
¡Oh, expresión matemática de la nada filosófica! Artefacto indio del vacío atomista. Mercancía de los árabes que impulsó nuestro pensamiento: catorce siglos de historia contemplan ahora tu muerte educativa. Psicólogos, pedagogos, politicastros y legisladores te abominan, maldicen de tus efectos sobre las vacías mentes de los infantes. Defensores del mayor de los milagros matemáticos, nos obligan ahora, oh cero incorrompible, a ignorar la blancura de un examen y convertirla en uno. Los infinitos números reales que os separan, cero, no parecen contar para mentes que tanto cuentan, quizás sin haber contado antes demasiado. Te acusan de angustiar y deprimir, de dañar y traumatizar vidas humanas. Proscrito estás de las notas, para siempre muerto en los boletines. Al paro te mandan, cero, por intolerante, por no ser comprensivo, por llamar a las cosas por su nombre. Eres indecente y delincuente, cero, y jamás volverás a manchar con tu redondez el lustroso historial de los brillantes alumnos.
Muerto el cero se acabó la rabia, piensan ellos, ignorantes. La rabia del fracaso escolar que tú causas (y no los malos estudiantes), la que tú pregonas y con la que nos avergüenzas. Cero pisano, europeo, universal. Cero educativo. Mas pensemos en tus enormes benficios, pues son los mismos que te vituperan, los que te dan muerte, los que te reivindican: te buscan, cero, en fracaso escolar, te anhelan si hemos de hablar de los casos de acoso, eres Dios si se trata de inadaptación o de necesidades por cubrir. En su hipocresía y apariencia te desean ardientemente: pobreza cero, paro cero, inflación cero. Tus benéficos efectos se multiplican por doquier, mientras que las autoridades educativas te defenestran. Te queremos, cero, en tantas situaciones, que no podemos más que rebelarnos contra tu muerte y desaparición. Despedirte con pena, con la triste certeza de quien sabe que ya a las cosas no se les llama por su nombre: que una hoja inmaculada merece un uno, por eso, por su nombre. Quizás te odian, cero, porque son conscientes de que la estupidez humana está en muchos casos lejos de tí. Puede que sepan que a veces tiende a infinito... La medida rencorosa, cero, provenga quizás de que poblaste sus infantiles notas.
Allá donde vayas, redondo absoluto, lleva tu verdad sin engañar a los humanos sin permitir que conviertan en ser lo que no es, traicionando al viejo Parménides. Desata sobre tus asesinos tu ira pacífica, tu violencia cero: dales cero votos, cero euros, cero titulares de periódicos, cero fotos propagandísticas, cero segundos mediáticos para que no puedan seguir llenándonos de sus palabras más huecas que el espacio que encierras. Encérales bien. Que aprendan de tus virtudes, de la inestimable ayuda que nos prestas en el mundo numérico. Explícales a los que clavan en tu corazón la daga del uno que tu significado es mucho más trascendente, tu función mucho más importante, que la de otros muchos números que tuvieron más suerte en el azaroso teatro del mundo humano. En esta tu despedida, cero, queremos transmitirte nuestro más sincero agradecimiento, por todos los servicios prestados, y por todo lo que nos has hecho pensar a matemáticos, filósofos, físicos... Siempre estarás en nuestro recuerdo.
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