Edad Media: Dios como realidad

En lo relativo a la existencia de Dios, como en tantos otros temas, la filosofía medieval viene marcada por las dos grandes síntesis entre filosofía y cristianismo: la de Agustín de Hipona y la de Tomás de Aquino. Agustinismo y tomismo serán, por lo demás, dos de las escuelas principales, a las que cabría añadir, quizás, las aportaciones que llegarán desde autores franciscanos. Tratando de recoger los principales argumentos que se plantearon en esta época nos centraremos en los siguientes autores:
Agustín de Hipona
En la extensa obra de Agustín no se puede encontrar un intento sistemático de demostración de la existencia de Dios. Para el obispo de Hipona no es necesario demostrar racionalmente que Dios existe, lo cual es una consecuencia de la inseparabilidad de razón y fe. La existencia de Dios es una verdad a la que se puede llegar tanto por la razón como por la fe, y ambos son caminos igualmente legítimos. El problema de la existencia de Dios no ocupa, por tanto, un lugar central en el pensamiento de Agustín. Pero lo que sí podemos encontrar de un modo disperso son diferentes argumentos a favor de la existencia de Dios. En ningún caso se trata de demostraciones, sino de indicios que aparecen diseminados a lo largo y ancho de su prolífica obra. Copleston ha resumido en su Historia de la filosofía las argumentaciones de Agustín en estos cinco puntos:
- El argumento más repetido es el que concibe a Dios como el fundamento de la verdad necesaria e inmutable. Evidentemente las resonancias platónicas son inevitables: hay verdades eternas y objetivas, que podrían equipararse a las Ideas platónicas. Agustín busca cuál es el fundamento último de este tipo de verdades, y lo encuentra en Dios. La verdad inmutable trasciende al sujeto, que no puede modificarla a su antojo, sino que tan sólo puede adaptarse a ella. Por ello, Agustín encuentra en Dios al ser en el que se fundan estas verdades. Dios sería, por seguir con el paralelismo con el pensamiento platónico, el lugar propio de las Ideas y de las verdades eternas. En numerosos lugares de su obra, sitúa Agustín el mundo de las Ideas en la mente divina.
- En segundo lugar, a menudo se refiere Agustín a Dios como el origen de la creación. La creación no puede dar razón de sí misma, sino que nos remite a un creador, a Dios. El mundo y las cosas que nos rodean no encuentran dentro de sí la causa de su existencia, que necesariamente les viene dada desde fuera. El alma busca permanentemente el origen de todo lo existente. La interioridad y la trascendencia se convierten en dos movimientos del alma, que encuentra a Dios en lo más profundo de sí (interioridad, verdades eternas a las que nos referíamos antes) y también en lo exterior, cuyo fundamento último descansa en Dios. Las formulaciones, en cualquier caso, tienen un carácter experiencial, y no teórico. Agustín trata de transmitir su propia vida, y no de construir una “teoría” o una demostración en sentido estricto.
- Otro de los motivos, en cierto modo relacionado con el anterior, a los que se refiere Agustín para defender la existencia de Dios, es el “del consentimiento universal”. Copleston recoge la siguiente cita: “Tal es el poder de la verdadera divinidad, que no puede quedar completa y totalmente escondido a la criatura racional, una vez que ésta hace uso de su razón. Porque, con la excepción de unos pocos en los que la naturaleza está excesivamente depravada, toda la raza humana confiesa que Dios es al autor del mundo.” Si la razón de una gran mayoría de seres humanos les lleva a creer en Dios, entonces, según Agustín, Dios ha de existir, pues esta gran mayoría no puede vivir en el error, máxime cuando tienen motivos racionales para creen en él.
- En cuarto lugar, en la obra de Agustín aparece reiteradamente la idea del mundo como manifestación de la omnipotencia divina. Dios no sólo da la existencia al mundo, sino que se ocupa de mantenerlo, proyectando su bondad, su belleza, su armonía. Lo que en el mundo hay de bueno, de bello, de verdadero, en definitiva, de perfecto, proviene de Dios. El mundo expresa los atributos de Dios, pero de un modo imperfecto y aproximativo, en la medida que es una expresión material.
- Por último, y relacionado con lo anterior, y en cierto modo como un trasfondo permanente, está el neoplatonismo que acompaña a todo el pensamiento agustiniano. Concretamente, en lo que a la existencia de Dios respecta, Agustín esgrime a menudo el argumento ejemplarista. Las cosas que nos rodean han sido creadas por Dios, tomando como ejemplo las Ideas que éste tiene en su mente. Dios ocupa el lugar del demiurgo platónico, con la particularidad de que no se limita a “copiar” Ideas preexistentes. El mundo es el reflejo del plan creador de Dios, que prevé todo aquello que crea. Las Ideas existen eternamente en la mente divina, y son tomadas como modelos o ejemplos para realizar la creación del mundo.
Hay que advertir, como decíamos al principio, que todos estos argumentos, que aparecen aquí y allá, repartidos en toda la obra agustiniana, no pretenden ser demostraciones racionales. De Agustín de Hipona se ha dicho que escribía con su sangre, y esto nos puede dar una idea mucho más aproximada de la aspiración última de la filosofía agustiniana: transmitir una experiencia no estrictamente racional, y tratar de defender la fe de un modo vital, argumentativo, a menudo en oposición con las diferentes herejías de su tiempo. Esto hace de Agustín un pensador vivo, pero no sistemático ni estrictamente racional. El obispo de Hipona era más teólogo que filósofo, y en este sentido deben entenderse sus obras y argumentos, quizás construidos para apuntalar la fe del que ya cree, para que la razón ilumine la fe, y no tanto para que el que no cree comience a hacerlo.
Anselmo de Canterbury
Tradicionalmente, los intérpretes de Anselmo de Canterbury se han centrado exclusivamente en el ya célebre argumento ontológico. Sin embargo, no es ésta la única demostración de la existencia de Dios que ofrece el filósofo de Aosta. Cabe establecer esta doble distinción:
En el Monologium, Anselmo de Canterbury intenta demostrar la existencia de Dios “a posteriori”, es decir, partiendo de los efectos y tratando de llegar a la causa (este será el tipo de demostración empleado por Tomás de Aquino). Así, Anselmo se refiere especialmente a los grados de perfección de las criaturas, que nos lleva a afirmar la existencia de un modelo de perfección, que sería, en este caso, Dios. Las influencias agustinianas y platónicas son evidentes, y esta demostración será recuperada en la cuarta vía tomista. Igualmente, se aplica este mismo razonamiento a los seres existentes, a los que la existencia les viene dada de otro ser y, en último término, de una causa incausada de la cual derivaría toda la existencia. Tomás de Aquino se inspirará también en esta demostración a la hora de construir sus conocidas cinco vías.
En el Proslogium, el argumento de Anselmo se construye a priori, al margen de la experiencia. La demostración intenta convencer a aquel que niega la existencia de Dios. Si Dios es aquel ser más grande que se puede pensar, el ser más perfecto, y consideramos que es más grande algo que existe que algo que no existe, entonces tendremos que concluir necesariamente que Dios existe, pues de lo contrario no sería ese ser “más grande” o “perfecto” del que habíamos partido. Este argumento será especialmente controvertido a lo largo de la historia. Aceptado por unos (Descartes) y rechazado por otros (Kant), se convertirá en una de las demostraciones recurrentes de toda la filosofía, que vuelve a aparecer, bajo nuevas formulaciones, bien sea tratando de recuperarlo o bien tratando de eliminarlo de una vez por todas.
Tomas de Aquino
Tomás de Aquino es probablemente uno de los filósofos que más sistemáticamente se ha ocupado del problema de la existencia de Dios. La Suma Teológica se ha convertido en una obra de referencia tanto en teología como en filosofía, donde sus esfuerzos por compatibilizar filosofía y religión fructificaron en la segunda gran síntesis. Hay que reseñar también la influencia no sólo de Aristóteles, sino también de otros pensadores como Averroes, Avicena o Maimónides, que ya habían elaborado su propia síntesis para la religión musulmana y para el judaísmo. Si a esto le añadimos también ciertas influencias agustinianas (y por tanto neoplatónicas), nos podemos hacer una primera idea aproximativa de la extraordinaria complejidad que encierra el pensamiento de Tomás de Aquino. En concreto, en lo referente a la existencia de Dios, plantea las famosas 5 vías(Enlace bien puesto) para demostrar la existencia de Dios. Su carácter (¿demostrativo? ¿argumentativo? ¿indicativo?...) ha sido muy discutido. Al margen de las polémicas, nos limitaremos aquí a una mera exposición de las mismas (en cualquier caso, remitimos siempre al lector a la sección de citas). Para empezar, hay que destacar que las 3 primeras vías ( y también, en cierto modo, la cuarta y la quinta) comparten un mismo esquema común, que podemos expresar de la siguiente manera:
- Punto de partida: un hecho de experiencia. En todos los casos se partirá de un fenómeno observable, y de hecho así aparece en el propio texto: “descubrimos”, “encontramos, “vemos”, “hallamos”, “es evidente”… En todos los casos pretende Tomás de Aquino partir del mundo observable, para, a partir él, intentar demostrar la existencia de Dios.
- Aplicación de principio de causalidad: a partir del hecho de observación aplicamos el principio de causalidad: “todo efecto tiene su causa”, que se concretará en cada una de las vías ajustándose al concepto central de la misma: “todo lo que se mueve es movido por otro”, “no hay cosa alguna que sea causa eficiente de sí misma”…
- Negación de una cadena causal hasta el infinito. Según el aquinate, no es posible prolongar indefinidamente la cadena causal en busca del origen último del hecho observable que tomamos como punto de partida.
- Punto de llegada: a partir del resultado anterior, desembocamos necesariamente en la existencia de Dios, entendido al menos como motor inmóvil, causa incausada, ser necesario, ser perfecto o inteligencia ordenadora.
Esta argumentación se aplicará, como decimos a estas 5 dimensiones de la realidad (se podría poner un enlace particular a cada una de las vías):
- El movimiento.
- Los procesos causales.
- La contingencia de todo lo existente.
- Los grados de perfección de la realidad.
- El orden del mundo.
Al igual que ocurre con el argumento ontológico, también las vías tomistas han recibido adhesiones y críticas de otros filósofos. Hay que decir que la originalidad de Tomás de Aquino no radica en las vías mismas, pues de todas podemos encontrar precedentes (Aristóteles, Avicena, Maimónides, corrientes agustinianas…). Sin embargo, la originalidad de la filosofía tomista radica precisamente en la sistematicidad con la que son planteadas las demostraciones, manteniendo la estructura propia de la filosofía escolástica. A todo lo expuesto, cabría añadir (quizás al margen de la filosofía) una leyenda que circula en torno a Tomás de Aquino. Se dice que al final de su vida tuvo varias experiencias místicas especialmente intensas, y que a partir de ellas renunció a seguir escribiendo sobre Dios. ¿Acaso el gran racionalizador se dio cuenta de Dios no se podía reducir a la razón, de que Dios, en definitiva, no podía ser demostrado?
Guillermo de Ockham
Este filósofo marca el fin de la edad media y anticipa en muchos aspectos ideas que nacerán en el renacimiento y que lograrán su máximo desarrollo a lo largo de la modernidad. La posición de Ockham respecto a la existencia de Dios es una consecuencia lógica de su nominalismo. Si tan sólo existen entidades particulares, y hemos de dar más importancia a los sentidos en el proceso de conocimiento, hablar de entidades abstractas (sean los universales, o sea Dios mismo) carece de sentido. Ockham limita las posibilidades del conocimiento humano, que debe limitarse a los datos de los sentidos. De dios no tenemos ningún tipo de dato sensorial, por lo que hablar de Dios es hablar de una entidad abstracta de la que no tenemos conocimiento alguno: la existencia de Dios no se puede demostrar por medio de la razón. Ockham se opone así a las 5 vías tomistas, que a partir de un hecho de experiencia terminan afirmando de un modo ilegítimo, la existencia de un ser del que no tenemos experiencia sensible alguna. Para el filósofo franciscano, la existencia de Dios es una verdad de fe, y por tanto no se puede acceder a ella a través de la razón. Si al “agnosticismo” de Ockham se le resta el “fideísmo” accedemos a las posturas ateas y agnósticas que frecuentemente aparecen en las teorías empiristas.