cuestionado durante los dos primeros meses de liga por varios diarios deportivos. Los periodistas siempre han sido así de serios: del infierno al cielo sólo hay un paso, y Guardiola lo ha dado. El mismo paso que, probablemente, dará el equipo en próximas temporadas, pero en camino inverso. Lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Algo especialmente acertado en el azaroso mundo del deporte: la cantidad de factores (deportivos y extradeportivos) que influyen sobre el rendimiento y los resultados deberían servir de recordatorio permanente: "recuerda que eres mortal". El gran jugador que marca un gol de cabeza o el equipo que juega como los ángeles: el mínimo desajuste, la lucha de egos, la envidia por contratos de publicidad, la lesión en el mal momento, una confianza exagerada, ... Cualquier variable puede provocar que el calificativo de el mejor de la historia sea sólo una ilusión pasajera.
Nadie es nunca el mejor de la historia. De lo que no se puede hablar hay que callar. La filosofía tiene, entre otras, una misión clarificadora: sacar la mosca de la botella. Nadie es el mejor filósofo, ni el mejor científico. Unos aciertan en esto, hierran en aquello. El fútbol no puede escapar a esta ley. La gloria deportiva es tan intensa como efímera: muchos de los jugadores que ayer durmieron en el olimpo futbolístico se despertarán algún día sumidos en la crisis deportiva. "Hemos trabajado mucho", argumentaba alguno. Como si los demás no entrenaran. Hace falta un plus, un "algo" que es en realidad un "subproducto": de repente todo encaja, te atreves a hacer cosas que antes jamás soñaste. Y salen bien. Es deporte, es psicología, es ética, es economía, sociología... Es la conjunción de elementos que hace realidad un gran logro deportivo. El F.C. Barcelona es el mejor equipo de esta temporada: en liga, copa y Champions. Nada más y nada menos. Lo demás es metafísica futbolística.
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