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Ortega y Gasset (IX-2006)

Propuesta de resolución del texto extraído de ¿Qué es filosofía?. Examen de Selectividad de la UCyL de Septiembre de 2006.

Texto para comentar

 

» Comentario de texto propuesto en el examen de selectividad de las Universidades de Castilla y León de septiembre de 2006. Vea también los apuntes sobre este autor.

Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, Lección X

Para los antiguos, realidad, ser, significaba “cosa”; para los modernos, ser significaba “intimidad, subjetividad”; para nosotros, ser significa “vivir” -por tanto, intimidad consigo y con las cosas. Confirmamos que hemos llegado a un nivel espiritual más alto porque si miramos a nuestros pies, a nuestro punto de partida -el “vivir”- hallamos que en él están conservadas, integradas una con otra y superadas, la antigüedad y la modernidad. Estamos a un nivel más alto -estamos a nuestro nivel-, estamos a la altura de los tiempos. El concepto de altura de los tiempos no es una frase, es una realidad, según veremos muy pronto.

CUESTIONES:

  • Explique el sentido del texto y analice los términos subrayados (Valoración 0-4 puntos).
  • Vida y razón en Ortega (Valoración 0-4 puntos).
  • Teniendo en cuenta la pregunta anterior, relacione a Ortega con algún otro autor o corriente de pensamiento, señalando aproximaciones o diferencias (Valoración 0-2 puntos).

Propuesta de resolución del comentario

La propuesta de resolución es siempre orientativa. Que se entienda sólo como una tentativa de solución, seguramente mejorable. No es difícil imaginar que 50 profesores de filosofía propondrían 50 soluciones distintas (y a saber qué nota recibirían en las pruebas de acceso...). Por eso, lo que ofrecemos aquí es exclusivamente una propuesta de resolución. Se puede utilizar como material de referencia para establecer correcciones (y mejorar la propuesta) o para tener una ligera idea de cómo se podrían contestar las preguntas.

Pregunta 1

El texto pertenece a José Ortega y Gasset, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, y probablemente el más representativo de la filosofía española. Destacó siempre por su eclecticismo: en lugar de identificarse con una sola teoría y tratar de crear un sistema filosófico, su pensamiento destaca por una envidiable originalidad y frescura. Fue en muchos aspectos responsable de la modernización cultural de España y de su apertura a corrientes filosóficas europeas que apenas habían llegado a España (existencialismo, fenomenología, personalismo…). Además de este europeísmo, destacó siempre por su preocupación por divulgar filosofía (algo que se aprecia en la obra a la que pertenece el fragmento) y conocimiento: no sólo fue profesor universitario, sino que su tarea como director de la Revista de Occidente contribuyó a dinamizar el panorama intelectual español. Su impronta filosófica cristalizó en la llamada Escuela de Madrid, a la que pertenecieron hombres tan importantes como José Gaos o Julián Marías. El legado de Ortega no es sólo filosófico, sino, como decimos, Ortega fue una referencia ineludible en toda la cultura española de la primera mitad del siglo XX.

En concreto, el texto pertenece a una de las obras en las que Ortega intenta precisamente difundir la filosofía. ¿Qué es filosofía? no es un libro escrito solamente para ser leído, sino la trascripción de un ciclo de conferencias en las que Ortega trata de iniciar en la filosofía a personas que carecían de este tipo de formación. Por ello, en esta obra Ortega hace gala de su estilo elegante y sencillo, capaz de expresar en metáforas reveladoras y cargadas de significado conceptos e ideas complicadas. La temática de la obra es la filosofía misma y sus corrientes y autores más importantes. Además de esta panorámica histórico-filosófica de carácter divulgativo, la reflexión que ofrece Ortega en esta obra trata de determinar cuál puede ser la función de la filosofía en el presente desde el que él mismo está hablando, es decir, cuál es (por así decirlo) su tarea pendiente. Para Ortega, la filosofía de su tiempo debe superar viejas oposiciones y enfrentamientos conceptuales, para acercarse más a la vida y al mundo que rodea al ser humano.

Todo esto se puede apreciar perfectamente en el fragmento del comentario, donde precisamente Ortega nos invita a superar el planteamiento antiguo y el moderno por considerarlos demasiado extremistas. Así, la pregunta a la que podría responder el texto es precisamente ¿cuál es el tema de nuestro tiempo? o, dicho de otra forma, ¿qué debe hacer la filosofía hoy? La respuesta orteguiana sería sencilla: superar la oposición entre el realismo de la antigüedad y el subjetivismo originado en la modernidad, siendo capaces de encontrar un camino teórico intermedio que cubra las deficiencias de ambos planteamientos. Esta síntesis intermedia la encuentra Ortega, tal y como dice en el texto, en el “vivir”, actividad cotidiana en la que confluyen el mundo (objeto) y el individuo (sujeto). Ese debe ser el dato radical que estudie la filosofía y no otro que pueda despistarnos de la relación con las cosas en la que el ser humano se encuentra desde sus inicios.

A continuación pasaremos a explicar los conceptos subrayados:

 

Realidad: es, para los antiguos, el dato radical del que debe ocuparse la filosofía. Para Ortega, sin embargo, somos realidad nosotros mismos y todo cuanto nos rodea, superando así el realismo ingenuo de los filósofos antiguos. La realidad para Ortega es la vida, auténtico dato radical del que la filosofía debe ocuparse.

 

Vivir: es la actividad fundamental del ser humano, en la que éste se relaciona con otros seres humanos (vivir es con-vivir) y también con todas las cosas que le rodean. El vivir supera la oposición sujeto-objeto (conciencia y mundo, “intimidad consigo” y “cosas”) ya que en la vida cotidiana ambos se encuentran inseparablemente unidos.

 

Intimidad consigo: con esta expresión se refiere Ortega a la subjetivización del mundo y a la introspección propias de la modernidad. La experiencia de la conciencia potenciada por Descartes o la conversión del mundo en un manto de fenómenos que acompaña a la filosofía de Hume, son, en el fondo, un modo de encerrarse dentro de sí mismo, bordando a menudo las difíciles fronteras del solipsismo. Esa es la intimidad moderna a la que se refiere Ortega.

 

Cosas: en el sentido que Ortega le da a esta palabra en el texto se refiere al mundo exterior que fue el principal objeto de la reflexión llevada a cabo por la filosofía antigua. Se trata de nuevo del realismo ingenuo del que hablábamos en el primer concepto, es decir, del vivir volcado a la realidad, y pensar que son los objetos los que se imponen sobre el sujeto en el proceso de conocimiento.

 

Modernidad: tal y como utiliza Ortega este concepto se está refiriendo a toda una corriente filosófica que está centrada exclusivamente en el sujeto y en su modo de conocer el mundo. La filosofía moderna, según Ortega, desprecia en cierto modo el objeto, se olvida de él, y le cede toda la importancia al sujeto de conocimiento, sea en forma de razón o conciencia (racionalismo cartesiano) o como sujeto de la experiencia sensible (empirismo de Hume)

 

Altura de los tiempos: expresión típicamente orteguiana, con la que se refiere particularmente a la tarea que la filosofía debe afrontar en su presente. Estar a la altura de los tiempos implica resolver los problemas del presente pero habiendo tomado una conciencia clara del pasado del cual se procede, descubriendo en él aporías o caminos sin retorno que deben ser evitados. Que la filosofía esté a la altura de los tiempos significa para Ortega, entre otras cosas, que sea capaz de diluir viejas y radicales oposiciones teóricas, que pueden encontrar solución si buscamos caminos intermedios.

Pregunta 2

La de vida y razón es una de las oposiciones que encierran a la filosofía en un callejón sin salida. Por eso dice Ortega que una de las tareas de la filosofía de su tiempo será, consecuentemente, la superación de esta oposición, de manera que ambos conceptos puedan quedar integrados en uno solo. Pero antes de ver la propuesta orteguiana, conviene realizar un breve recorrido histórico, para tomar conciencia del problema y ver la solución aportada por Ortega. La oposición de la razón y la vida es producto del choque entre dos grandes corrientes filosóficas: el racionalismo, que fue la corriente dominante en el continente europeo durante los siglos XVII  y XVIII, y el vitalismo nietzscheano, que dinamitó toda esta concepción racionalista en la segunda mitad del siglo XIX. Se trata por tanto de dos modos de pensamiento enfrentados: mientras que el racionalismo busca un fundamento absolutamente indudable para la filosofía y está obsesionado con la certeza del conocimiento humano, el vitalismo afirma que la razón es una desviación de la vida, una distracción fatal, y que la vida debe estar por encima de cualquier otro valor, siendo la razón o la búsqueda de la certeza un síntoma más de decadencia.

El que acabamos de describir es, a grandes rasgos, la “herencia” filosófica con la que se encuentra Ortega en su tiempo: por un lado todo un proyecto que ensalzó la razón (no olvidemos que el racionalismo fue continuado en la Ilustración) y que parece agotado, y por otro lado una nueva filosofía que nace con tanta fuerza como irracionalidad y radicalidad. Si ponemos la razón por encima de la vida, parece que nos olvidamos de algo esencial y anterior a la razón misma, y estamos en cierto modo “desviviéndonos”, valga la expresión, por un valor que no siempre refuerza la vida. La razón es demasiado abstracta, y se le escapa el incesante cambio de lo que Ortega considera dato radical del universo: la vida. La razón, por tanto, es una red demasiado amplia como para captar el fluir permanente de la vida, que, además, es su soporte necesario. Sin embargo, ceder el predominio a la vida sobre la razón tampoco es la solución: sería renunciar a uno de los atributos definitorios del ser humano. El hombre para Ortega es realidad futuriza, proyecto, tal y como vamos a comentar más abajo, y la vida, sin embargo, está encerrada en el presente en el que fluye. Ni la razón, ni la vida. Parecemos condenados al callejón sin salida en el que otras veces ha terminado también la filosofía. Sin embargo, Ortega encuentra un concepto intermedio entre la razón y la vida y que nos puede ayudar a salir de la aporía: la razón vital.

En efecto, Ortega argumenta que, en el caso del ser humano, no hay razón sin vida, pero tampoco vida sin razón. La razón se encuentra encarnada, vivificada y tiene en la vida su mejor aliada, su soporte perfecto. No existe una razón autónoma, independiente, que vaya por ahí “razonando” sin estar profundamente arraigada en la vida. Por eso es erróneo, piensa Ortega, hablar de la razón como algo separado de la vida. La razón en el hombre es razón vital, y afirmar cualquier otra cosa es no sólo perjudicial para la filosofía sino para el ser humano mismo. Pero tampoco podemos reducir la amplia realidad del hombre a la vida, tal y como critica Ortega al vitalismo nietzscheano. El hombre es vida, pero es algo más: es proyecto. Cada uno de nosotros está proyectado hacia el futuro, lanzado hacia delante. Vivimos en el presente planificando y anticipando el futuro, y este “proyectarse” es necesariamente una de las características de la razón humana. Si sólo fuéramos vida, viviríamos instalados en el “aquí y ahora” del presente, sin ser capaces de ningún tipo de previsión. Eso es lo que derivaría, en realidad, del “eterno retorno” nietzscheano o del mandato de Zaratustra de ser “fieles a la tierra”. Para Ortega vivir esclavizados por el presente sería llevar una vida animal, muy alejada de lo que al ser humano le corresponde. Vivir de un modo irracional es dejar ser humano, ya que la razón forma parte de nuestro ser tanto como la vida.  Por ello encuentra Ortega esta definición del hombre: cada uno de nosotros no es razón, ni vida, sino razón vital. Hemos de saber encontrar la justa medida en que combinar vida y razón.

Esta perspectiva raciovitalista debe además situarse en un contexto más amplio que vendría proporcionado por la razón histórica. Somos razón vital dentro de una historia. Somos producto de un pasado que nos da una identidad y que convierte nuestro presente y nuestro futuro, de un modo u otro, en problemas que debemos resolver. Si ninguno de nosotros puede renunciar a la historia de la que procede, tampoco lo podrá hacer la razón, que será entonces vital e histórica. Además, la historia es el lugar propio del ser humano, donde éste “lanza” o proyecta su vida. La historia nos da un lugar en el mundo, nos asigna unas circunstancias de las cuales hemos de partir para desarrollar nuestra propia vida, una vida proyectada y por tanto racional o, con otra expresión, razonable, es decir, a la altura del ser humano. El hombre se hace a sí mismo desde la historia y en la historia, y con la razón va planificándose y proyectándose en el tiempo.

Con el raciovitalismo supera Ortega la oposición entre vida y razón, realizando lo que será siempre una constante de su filosofía. Como decíamos en la contextualización, su eclecticismo le llevó siempre a proponer alternativas y soluciones intermedias allí donde el conflicto parecía insuperable: la razón vital disuelve el choque entre razón y vida, pero así ocurre también con otros tantos conceptos y teorías orteguianas: la vida, entendida como dato radical de la filosofía, representa una superación del realismo ingenuo de los antiguos (volcados a la realidad) y del subjetivismo de los modernos (ensimismados en su propia conciencia o conocimiento). De la misma forma, el perspectivismo implica una superación del dogmatismo racionalista y el escepticismo.

A modo de conclusión, podríamos decir que el raciovitalismo es una de las aportaciones más significativas de Ortega por varios motivos. Para empezar, porque con esta teoría se enfrenta Ortega a una discusión filosófica polarizada, en la que las dos teorías implicadas parecen difícilmente reconciliables. En segundo lugar porque el raciovitalismo es una muestra más del interés orteguiano por resolver los problemas de su presente filosófico, haciéndose cargo de las aportaciones posteriores. En tercer lugar, hay que destacar la originalidad del planteamiento de Ortega. Quizás alejándose del academicismo del lenguaje especializado, Ortega consigue encontrar soluciones tan ingeniosas como pasmosamente sencillas. Y para terminar hay que subrayar la capacidad de Ortega de elaborar una filosofía pegada a la realidad, a la vida cotidiana, y a la altura de su tiempo filosófico, pero también histórico.

Pregunta 3

A la hora de establecer las semejanzas, compararemos a Ortega con Kant, mientras que fijaremos las diferencias que existen entre el pensamiento del autor de ¿Qué es filosofía? y Nietzsche.

Puede que a primera vista nos dé la sensación de que el raciovitalismo de Ortega nada tiene que ver con la filosofía kantiana, marcada por la arquitectónica de la razón. Sin embargo, sí podemos encontrar una semejanza de fondo, si tenemos en cuenta todo lo expuesto en la pregunta anterior. Decíamos antes que la filosofía de Ortega se deja llevar por el optimismo filosófico de poder encontrar una solución a los problemas, una vía intermedia a las oposiciones aparentemente insuperables. Pues bien, si por algo destaca la filosofía kantiana es precisamente por ser una filosofía “de síntesis”, por aspirar a conciliar perspectivas filosóficas alejadas. Si al raciovitalismo de Ortega conjuga vitalismo y racionalismo, el criticismo kantiano intenta armonizar el empirismo con el racionalismo.

Una segunda semejanza podríamos encontrarla en la valoración de la filosofía que realizan ambos autores. Esa razón vital que es el hombre no puede dejar de plantearse algunas preguntas, que precisamente están relacionadas con su libertad, con su capacidad para anticipar el futuro y proyectarse en el mismo. La filosofía es algo necesario dirá Ortega, en consonancia con la actitud kantiana hacia las preguntas de la metafísica. Ésta no es posible como ciencia, dirá el autor alemán, pero permanecerá siempre como una tendencia inevitable del ser humano.

Y para terminar con las semejanzas, cabe referirse a la importancia de la “razón histórica”. Razón vital enmarcada en la historia, decíamos antes que era la concepción de Ortega. Pues bien, podríamos señalar a Kant como uno de los primeros autores en señalar la “historicidad” de la razón, en tomar conciencia del presente histórico en el que vive, de la herencia recibida del pasado y del legado que se puede dejar al futuro. Los escritos kantianos sobre la historia no pretendían sino “estar a la altura de su tiempo”, o, utilizando otra expresión de Ortega, resolver la “tarea de la filosofía”. Desde la Ilustración el ser humano toma conciencia de su historicidad, rasgos que se aprecia tanto en la filosofía kantiana como en ¿Qué es filosofía? de Ortega.

En cuanto a las diferencias, debemos comenzar precisamente por el tema que hemos comentado en la pregunta anterior: la de la vida que caracteriza la filosofía de Nietzsche es duramente criticada por Ortega. No se trata sólo de que el hombre sea un proyecto, y por tanto debamos considerar también su dimensión futuriza, su hacerse, sino de algún aún más importante: Ortega rechaza el vitalismo de Nietzsche porque en el fondo sería una afirmación completa del irracionalismo. Si nos dejáramos llevar por el vitalismo de Nietzsche, dejaríamos de ser proyecto, es decir, dejaríamos de ser humanos, renunciando a la razón, una de nuestras características constitutivas.

Y si diferente es su valoración de la vida, también se distanciarán en sus perspectivas sobre la razón humana. Para Nietzsche la razón es la gran engañadora, la traidora de los valores originarios. La razón falsea la vida, hace que nos olvidemos de vivir, y por tanto debe ser rechazada, ignorada. Debemos recuperar el instinto de vida para ponerlo por encima del pensamiento. Ortega rechazaría esto completamente. Como venimos diciendo a lo largo de todo el comentario, renunciar a la razón sería renunciar a ser proyecto, renunciar a planear nuestras vidas sobre un futuro, ya sea inmediato o más lejano. Y esta dimensión futuriza de la vida es precisamente lo más característico del ser humano, lo que nos separa del resto de especies.

Una consecuencia de ambas diferencia es la valoración de la filosofía: Nietzsche es, a este respecto, el gran crítico de la civilización occidental. Toda verdad es subjetiva, nos dice el autor alemán, y la filosofía es sólo un síntoma más de decadencia, de debilidad. Frente a eso, Ortega afirma la necesidad de la filosofía, una actividad inherentemente humana. Renunciar a la filosofía es renunciar a preguntarnos, a cuestionar el mundo, y eso significaría dejar de ser hombres. La radicalidad y la ultimidad de la filosofía son indispensables, y forman parte de la forma en la que el hombre vive en el mundo.