René Descartes
Discurso del método
“Reflexioné después que, puesto que yo dudaba, no era mi ser del todo perfecto, pues advertía claramente que hay mayor perfección en conocer que en dudar, y traté entonces de indagar por dónde había yo aprendido a pensar en algo más perfecto que yo; y conocí evidentemente que debía ser por alguna naturaleza que fuese efectivamente más perfecta. En lo que se refiere a los pensamientos que tenía acerca de muchas cosas exteriores a mí, como son el cielo, la tierra, la luz, el calor y otras mil, no me preocupaba mucho el saber de dónde procedían, porque, no viendo en esos pensamientos nada que me pareciese superior a mí, podía pensar que si eran verdaderos dependían de mi naturaleza en cuanto que ésta posee alguna perfección, y si no procedían de la nada, es decir, que estaban en mí por lo defectuoso que yo era. Mas no podía suceder lo mismo con la idea de un ser más perfecto que mi ser; pues era cosa manifiestamente imposible que tal idea procediese de la nada. Y por ser igualmente repugnante que lo más perfecto sea consecuencia y dependa de lo menos perfecto que pensar que de la nada provenga algo, no podía tampoco proceder de mí mismo. De suerte que era preciso que hubiera sido puesto en mí por una naturaleza que fuera verdaderamente más perfecta que yo y que poseyera todas las perfecciones de las que yo pudiera tener alguna idea, o lo que es igual, para decirlo en una palabra, que fuese Dios.”
“Quise indagar luego otras verdades, y habiéndome propuesto considerar el objeto de los geómetras, al que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en varias partes que pueden tener varias figuras y tamaños, y ser movidas o traspuestas de muchas maneras, pues los geómetras suponen todo eso en su objeto, repasé algunas de sus demostraciones más sencillas, y habiendo advertido que esa gran certeza que todo el mundo atribuye a tales demostraciones se funda tan sólo en que se conciben de un modo evidente según la regla antes dicha, advertí también que no había nada en ellas que me garantizase la existencia de su objeto: porque, por ejemplo, veía muy bien que, suponiendo un triángulo, era necesario que sus tres ángulos fueran iguales a dos rectos, mas no por eso veía nada que me asegurase que en el mundo hubiera triángulo alguno. En cambio, si volvía a examinar la idea que tenía de un Ser perfecto, hallaba que la existencia estaba comprendida en ella del mismo modo como en la idea de un triángulo se comprende que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos, o, en la de una esfera, el que todas sus partes sean equidistantes de su centro, y hasta con más evidencia aún; y que, por consiguiente, es por lo menos tan cierto que Dios, que es un Ser perfecto, es o existe, como lo pueda ser cualquier demostración de geometría.”
“Porque, en primer lugar, la regla que antes he adoptado –de que son verdaderas todas las cosas que concebimos muy clara y distintamente- no es segura sino porque Dios es o existe y porque es un Ser perfecto, del cual proviene cuanto hay en nosotros. De donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo cosas reales y que proceden de Dios, en todo lo que tienen de claras y distintas, no pueden menos de ser verdaderas, de suerte que si tenemos con bastante frecuencia ideas que encierran falsedad, es porque hay en ellas algo confuso y oscuro y en este respecto participan de la nada, es decir, que si están así confusas en nosotros es porque no somos totalmente perfectos, y es evidente que no hay menos repugnancia en admitir que la falsedad o imperfección proceda como tal de Dios mismo, que en admitir que la verdad o la perfección procedan de la nada. Mas si no supiéramos que todo cuanto en nosotros es real y verdadero proviene de un Ser perfecto e infinito, entonces, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no habría razón alguna que nos asegurase que tienen la perfección de ser verdaderas.”
Meditaciones metafísicas
RAZONES QUE PRUEBAN LA EXISTENCIA DE DIOS Y LA DISTINCION QUE MEDIA ENTRE EL ESPIRITU Y EL CUERPO HUMANO, DISPUESTAS A LA MANERA GEOMETRICA
Definiciones
II. Con la palabra idea entiendo aquella forma de todos nuestros pensamientos, por cuya percepción inmediata tenemos consciencia de ellos. De suerte que, cuando entiendo lo que digo, nada puedo expresar con palabras sin que sea cierto, por eso mismo, que tengo en mí la idea de la cosa que mis palabras significan. Y así, no designo con el nombre de idea las solas imágenes de mi fantasía; al contrario, no las llamo aquí ideas en cuento están en la fantasía corpórea (es decir, en cuanto están pintadas en ciertas partes del cerebro), sino sólo en cuanto informan es espíritu mismo aplicado a esa parte del cerebro.
VIII. Llamamos Dios a la substancia que entendemos supremamente perfecta, y en la cual nada concebimos que incluya defecto alguno, o limitación de la perfección.
IX. Cuando decimos que un atributo está contenido en la naturaleza o concepto de una cosa, monta tanto como si dijésemos que tal atributo es verdadero respecto de esa cosa, o que puede afirmarse que están en ella.
Axiomas o nociones comunes
I. No hay cosa alguna existente cuya causa de existir no pueda ser indagada. Pues del mismo Dios puede eso indagarse; no porque necesite causa alguna para existir, sino porque la inmensidad misma de su naturaleza es la causa o razón de que no la necesite.
II. El tiempo presente no depende del inmediatamente anterior; por ello, no es menor la causa que se precisa para conservar una cosa, que para producirla por vez primera.
III. Ninguna cosa, ni perfección alguna de ella existente en acto, puede tener por causa de su existencia la nada, o sea, algo no existente.
IV. Toda cuenta realidad o perfección hay en una cosa, se halla formalmente, o bien eminentemente, en su causa primera y total.
V. De ello se sigue también que la realidad objetiva de nuestras ideas requiere una causa que contenga esa misma realidad, no sólo objetivamente, sino formalmente, o eminentemente. Y debe notarse que este axioma es tan necesario, que de él solo depende el conocimiento de todas las cosas, tanto sensibles como no sensibles. Así, por ejemplo, ¿por qué sabemos que el cielo existe? ¿Será porque lo vemos? Mas dicha visión no afecta al espíritu sino en tanto que idea: una idea, digo, inherente al mismo espíritu, y no una imagen pintada en la fantasía; y, a propósito de esa idea, no podemos creer que existe el cielo, si no suponemos que la realidad objetiva de toda idea debe tener una causa que exista realmente, cuya causa juzgamos ser el cielo mismo; y lo mismo ocurre con las demás ideas.
VI. Hay diversos grados de realidad o entidad: la substancia tiene más realidad que el accidente o el modo, y la substancia infinita más realidad que la finita. Por ello hay asimismo más realidad objetiva en la idea de substancia que en la de accidente, y en la idea de substancia infinita que en la de substancia finita.
VII. La voluntad se endereza al bien que conoce con claridad, de un modo voluntario y libre (pues así corresponde a su esencia), mas con todo infalibe. Por ello, si da en conocer algunas perfecciones de que carece, al punto se las dará a sí misma, si ello está en su poder, pues sabrá que es un bien mayor el poseerlas que el carecer de ellas.
VIII. Quien puede lo más, o lo más difícil, puede también lo menos, o lo más fácil.
IX. Es más, o más difícil, crear o conservar una substancia, que crear o conservar sus atributos o propiedades; pero no es más, o más difícil, crear una cosa que conservarla, según ya se ha dicho.
X. La existencia está contenida en el concepto de cualquier cosa, pues nada podemos concebir si no es bajo la forma de algo que existe; pero hay esta diferencia: que, en el concepto de una cosa limitada, sólo está contenida la existencia posible o contingente, y en el de un ser supremamente perfecto, está comprendida la existencia perfecta y necesaria.
Proposición primera
Se conoce la existencia de Dios, considerando simplemente su naturaleza.
Demostración.- Decir que un atributo está contenido en la naturaleza o concepto de una cosa, monta tanto como decir que tal atributo es verdadero respecto de esa cosa, o que puede afirmarse que está en ella (por la definición IX).
Ahora bien: es así que la existencia necesaria está contenida en la naturaleza o concepto de Dios (por el axioma X).
Por consiguiente, puede afirmarse con verdad que la existencia necesaria está en Dios, o sea, que Dios existe.
Y este silogismo es el mismo que he empleado en mi respuesta al sexto artículo de estas objeciones; y su conclusión puede ser conocida sin prueba por quienes se hallen libres de todo prejuicio, como ha quedado dicho en el quinto postulado. Empero, como no es fácil alcanzar tan gran claridad de espíritu, intentaremos probar la misma cosa por otras vías.
Proposición segunda
Simplemente por estar su idea en nosotros, se demuestra por sus efectos la existencia de Dios.
Demostración.-La realidad objetiva de nuestras ideas requiere una causa que contenga esa misma realidad, no sólo objetivamente, sino formalmente, o eminentemente (por el axioma V).
Ahora bien: es así que tenemos en nosotros la idea de Dios (por las definiciones II y VIII), y que la realidad objetiva de dicha idea no está contenida en nosotros, ni formalmente, ni eminentemente (por el axioma VI), y que no puede estar contenida en ningún otro lugar que Dios mismo (por la definición VIII)
Por consiguiente, esa idea de Dios que esta en nosotros postula a Dios como causa suya, y por lo tanto Dios existe (por el axioma III)
Proposición tercera
También se demuestra la existencia de Dios porque nosotros mismos, que poseemos su idea, existimos.
Demostración.- Si yo tuviera el poder de conservarme a mí mismo, con mayor razón tendría el de darme todas las perfecciones de que carezco (por los axiomas VIII y IX): pues tales perfecciones no son sino atributos de la substancia, y yo soy una substancia.
Mas yo no tengo potencia para darme todas esas perfecciones; pues, en caso contrario, las poseería ya (por el axioma VII).
Luego no tengo el poder de conservarme a mí mismo.
Además, yo no puedo existir sin ser conservado mientras existo, ya sea por mí mismo –supuesto que tenga potencia para ello- ya por otro que tenga dicha potencia (por los axiomas I y II)
Ahora bien: es así que existo, y, con todo, no tengo la potencia de conservarme a mí mismo, como acabo de probar.
Luego otro es quien me conserva.
Además, aquel que me conserva tiene en sí formalmente, o eminentemente, todo lo que hay en mí (por el axioma IV).
Ahora bien: es así que en mí hay la idea o noción de muchas perfecciones que me faltan, junto con la idea de Dios (por las definiciones II y VIII)
Luego la noticia de tales perfecciones está también en aquel que me conserva.
Por último, aquel que me conserva no puede tener la noción de algunas perfecciones que le falten, ni formalmente, ni eminentemente (por el axioma VII); pues, teniendo potencia para conservarse, según acaba de decirse, con mayor razón la tendría para darse esas perfecciones a sí mismo, si careciera de ellas (por los axiomas VIII y IX).
Ahora bien: es así que él tiene la noción de todas las perfecciones que reconozco que me faltan, y que sólo concibo puedan esta en Dios, como acabo de probar.
Por consiguiente, las posee todas formalmente, o eminentemente, y de este modo es Dios.
Corolario
Dios ha creado el cielo y la tierra, y todo cuanto en ellos se contiene, y, además, puede hacer todo lo que concebimos claramente, a la manera en que lo concebimos.
Demostración.-Esto se sigue claramente de la proposición anterior. En efecto: hemos probado en ella la existencia de Dios, porque es necesario que exista un ser en el que estén contenidas, formalmente o eminentemente, todas las perfecciones de las que tenemos una idea.
Ahora bien: es así que tenemos la idea de una potencia tan grande que sólo quien la posee puede haber creado, no solamente cielo y tierra, sino también todas las demás cosas que conocemos como posibles.
Por consiguiente, al probar la existencia de Dios, probamos a la vez eso otro.