La antigüedad: filosofía anterior al cristianismo
Analizar las diferentes perspectivas de los filósofos clásicos respecto al problema de Dios, es, cuando menos, anacrónico e inapropiado. A no ser que se especifique el sentido en el que los filósofos clásicos hablan de Dios o, mejor dicho, de los dioses. La religión era, en tiempos de los presocráticos, suficientemente abierta y tolerante como para posibilitar el surgimiento de la filosofía, con el ya famoso tránsito del mito al logos. Sin embargo, esto no impidió que algunos de los primeros filósofos fueran perseguidos en su tiempo por impiedad y por no creer en los dioses. A este respecto, Jenófanes de Colofón critica el politeísmo y se convierte en uno de los primeros defensores del monoteísmo. Al tiempo, critica el antropocentrismo: el hombre proyecta siempre sobre Dios sus propios atributos. Evidentemente, este tipo de discusión está muy alejada de la teología cristiana. Ni las motivaciones ni el concepto de Dios es el mismo, y por eso decíamos al principio que resulta anacrónico hablar del problema de Dios en los antiguos.
Platón
Y esto mismo se puede decir de los dos grandes filósofos de la antigüedad: Platón y Aristóteles. Platón no habla de Dios (tal y como lo entendemos hoy en día) en ninguno de sus diálogos. El concepto más cercano sería el del demiurgo, que se encarga de construir las cosas fijándose en las Ideas como modelo. Tanto las Ideas como la materia en la que se realizan existen previamente, por lo que no tendría sentido hablar de creación. Para los griegos la materia es eterna, por lo que la pregunta por su origen carece de sentido (el concepto de creación será introducido después por el cristianismo).

Aristóteles
Algo muy parecido podrá decirse sobre Aristóteles. A menudo se ha hecho demasiado hincapié en el “motor inmóvil” del que habla Aristóteles en la parte final de su Metafísica. Puede que esto se deba a un excesivo peso de la interpretación tomista del pensamiento aristotélico, que durante siglos fue la más admitida. Sin embargo, a partir de la obra monográfica de Jaeger, comienzan a revisarse los textos aristotélicos, cobrando un mayor peso los escritos biológicos y las interpretaciones realistas y naturalistas. Cuando Aristóteles se refiere al “motor inmóvil” (si es que la expresión es suya) está hablando de una instancia que origina el movimiento. No aparece la creación, ni tampoco, por supuesto, la dimensión personal de Dios que después será afirmada por el cristianismo. En caso de que la expresión sea aristotélica, probablemente está muy alejada del concepto de Dios que aparecerá en las reflexiones de los medievales.
En cuanto al estoicismo y al epicureismo, ambas filosofías representan una propuesta de salvación para el individuo de las polis griegas en decadencia. Cuando el esplendor de la civilización griega comienza a apagarse, la religión y la filosofía dejan de dar respuesta. Cuando el platonismo deriva hacia el escepticismo surgen estas dos filosofías de salvación. En ambos casos, el concepto de Dios (o incluso de dioses, cabría decir) es muy distinto. Para los epicúreos, los dioses, en caso de existir, no se ocupan de ninguno de los asuntos humanos. Los dioses vivirían alejados del mundo y completamente indiferentes respecto al decurso del mismo. En cuanto a los estoicos, defenderán una identificación de Dios con la naturaleza. Este panteísmo está, evidentemente, muy alejado de las posiciones cristianas, quizás tan distante como la posición epicúrea, pues para el cristianismo sería inconcebible que Dios no se preocupara por el hombre. Por tanto, una vez más, aparece una concepción de Dios muy alejada de la cristiana, por lo que este tipo de ideas serán aplicables a la discusión sobre la existencia de Dios tan sólo de un modo parcial. En cualquier caso, hay que resaltar que tanto epicureismo como estoicismo representan intentos de plantear una teoría ética al margen de un concepto de religión tal y como la entendemos hoy, sino con referencias, como mucho, al concepto de naturaleza, que puede aparecer divinizada en el caso del estoicismo.

La reflexión de la antigüedad respecto a la existencia de Dios debe enmarcarse siempre en su religiosidad mitológica y politeísta (fuente)
Todos estos planteamientos pasarán a la civilización romana, que en muchos casos se limitará, como en tantas otras áreas, a copiar y mantener las aportaciones de los griegos. Así, en lo que a la filosofía se refiere, Cicerón se encargará de recoger todos los conceptos y teorías griegas y buscar términos latinos que los traduzcan. Su labor no es filosóficamente original, pero sí merece la pena el esfuerzo que realizó por adaptar la filosofía griega a la lengua latina, que hasta entonces carecía de un vocabulario específicamente filosófico. Una buena e interesante recopilación de diversas corrientes y teorías alrededor del problema de Dios, pueden encontrarse, por ejemplo, en su obra De natura deorum, donde se discuten ideas estoica y epicúreas, y aparecen argumentos e ideas que anticipan, con todas las salvedades posibles, el diálogo que se establecerá en la edad media. A modo de conclusión, centrándonos en Platón y Aristóteles, cabe decir que la muestra más clara de que el pensamiento de ambos no aborda temas específicamente religiosos es la necesidad que se planteó a partir del siglo IV de sistematizar el cristianismo y “convertirlo en verdad”, lo cual era equivalente a compatibilizarlo con la verdad de su tiempo, que no era otra que la filosofía: inicialmente la de Platón (a partir de la cual se elaborará la síntesis agustiniana) y posteriormente la de Aristóteles (síntesis tomista).