Supongamos que, por un momento, aspiramos a cumplir con las leyes educativas. Llevados por este ímpetu, nos decidimos a alcanzar sin vacilación el objetivo octavo del Real decreto que establece las enseñanzas mínimas de la secundaria para todo el estado:
Comprender y expresar con corrección, oralmente y por escrito, en la lengua castellana y, si la hubiere, en la lengua cooficial de la Comunidad Autónoma, textos y mensajes complejos, e iniciarse en el conocimiento, la lectura y el estudio de la literatura.
Es este un objetivo que, en más de un caso, no se alcanza ni siquiera en bachillerato. Lo cual tampoco debe llevarnos a escándalo: la realidad social y educativa es la que es. Negarla o maquillarla no es solución alguna para los problemas que nos plantea. Dicho de otra manera: no nos podemos conformar con que un graduado en E.S.O. sepa leer y escribir. "Comprender y expresar con corrección" son objetivos más ambiciosos. Y si nos lo tomamos en serio habría que concluir que no todo el que sabe leer sabe leer.
El sentido más inmediato de la lectura es la comprensión del mensaje. Todo texto encierra una o varias ideas que pretende transmitir, y el sentido más primario de la lectura consiste precisamente en captar cuál es esa idea. Es el primer paso para poder llegar a eso que ha dado en llamarse "lectura comprensiva". La primera condición de la lectura es, entonces acceder al qué del texto, a eso que se quiere expresar, sea una historia de ficción, una idea académica o simplemente una opinión. Algo que, lamentablemente no conseguimos en la secundaria: muchos de nuestros alumno titulan sin comprender lo que han leído, sin ser capaces de extraer la idea principal de un texto. Visitar muchos foros de Internet es una buena prueba de ello: a menudo hay muchos que contestan a algo que nunca han dicho los anteriores, por lo que todo diálogo virtual, por mucho que nos quieran vender la moto, se desdibuja en una sucesión de monólogos de aquellos que quieren que todo el mundo piense como ellos. No saber leer es el pistoletazo de salida de la discusión en la red. Y al dogmatismo, por cierto.
Con todo, ha quedado bien señalado que es sólo un primer paso. No hay lectura que no implique pensar con lo leído. Y no importa que sea ficción, poesía o editorial periodístico: aquello que leemos tiene que evocarnos algo, llevar nuestro pensamiento más allá de lo leído. La lectura es diálogo o no es. Diálogo con los personajes, con los problemas que la ficción plantea y resuelve, con el autor o con todos a la vez. Entrar en un texto, aunque sea para la mera realización de un ejercicio académico tiene que ser vivir en él durante unos instantes, adoptar su punto de vista. Todo ello con un objetivo final: abrir el diálogo y la reflexión al presente desde el que se lee o incluso a la vida personal. Leer un texto es desarrollar la capacidad crítica y somos más críticos cuanto más leemos. No es deglutir letras, sino digerirlas, incorporarlas a lo que somos. Y probablemente no es este el tipo de lectura al que llegamos en los centros educativos. Mal que nos pese, el examen del comentario de texto suele apuntar precisamente hacia aquello de "identifique la idea principal del texto". Y eso que estamos al finalizar bachillerato, y no la secundaria. Lo que ocurriría si las evaluaciones tuvieran en cuenta la lectura crítica y comprensiva, casi es mejor no pensarlo. Tanto en secundaria como en bachillerato.
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