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La utopía platónica

Sobre un texto de La república

Sois, pues, hermanos todos cuantos habitáis en la ciudad -les diremos siguiendo con la fábula-; pero, al formaros los dioses, hicieron entrar oro en la composición de cuantos de vosotros están capacitados para mandar, por lo cual valen más que ninguno; plata, en la de los auxiliares, y bronce y hierro, en la de los labradores y demás artesanos. Como todos procedéis del mismo origen, aunque generalmente ocurra que cada clase de ciudadanos engendre hijos semejantes a ellos, puede darse el caso de que nazca un hijo de plata, o que se produzca cualquier otra combinación semejante entre las demás clases. Pues bien, el primero y principal mandato que tiene impuesto la divinidad sobre los magistrados ordena que, de todas las cosas en que deben comportarse como buenos guardianes, no haya ninguna a que dediquen mayor atención que a las combinaciones de metales de que están compuestas las almas de los niños. Y si uno de éstos, aunque sea su propio hijo, tiene en la suya parte de bronce o de hierro, el gobernante debe estimar la naturaleza en lo que realmente vale y relegarle, sin la más mínima conmiseración, a la clase de los artesanos y labradores. O al contrario, si nace de éstos un vástago que contenga oro o plata, debe apreciar también su valor y educarlos como guardián en el primer caso o como auxiliar en el segundo, pues, según un oráculo, la ciudad perecerá cuando la guarde el guardián de hierro o el de bronce. [...]

-Considera, pues -dije yo-, si es el siguiente régimen de vida y habitación que deben seguir para ser así. Ante todo, nadie poseerá casa propia, excepto en caso de absoluta necesidad. En segundo lugar, nadie tendrá tampoco ninguna habitación ni despensa donde no pueda entrar todo el que quiera. En cuanto a los víveres, recibirán de los demás ciudadanos, como retribuciones por su guarda, los que puedan necesitar unos guerreros fuertes, sobrios y valerosos, fijada su cuantía con tal exactitud que tengan suficiente para el año pero sin que le sobre nada. Vivirán en común, asistiendo regularmente a las comidas colectivas como si estuviesen en compaña. Por lo que toca al oro y plata, se les dirá que han puesto los dioses en sus almas, y para siempre, divinas porciones de estos metales, y, por tanto, para nada necesitan de los terrestres ni es lícito que contaminen el don recibido aliando con la posesión del oro de la tierra, que tantos crímenes ha provocado en forma de moneda corriente, el oro puro que en ellos hay. Serán, pues, ellos los únicos ciudadanos a quienes no esté permitido manejar ni tocar el oro ni la plata, ni entrar bajo el techo que cubra estos metales, ni llevarlos sobre sí, ni beber en recipiente fabricado con ellos. Si así proceden, se salvarán ellos y salvarán a la ciudad; pero si adquieren tierras propias, casa y dinero, se convertirán de guardianes en administradores y labriegos, y de amigos de sus conciudadanos en odiosos déspotas. Pasarán su vida entera aborreciendo y siendo aborrecidos, conspirando y siendo objeto de conspiraciones, temiendo, en fin, mucho más y con más frecuencia a los enemigos de dentro que a los de fuera; y así correrán en derechura al abismo, tanto ellos como la ciudad.

¿Bastan, pues, todas razones -terminé- para que convengamos en la precisión de un tal régimen para el alojamiento y demás necesidades de los guardianes, y lo establecemos como digo, o no?
 

Preguntas

  1. Resume lo más brevemente que puedas en qué consiste la utopía que nos presenta Platón.
  2. ¿Qué relación existe entre lo que acabas de leer y la teoría ética de Platón?
  3. ¿Existe algún parecido entre el modelo platónico y la sociedad actual? Explica tu respuesta, y si es afirmativa, desarrolla los parecidos que hayas encontrado.
  4. ¿Encuentras “perfecta” la sociedad que describe Platón o por el contrario encuentras posibles fallos que anularían su carácter utópico?
  5. Teniendo en cuenta la pregunta anterior, propón un modelo de utopía.