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Los conceptos médicos también dan que pensar

Determinar si la enfermedad es algo puramente natural, fisiológico o si, por el contrario incliye elementos sociales y culturales. Este, aunque no lo parezca, puede ser un problema filosófico. Demos un rodeo al asunto empezando por la salud: la OMS la definió en 1996 como "el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la asuencia de afecciones o enfermedades". Que el hambriento no está sano parece entonces evidente, pero no podríamos decir, si nos atenemos a la definición, que el hambre sea una enfermedad. O que lo sea la pobreza, aunque ambas cosas producen una merma innegable en la salud humana. Parece entonces que la OMS apuntaría hacia una determinación natural de la enfermedad. Sin embargo, el asunto se complica cuando nos adentramos en enfermedades mentales o en formas de vida poco saludables que la sociedad y los organismos políticos están empezando a perseguir. Ahí es cuando se va tomando conciencia de que existen criterios culturales para fijar qué es una enfermedad.

Nadie duda en la actualidad de que la anorexia sea una enfermedad. Sin embargo durante el siglo XIX se convirtió en el canon de la belleza (y en cierto modo hoy en día es una enfermedad por la vuelta de este canon...). La homosexualidad figuró entre el listado de enfermedades hasta hace muy pocas décadas, mientras que a día hoy ha dejado de ser considerada una enfermedad. Hay comportamientos y tendencias que pasan a ser considerados enfermedad, mientras que otros que lo eran dejan de serlo. Foucault, en su Historia de la locura, desarrolló precisamente esta idea: conceptos como el de enfermedad o locura han sido utilizados a lo largo de la historia como instrumentos políticos, para perseguir a ciertos individuos y comportamientos. Los criterios sociales y culturales que se utilizan para determinar qué es y qué no es una enfermedad son complejos y están sujetos a diversos cambios en la historia. Y echar un vistazo a nuestro presente puede darnos algunas pistas.

La criminalización de comportamientos lleva a la estigmatización social. Los fumdaores parecen tener ya la batalla perdida, olvidando por el camino que la enfermedad no es fumar sino el cáncer de pulmón. Y algo parecido va camino de ocurrirles a los glotones: la obesidad (asociada al infarto de miocardio) está empezando a ser perseguida de múltiples maneras. Eliminarmos la publicidad de la XXL o prohibimos gominolas y bollerías varias en los colegios. La patologización de comporatmientos es un rasgo típico de nuestro presente. Todo se convierte, hoy día, en enfermedad. Necesita ayuda psicológica quien perdió familiares en un accidente, pero también el niño que no atiende, que no aprueba o que no es como los padres quieren que sea. ¿Las ciencias de la salud (psicología incluida, por supuesto) al servicio de un poder uniformador" Habría que ver qué diría Foucault al respecto hoy, que no ser un tipo musculado y en plena forma, con un cerebro lleno de omega3 y un estómago lleno de bífidus activo parece que empieza a ser un delito.

La enfermedad, como el arte contemporáneo, es un concepto difuso y con ánimo totalizador: Arte-facto: Prohibido concluir Saludos, Bartleby

En mi opinión, la "enfermedad" claro que es un tema filosófico, aunque solo sea porque se trata de un "nombre" cuya extensión es indefinida. Quizá haya que reservar el término para lo que suele adjetivarse como "orgánico" (¿hay algo "no orgánico" en los seres vivos?). De hecho, los psicólogos suelen rechazar que se traten los "trastornos mentales" como enfermedades y estoy convencido de que no es fácil establecer los límites de la enfermedad, sobre todo si se piensa que todo trastorno se produce en un órgano, que puede ser el cerebro. Si se produce allí, el comportamiento se va a resentir. El gran problema está en dilucidar si el cambio comportamental es o no lesivo para el sujeto o para los demás, en cuyo caso tendrán que intervenir en la delimitación unos criterios que son netamente sociales (y políticos, económicos, etc.). Foucault (lectura obligada y, encima, para mí, placentera) es, por supuesto, muy interesante a este respecto, pero también discutible, muy discutible. De hecho, podemos no hablar de "enfermedades mentales", pero el problema de base neurológica que pueda haber (por ejemplo, lo hay y muy claro en la esquizofrenia) no es sociopolítico de raíz... Esto daría no para un post, sino para un tratado... Sin duda, tu planteamiento es "provocativo", pero confuso, por el uso que haces de los "ejemplos" (en mi opinión, los ejemplos, sobre todo si son excesivamente amplios- siempre son peligrosos), excesivamente simplistas. Tomo uno: equiparas "fumar" (conducta causante) con "cáncer de pulmón" (enfermedad efecto), mientras que esa conducta suele generar (criterio epidemiológico -estadístico-) todo un abanico de enfermedades y trastornos y no solo la enfermedad efecto que señalas, lo que puede inducir a error (yo mismo -a modo de ejemplo, no de argumento- padezco de por vida una "enfermedad crónica" claramente tabáquica que nada tiene que ver con el cáncer de pulmón). De hecho, fumar tabaco (sin entrar en otras drogas fumables) produce una alteración broncopulmonar (que no tiene porqué acabar en "enfermedad"), pero también produce (sin que tenga que llegar a la "enfermedad") cambios en la química cerebral (no solo efecto de la nicotina) e interacciones intracerebrales (establecimiento de nuevos circuitos de memoria y funcionamiento progresivamente acelerado de los mismos), por lo que, en realidad, el hábito de fumar provoca (no solo "puede provocar") modificaciones estructurales y funcionales del sistema nervioso. La determinación de la "enfermedad", en ese caso, vendría dada por el carácter "lesivo" de todas esas modificaciones. Si son lesivas en algún sentido, es probable que incidan directamente en el contexto social. Por ejemplo, los contribuyentes tienen que estar pagándome un tratamiento broncopulmonar, sin que yo les pidiese permiso para iniciar y expandir mi hábito: tenemos una "enfermedad" objetiva, que disminuye mi capacidad de trabajo; sin duda, el hábito provocó cambios en mi sistema nervioso (irreversibles, desde el momento en que, con nuestra tecnología actual, no hay nada físicamente reversible); además, influye en el gasto social, por lo que es también un "problema" político y económico. En fin, creo que me he "enrollado" excesivamente. Ruego disculpas... pero no lo borro... Un saludo.

Especulación en lugar de café, así que no me lo tengan en cuenta: La definición de la OMS siempre me ha parecido interesante - "el estado de completo bienestar físico, mental y social...." . Entre otras cosas, por amplitud, roba la noción de salud al espacio médico aunque aparentemente lo que haga sea "clinicalizar" totalitariamente la existencia (de hecho sólo queda fuera el bienestar espiritual, no citado, no sé si supuesto). En tanto la institución médico-sanitaria no puede hacerse cargo de semejante objetivo de salud, sale de su espacio cerrado e inunda la vida social. ¿El cuidado de la salud aduirirá la estructura o forma de la práctica médica aunque se haga con otros medios? Si o no. De hecho la aparición d ela ética médica parece que abre la medicina a los espacios simbólicos de la moral, políticas o el arte. La salud, definida en esas coordenadas, no puede ser objeto de la clínica sino que exige la intervención de otros artefactos simbólicos tan importantes para nosotros como la moralidad, el arte, la poesías etc. instrumentos todos de bienestar. ¿El riesgo? Evidente, si la salud se expande, con ella su sombra-la enfermedad - ocupa todo el escenario. Si es tan exigente la salud como espacio, la enfermedad será nuestro estadio habitual.¿Pensamos desde la enfermedad?¿Qué consecuencias tiene tal plataforma de pensamiento? ¿generarermos un pensamiento débil, pura excrecencia?¿O pensamos desde la salud- aunque la enfermedad nos ataque por todos los frentes y, al modo Nietzsche, aceptamos como artituclación plural de la salud aquello que pudiera ser calificado de enfermo, así el embarazo, la locura, la drogadicción, la sexoadicción...?

¡Hola! Has estado fino, Illaq: el ejemplo era pretendidamente tendencioso. Pero es, por desgracia, el tipo de razonamiento que impera en nuestra sociedad que "patologiza" hábitos y comportamientos. La enfermedad no es fumar, claro, sino los efectos que provoca. Y son los gastos que generan los que llevan a intentar una asociación falaz al convertir formas de comportamiento en enfermedades. Vivimos en una sociedad cada vez más medicalizada: hacen falta médicos (y psicólogos) para todo, y comportamientos "insanos" o "patógenos" (fumar, beber, abusar de otras personas, ser agresivo o violento...) se terminan considerando enfermedades. Vivimos en la sociedad enferma.