Kant. Comentario resuelto (IX 2007)
Texto para comentar
» Comentario de texto propuesto en el examen de selectividad de las Universidades de Castilla y León de septiembre de 2007.Vea también los apuntes de este autor.
Kant: Idea de una historia universal con propósito cosmopolita.
Tercera fase
La naturaleza ha querido que el hombre extraiga por completo de sí mismo todo cuanto sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad o plenitud que la que él mismo, libre del instinto, se procure mediante su propia razón. Pues la naturaleza no hace nada superfluo ni es pródiga en el uso de los medios para sus fines. Que concediera la razón al hombre y, luego, la libertad de la voluntad en ella fundada, ya era una clara muestra de su propósito respecto a su dotación. Pues el hombre no debía ser guiado por el instinto, ni cuidado o instruido con conocimientos que no hubiera creado, sino que debía extraerlo todo de sí mismo. Procurarse sus víveres, su cobijo, su seguridad exterior y defensa (para lo que la naturaleza no le dio los cuernos del toro, ni las ganas del león, ni los dientes del perro, sino sólo sus manos), todo el recreo que hace agradable la vida, su misma intuición y sagacidad, e incluso la bondad de su voluntad, debían, en conjunto, ser obra suya. La naturaleza parece haberse complacido, aquí, en su mayor parsimonia, y haber medido la dotación animal del hombre con tanta mezquindad, con tanto escrúpulo respecto a la máxima necesidad de una existencia incipiente, como si quisiera que, una vez que se hubiera levantado con su trabajo de la mayor rudeza a la mayor habilidad, hasta la plenitud interna de su modo de pensar y (en tanto sea posible sobre la tierra) hasta la felicidad, obtuviera él solo todo el mérito y no debiera agradecérselo sino a sí mismo; como si concerniese al hombre más su propia estimación racional que cualquier bienestar.
CUESTIONES:
- Explique el sentido del texto y analice los términos subrayados (Valoración 0-4 puntos).
- Razón, hombre e historia en Kant (Valoración 0-4 puntos).
- Teniendo en cuenta la pregunta anterior, relacione a Kant con algún otro autor o corriente de pensamiento, señalando aproximaciones o diferencias (Valoración 0-2 puntos).
Propuesta de resolución del comentario
La propuesta de resolución es siempre orientativa. Que se entienda sólo como una tentativa de solución, seguramente mejorable. No es difícil imaginar que 50 profesores de filosofía propondrían 50 soluciones distintas (y a saber qué nota recibirían en las pruebas de acceso...). Por eso, lo que ofrecemos aquí es exclusivamente una propuesta de resolución. Se puede utilizar como material de referencia para establecer correcciones (y mejorar la propuesta) o para tener una ligera idea de cómo se podrían contestar las preguntas.
Pregunta 1: contextualización y términos
El texto propuesto pertenece al opúsuclo kantiano Idea de una historia universal con propósito cosmopolita, obra en la que el autor alemán nos ofrece una visión ilustrada de la historia. La propia temática y el contenido de esta obra ya pueden servirnos para enmarcar el pensamiento kantiano: una de sus características definitorias es precisamente la Ilustración, entendida en un sentido amplio como una aspiración de extender la razón humana a los campos más diversos. Esta es la tarea de toda la filosofía kantiana: investigar los límites y las capacidades de la razón, tal y como queda especificado en sus tres grandes críticas: la Crítica de la razón pura delimita claramente hasta dónde puede llegar nuestro conocimiento. Por su parte, la Crítica de la razón práctica investiga la posible fundamentación racional de la acción moral. La Crítica del juicio completa ambas perspectivas abordando el juicio estético y la finalidad de la naturaleza. Un pensamiento racional, por tanto, pero capaz también de delimitar muy claramente cuáles son las limitaciones de esta capacidad humana. Con razón se ha dicho que la filosofía kantiana representa, más que ninguna otra, el esfuerzo de la razón por juzgarse a sí mismo, construyendo un sistema filosófico que bien puede resumirse en otra de las conocidas expresiones kantianas: 'arquitectónica de la razón'.
Con este marco de fondo, las obras kantianas que se acercan a temas de filosofía de la historia (Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración?, La paz perpetua o la obra que nos ocupa, por citar tres títulos) se plantean como tema la realización de la razón en la historia, el 'desenvolverse' (valga la expresión) de la razón humana a lo largo del tiempo. Una tarea, por tanto, plenamente coherente con el resto de la obra kantiana, preocupada en todo momento por su presente: a la tarea intelectual que se aprecia en estas obras que ayudaron a situar la historia como uno de los temás filosóficos por excelencia hay que unir un vivo interés por el desarrollo de sucesos tan importantes, y tan significativos para la Ilustración, como la revolución francesa. A través de la historia y de su tiempo supo Kant alcanzar temas de reflexión tan humanos como universales abordando preguntas como las que aparecen en la obra que nos ocupa: Idea de una historia universal con propósito cosmopolita se pregunta, entre otras cosas, por la finalidad de la historia, por la situación de la humanidad y de las diferentes sociedades de su tiempo, por el futuro de las mismas y por la racionalidad de todos estos procesos. Una obra secundaria, si la comparamos con las grandes críticas, pero muy relevante si queremos adentrarnos en las cuestiones centrales de la filosofía de la historia.
En cuanto al fragmento propuesto, su tema central gira en torno a la antropología filosófica. Kant nos ofrece una caracterización del hombre según la cual éste logra escapar de la necesidad de las leyes naturales. El hombre se caracteriza por su libertad y su razón, su capacidad de elegir por sí mismo cómo quiere vivir, de buscar su propia realización. Esta es una diferencia esencial respecto al resto de especies: al no vivir bajo el imperio del instinto somos capaces de planificar nuestra vida, de planteárnosla en términos racionales. A priori pudiera parecer una desventaja, pero esta libertad y capacidad de pensamiento son las que posibilitan que el hombre, careciendo de todo, pueda disfrutar de todos los bienes. Las resonancias de estas ideas para la filosofía de la historia son bien claras: si el hombre se caracteriza por la libertad y la razón, y el fin de la historia es el desarrollo máximo de las capacidades de las especies, el fin del ser humano será por tanto el máximo desarrollo de la razón y la libertad. Somos, por naturaleza (valga la expresión) seres racionales y libres, y hemos de realizar en la medida de lo posible esta racionalidad y esta libertad a lo largo de la historia.
Pasemos a continuación a analizar los términos subrayados en el contexto del fragmento:
- Naturaleza: en este contexto se refiere a la naturaleza como principio creador y rector de lo existente. A esta caraceterización general, la filosofía kantiana añade dos sentidos (no excluyentes) del término. Por un lado sería el orden de lo mecánico, de la necesidad. La naturaleza es lo que se extudia con la ley en una mano y el experimento en la otra, tal y como el propio Kant escribe en la Crítica de la razón pura. Sin embargo, una parte de la naturaleza (los seres vivos) se caracterizan por la finalidad: la naturaleza obra según fines.
- Libertad; característica definitoria del ser humano, es la capacidad de determinarse a sí mismo por medio de las propias acciones y decisiones. Se trata de un concepto clave en la Crítica de la razón pura, donde la libertad va aparejada a la autonomía, a la capacidad de darse normas a sí mismo y, por tanto, de pensar por uno mismo.
- Necesidad: con este concepto hace referencia Kant a la precariedad de la vida humana. El hombre carece de todo, y se encuentra en una situación desfavorables respecto al resto de especies. En toda la frase está hablando Kant de la 'tacañería' de la naturaleza respecto al ser humano, al no haberle dotado de ninguna característica especial que le facilite la supervivencia y el bienestar, sino que es el propio ser humano el que debe buscárselos.
- Felicidad: sería la realización plena y efectiva de las propias capacidades personales, la autorrealización. En terminología kantiana, podríamos hablar del 'bien supremo' del ser humano, cuya consecución implica necesariamente el perfeccionamiento moral (obrar siempre por deber), al que ha de añadírsele la consecución de los fines que el individuo haya determinado racionalmente como deseables (por esta tensión entre los dictados de la razón y los deseos y por la 'precariedad humana' de la que hablábamos antes, dice Kant en el texto 'en tanto sea posible sobre la tierra').
- Propia estimación: con esta expresión se refiere el autor alemán a la capacidad humana de pensar, tanto sobre el mundo que nos rodea como sobre la propia vida personal. Al hombre le concierne el hacerse a sí mismo, el planearse, el pensarse, y no sólo, como al resto de especies, el satisfacerse con el alimento, el cobijo y la supervivencia. El hombre es racional, y aunque el deseo y el instinto estén presentes en su naturaleza, esta racionalidad le saca de la animalidad, del mundo de la necesidad, siendo lo más propio del ser humano el pensarse a sí mismo, el decidir por sí mismo.
- Bienestar: Kant alude a la satisfacción material, objetivo principal de todas las especies animales, excepto la humana. En el reino animal se busca únicamente el bienestar, el contar con suficientes recursos y unas condiciones elementales de cobijo y seguridad. Este bienestar, sin embargo, no basta para el ser humano, ya que, como acabamos de decir, su libertad y su racionalidad le sitúan en un plano distinto al del animal. Más importante aún que el bienestar son, en el caso del hombre, la felicidad, la autonomía moral, el pensamiento.
Comentados todos los términos subrayados pasemos al desarrollo de la segunda cuetión: Razón, hombre e historia en Kant.
Pregunta 2: desarrollo
Razón hombre e historia son quizás los 3 conceptos más importantes de Idea de una historia universal con propósito cosmopolita. Basta analizar el título de la obra para tomar conciencia de la estrecha relación entre estos 3 conceptos: con este texto no pretende Kant otra cosa que esbozar la idea de una historia universal de la humanidad, de todos los seres humanos, y de cómo la razón se va extendiendo a lo largo de la misma, de manera que a medida que pase el tiempo, las sociedades humanas irán siendo cada vez más cosmopolitas, más abiertas, más dispuestas a crear grandes unidades políticas que cristalicen en una gran unión de pueblos. En definitiva, resumiéndolo en una frase, este opúsculo kantiano trata de explicarnos cómo la razón, característica esencial y específica del ser humano, se va realizando a lo largo de la historia. El hombre, como única criatura racional sobre la tierra, está obligado por naturaleza al desarrollo de todas sus disposiciones, de manera que llegará un momento de la historia en el que la razón haya alcanzado un grado máximo de desarrollo. Siendo esta la tesis central, en la que aparecen interconectados los conceptos de razón, hombre e historia, conviene ir analizando paso a paso cada una de las fases en las que concreta Kant la argumentación de esta idea central que vertebra toda la obra.
En la primera fase defiende Kant una idea que no tiene una relación directa con la tríada conceptual que delimita nuestro tema: las disposiciones naturales de todas las especies están determinadas a alcanzar el máximo desarrollo. Se trata de la idea de finalidad de la naturaleza: los seres vivos actúan según fines, y la naturaleza crea ordenamientos y especies para que sus facultades y capacidades logren una realización plena. Esta idea, aparentemente inocua, es la que sostiene toda la argumentación kantiana sobre el hombre, la razón y la historia. Si, tal y como afirma Kant en la segunda fase, el hombre cuenta con la razón como una de sus disposiciones 'naturales', habrá que preguntarse cómo se desarrolla esta capacidad. Desde el punto de vista kantiano, la razón humana se realiza en la especie como tal y no en cada uno de sus individuos. No es difícil entender por qué: la vida de un solo hombre no es suficiente como para alcanzar todo el conocimiento o la perefección moral. Basta revisar la historia para darse cuenta del carácter acumulativo de las aportaciones del genio humano. Tanto en el terreno práctico (ética, política, educación...) como en el teórico (ciencia, técnica) seguimos aún desarrollándonos, de manera que la razón se va desplegando de un modo completo en la especie y no en los individuos particulares.
En la tercera fase, que corresponde además con el texto propuesto, continúa Kant con una descripción de tipo antropológico. La idea central de la misma puede recordarnos al mito platónico de Prometeo: adoleciendo de todo, siendo una especie en principio débil, el hombre debe confiarse a su ingenio, a su razón y su libertad como única forma de sobrevivir, de realizarse. La naturaleza no nos ha dado nada como especie sino que somos nosotros los que tenemos que esforzarnos al máximo para lograr no sólo la supervivencia sino el desarrollo de nuestras capacidades. Al dotarnos de razón, la naturaleza nos saca del reino de la necesidad, pero nos deja en una situación que podríamos calificar de 'abandono', pues somos nosotros mismos los que hemos de procurarnos absolutamente todo: alimento, cobijo, seguridad... pero también la felicidad personal.
Pero el hombre no únicamente es racionalidad. Hemos de situar esa racionalidad en un contexto social y cultural, tal y como hace Kant en la cuarta fase. Desde una perspectiva realista, Kant afirma que el conflicto entre los seres humanos es el motor de la humanidad. La discordia y el enfrentamiento es lo que hace avanzar a la especie. Kant utiliza una expresión muy conocida: la insociable sociabilidad nos obliga a mejorar y mejorarnos. Prescindiríamos de los demás si pudiéramos, pero como no es posible hacerlo, hemos aceptarlos como un componente más, ineludible, de nuestra vida. La vida social impuesta por nuestra debilidad (necesitamos de los demás aunque en algunos casos no los soportemos) nos obliga a mejorarnos, nos sitúa en un contexto estratégico de competencia, de manera que de las disposiciones egoístas del hombre nace una tendencia al perfeccionamiento en todos los órdenes. Kant nos presenta así un hombre racional, libre, autónomo y egoísta que se ve obligado a mejorarse a sí mismo, a dar lo mejor de sí, si quiere progresar en su vida personal y social.
De esta vida en sociedad Kant da el salto a la vida política. Puesto que necesitamos vivir en común, puesto que por naturaleza somos tan insociables como sociables, parece necesario establecer un orden político que organice las relaciones entre los hombres y el derecho en general. Kant sitúa el problema del poder (uno de los temas clásicos de la filosofía política) en el centro de su reflexión. El ser humano que hemos descrito necesita una ordenación que regule su convivencia con los demás, un conjunto de leyes que establezca qué comportamientos están permitidos y cuáles son abusivos o intolerables. El tema del poder, como en tantos otros autores, asociado al de la libertad: cómo conjugar la libertad de cada uno con la del resto. Cómo respetar la libertad individual garantizando que su ejercicio no menoscabe la libertad de los demás. Éste es para el filósofo alemán el gran problema de la humanidad, y la historia no es otra cosa que intentos de proponer soluciones (más o menos acertadas, racionales o fallidas) de solventar estos problemas. Tendemos a abusar de nuestra libertad, dice Kant, y por eso necesitamos que nos marquen los límites. Necesitamos un señor, una organización racional y moral del poder. Esta es la clave de la vida política y también de la historia humana. La gran pregunta es cómo ponemos coto a esta autoridad exterior nacida de nuestra propia interacción, de nuestra vida social. O bien se trata de una autoridad éticamente perfecta, que actúe siempre por deber, o por el contrario tenderá a abusar de su poder. Conjugar el poder político y la racionalidad moral (el actuar por deber) es el gran desafío que tiene ante sí el ser humano, y la tarea central que ha de solventar a lo largo de su historia.
La dificultad de esta tarea es uno de los motores de la historia. Si las sociedades avanzan, progresan y cambian es gracias al conflicto y al enfrentamiento. Las relaciones entre los estados (la política internacional, diríamos hoy) van configurando los progresos y atrasos a lo largo de la historia. Las guerras son intentos de alterar estas relaciones, de imponer un nuevo orden mundial. De manera que la historia avanza y retrocede, experimenta, produce catástrofes que sólo a largo plazo tienen sentido. Una de las tesis que subyacen a todo el ensayo kantiano es esta: podemos aprender de la historia, y de hecho hay procesos que son irreversibles. Hay un sentido, una finalidad, que es precisamente alcanzar sociedades con una constitución civil justa y con relaciones justas entre ellas. Kant moraliza así la historia y la política, que tendrían un fin ético. Por eso establece, en la fase séptima, un orden internacional justo y sometido a leyes como condición indispensable para alcanzar este fin. A este respecto el progreso de unos países puede significar un obstáculo a corto plazo, ya que es probable que no quieran renunciar a su bienestar para establecer relaciones en términos de simetría y justicia con otros países. Sin embargo, estos obstáculos han de ser necesariamente superados en el largo plazo de la historia. Kant no fija, por supuesto, una fecha concreta, pero dibuja una serie de ideas en el horizonte histórico de la humanidad: sociedades justas con relaciones exteriores justas. Este es el fin (¿utópico?) que la humanidad ha de realizar cuando en el curso de la historia desarrolle su razón (una de las disposiciones con las que le dotó la naturaleza) al máximo.
Si aceptamos el planteamiento kantiano, hemos de observar la historia desde una nueva perspectiva: el presente no será más que un intento, uno más, uno de tantos, de afrontar los conflictos existentes y heredados del pasado. La historia no se acaba en nuestro presente, no está ya realizada. Nuestra razón no se ha desarrollado aún de un modo completo. Por eso, hemos de interpretar nuestro tiempo como una fase intermedia, aún inmadura de la historia, que es en el fondo fruto de la planificación de la naturaleza. Si nuestra razón, como el resto de nuestras disposiciones naturales, ha de alcanzar un desarrollo máximo en todas sus dimensiones, es de esperar que la historia, después de muchos desmanes, de idas y venidas, termine realizando una organización racional de la vida en sociedad y del orden internacional. Pese al horror, la guerra y la barbarie, hay un hilo conductor de la historia que nos conduce inexorablemente hacia formas de vida más racionales, aunque pasemos incluso por épocas de retroceso, cuyo fin último es precisamente consolidar esos fines de la razón.
Todas estas ideas pudieran parecer ilusiones de un optimista, de un ilustrado empedernido, consciente de los límites de la razón, pero también de sus posibilidades. Sin embargo, Kant termina su ensayo argumentando que esta concepción de la historia y el ser humano es posible teóricamente, y contribuye además a consolidar y fomentar ese fin de la historia, esa gran unión cosmopolita de pueblos con una constitución civil perfecta que les organice en el interior. En la medida en que el hombre reflexiones sobre su historia, sobre su proyeccción en la misma y la finalidad a la que apunta, podrá tomar conciencia de cómo la razón se va desplegando en el tiempo, y tomar las medidas oportunas para que ese fin de la historia se realice lo antes posible. Ilustrarnos, extender la Ilustración es ya una contribución a la tarea humana de 'racionalizar' la historia, de convertir nuestra forma de vida en un modo racional (ética y políticamente) de vida.
Pregunta 3: comparación entre autores
La concepción kantiana del ser humano, la razón y la historia encontrarían una fuerte crítica en el pensamiento nietzscheano. Analizamos a continuación las diferencias más importantes:
Para empezar, Nietzsche no aceptaría la visión ilustrada del ser humano ni de la razón. La razón nos separa de la necesidad, del instinto o del impulso. La razón es más bien una máscara con oculta esa necesidad que sigue rigiéndonos, un velo que esconde ese instinto y ese impulso, principales fuerzas rectoras del ser humano. La razón es la gran mentira de la Ilustración, y suele utilizarse como excusa o tapadera de los verdaderos motivos de nuestras acciones y decisiones, que no son otros que nuestros deseos e impulsos. Por tanto, para Nietzsche, el ser humano no es ese animal racional que, con limitaciones, nos presenta Kant. Y tampoco la razón es la característica que nos diferencia del resto de especies.
Más fuertes aún son los contrastes si nos referimos a la concepción de la historia. La visión lineal kantiana choca con el eterno retorno nietzscheano. Para el autor de Así habló Zaratustra, vivimos en un eterno presente que se repite sin cesar. El hombre está encerrado en un círculo del cual le es imposible salir. En consecuencia, es absurdo hablar de una finalidad de la historia. La historia es una manifestación más del absurdo de la vida, y hablar de una finalidad de la misma es un vano intento de moralizarla, de envolverla en un manto de racionalidad que no le pertenece de suyo. Las pasiones, los deseos y el instinto son los verdaderos de motores de un tiempo que se repite.
Resumiendo lo anterior, podríamos calificar a Nietzsche de antiilustrado. Ya no es sólo que su concepción del hombre, de la razón y la historia no coincida con la de Kant. Su crítica va mucho más allá: cualquier signo de racionalidad debe ser destruido. Y la racionalidad, no lo olvidemos, es la gran divisa de la Ilustración. Por eso toda la filosofía de Nietzsche puede considerarse, en su conjunto, como una dura crítica a las ideas kantianas, tal y como se refleja en la visión del hombre, la razón y la historia.
Sin embargo, también es posible encontrar autores que aceptarían algunos de los presupuestos kantianos. Uno de los críticos de la Ilustración, como es Karl Marx, rechazaría la visión de la razón y también la del ser humano, pero estaría dispuesto a admitir que la historia tiene una finalidad. Esta visión teleológica aparece claramente en el marxismo cuando se habla de la sociedad comunista como la meta de la historia, por lo que la convicción en el fin de la historia estaría presente tanto en Marx como en Kant.
En cuanto a la visión del ser humano, esta podría ser compartida plenamente por Ortega y Gasset. Para él también somos libertad y racionalidad, características que nos separan de la necesidad de la naturaleza, que nos convierte en animales 'distintos' al resto. Somos capaces de pensarnos y proyectarnos en el tiempo, de renunciar incluso a nuestros deseos, necesidades o instintos presentes en favor de nuestras convicciones o de planes futuros, señales inequívocas de que no vivimos bajo el reino de la animalidad.
Una tercera similitud podríamos encontrarla en la visión de la sociedad. Para Kant, el hombre realiza la razón en las diversas configuraciones sociales a lo largo de la historia. También la sociedad ha de expresar, en cierto modo, una racionalidad que se va desarrollando poco a poco. La vida en sociedad tiene que ser racional y organizarse de un modo racional, lo que sitúa a Kant en consonancia con toda la tradición contractualista. Los presupuestos antropológicos son bien distintos, pero la artificialidad de la vida en sociedad sería una nota común a Kant, Rousseau y Hobbes, que defienden la idea contraria a la sociabilidad natural de la que nos habla Aristóteles. La insociable sociabilidad kantiana rompe con la idílica sociabilidad de la polis griega presente en Aristóteles y continúa sin embargo con esa tradición, mucho más próxima al tiempo y la sociedad en que vivió Kant, según la cual la vida en sociedad es una forma artificial de vida surgida de un pacto.
En conclusión, cabría decir que el texto kantiano resulta de gran interés por dos motivos: en primer lugar por colaborar al desarrollo de la filosofía de la historia, rama filosófica que comienza a brillar con luz propia en la Ilustración, y a la que después harían grandes aportaciones filósofos de la talla de Hegel. Una de las virtudes del texto es, sin duda, la de convertir la historia en un tema filosófico, y plantear algunas de las preguntas esenciales de esta disciplina. Además, toca directamente cuestiones que tenemos planteadas en nuestro mundo actual: las relaciones internacionales, la búsqueda conjunta de soluciones a problemas comunes, los procesos de integración de diferentes estados en unidades superiores, la creación de organismos internacionales que aspiran a arbitrar las relaciones entre países... Temas que diariamente aparecen, de un modo u otro, en la prensa y las noticias, y que siguen planteando retos a los grandes pensadores de la filosofía política. Cuestiones en las que nosotros mismos estamos integrados, y de cuya solución depende, en buena medida, nuestro porvernir, no sólo como individuos, sino también como sociedades, culturas, o incluso como especie.