Edad moderna: Dios como objeto de conocimiento
A lo largo de la modernidad, el tema de la existencia de Dios deja de ser la preocupación central de la filosofía. A diferencia de los medievales, los filósofos modernos orientarán su reflexión hacia otros problemas filosóficos, ocupando entre ellos un lugar principal el problema del conocimiento. Por ello, cuando Descartes, Locke, Hume, Leibniz o Kant (por poner sólo algunos ejemplos) aborden el problema de Dios, lo harán siempre preguntándose previamente cuál es la capacidad del conocimiento humano, y qué facultades son las que intervienen en el conocimiento. En consecuencia será la concepción gnoseológica de cada uno de estos autores la que determine su posicionamiento respecto al problema de Dios. Aquí tomaremos como ejemplos más ilustrativos a Descartes, como representante del racionalismo, Hume, como representante del empirismo, y a Kant, como aquel que busca alcanzar una síntesis entre ambos movimientos.

René Descartes
A lo largo de diversas obras, pero especialmente en el Discurso del método y en las Meditaciones metafísicas, Descartes ofrece diversos argumentos en favor de la existencia de Dios. Cabe citar al menos 3:
- Argumento ontológico: Descartes, como uno de los fundadores del racionalismo defiende la validez del argumento ontológico. Su argumentación no es exactamente igual que la de San Anselmo, si bien es cierto que la influencia es innegable. Del mismo modo que al concepto de triángulo le conviene la existencia de tres lados que suman 180 grados, no es posible pensar en un dios inexistente. El dios al que no le pertenece de suyo la existencia no es dios. El concepto de Dios incluye necesariamente que este tipo de ser exista de un modo necesario.
- Argumento basado en la idea de perfección: también de corte racionalista, Descartes busca cuál puede ser el origen de la idea de perfección. Tal idea no puede haber sido creada por el sujeto, pues lo imperfecto no puede crear lo perfecto. Tampoco puede proceder del exterior, pues el mundo es también imperfecto. Por eso, necesariamente, la idea de perfección es una idea innata, que ha debido ser puesta en el ser humano por un ser perfecto.
- Dios como creador del mundo. Descartes recupera en cierto modo la vía tomista de la causalidad. Si a cada uno de nosotros la existencia nos ha sido dada por otro, ha de existir necesariamente una causa primera a la que la existencia no le ha sido dada por otro, sino que le conviene necesariamente. Igualmente, esta primera causa será la responsable de la existencia del mundo.
David Hume
La postura de Hume respecto a la existencia de Dios, debe enfocarse desde el empirismo y desde su comprometida defensa de la Ilustración y sus valores, entre los que figura la secularización. Uno de los enemigos permanentes de la filosofía de Hume es el engaño y la superstición. Así, fue siempre crítico respecto a la religión y rechazó enérgicamente que se pueda demostrar la existencia de Dios. Cabría establecer una doble argumentación:
a) Hume entiende que nuestro conocimiento está formado por impresiones e ideas. Una idea es la huella que deja una impresión en nuestro entendimiento. Sólo serán válidas aquellas ideas cuya impresión originaria sea fácilmente identificable. Si aplicamos este tipo de división a la idea de Dios, hemos de concluir necesariamente que Dios no existe, pues no seríamos capaces de encontrar cuál es la impresión de la que desciende tal idea. Sencillamente, se podría decir que Dios es una invención de la razón, una idea vacía de significado, pues no está basada en impresión alguna. Sólo cabría aceptar la existencia de Dios si fuera posible tener algún tipo de impresión de Dios. Dado que esto no es posible, y teniendo en cuenta que todo nuestro conocimiento encuentra su origen en la experiencia sensible, hemos de concluir que Dios no existe.
b) Desde un punto de vista práctico, Hume se muestra partidario de potenciar las instituciones políticas y democráticas, de modo que el individuo sea libre de tomar sus propias decisiones. A menudo, la religión puede restar capacidad de decisión al individuo. Desde su emotivismo moral, cada uno debe tomar sus propias decisiones en función de su sensación de placer o agrado, sin tener en cuenta ninguna otra variable. De un modo sencillo, cabría decir que es bueno aquello que hace sentir bien al individuo y malo aquello que le hace sentir dolor o rechazo. El sujeto es el absoluto soberano de su cuerpo (aquí aparecen influencias de Hobbes), y nadie debe inmiscuirse en sus propias decisiones. Si bien no es esta una argumentación en contra de la existencia de Dios (Hume considera zanjado este problema con lo que hemos dicho en el punto anterior), sí es una crítica radical a la religión, que es entendida como una mera superstición que debe ser superada por los valores ilustrados.
Immanuel Kant
La exposición kantiana alrededor de la existencia de Dios puede considerarse como la culminación de la modernidad. No porque deba considerarse como la verdad absoluta (por supuesto, las tesis kantianas también son discutibles) sino porque sintetiza el racionalismo y el empirismo. Como el mismo Kant reconoce, Hume le despertó de su sueño dogmático, y le llevó a desconfiar de las construcciones de la razón humana. Así, Kant dará la razón a Hume cuando éste afirma que el conocimiento debe partir siempre de la experiencia sensible, pero reconocerá también la posibilidad de construir conocimiento universalmente válido aplicando las categorías y esquemas del entendimiento, aproximándose así al racionalismo. La ciencia es posible, sí, pero partiendo de la experiencia, y como no es posible tener experiencia alguna de Dios, esta será tan sólo una idea, dicho en palabras kantianas, un ideal regulativo de la razón teórica, es decir, una aspiración de la razón, que tiende siempre a buscar “síntesis más altas”, que sería las ideas que sintetizan un gran número de fenómenos. Este mismo diagnóstico, que será aplicable a la metafísica, reconoce que la idea de Dios o las preguntas alrededor del mismo serán siempre una tendencia inevitable de la razón humana.
También merece la pena exponer a continuación la crítica que formula Kant contra todas las demostraciones de la existencia de Dios. Según Kant, se puede clasificar todos los intentos de demostrar la existencia de Dios en alguno de estos 3 tipos:
- Demostración ontológica: Kant critica que este tipo de demostración (que podemos ejemplificar con el argumento ontológico de San Anselmo) realiza un salto ilegítimo, al pretender pasar el pensamiento (idea de Dios) a la realidad (existencia real de Dios). Kant distingue además el sentido copulativo o atributivo del verbo ser con su sentido existencial. Expresar un concepto es expresar una posibilidad de existencia, no una existencia real.
- Demostración cosmológica: esta demostración aparece, en cierto modo, en las 3 primeras vías tomistas. En ellas, a partir de la existencia de seres particulares, la razón intenta alcanzar la existencia de un ser necesario, que habría dotado de existencia a los primeros. Según Kant, este tipo de argumento no es más que una ilusión de la razón, y termina llevándonos, por el rodeo de la experiencia, a la prueba ontológica. Kant plantea varias críticas a este argumento: en primer lugar, el principio de causalidad no puede ir más allá de los límites de la experiencia. Fuera del mundo sensible, el principio de causalidad no se puede aplicar. Además, se adopta un concepto “autosatisfactorio”, para que la razón no permanezca inquieta o en desasosiego. En efecto, cuando la razón encuentra algo desconcertante, recurre a un concepto inventado para tratar de encontrar una solución. En realidad, el argumento cosmológico pretende evitar la incomodidad del ontológico de cómo pasar de una posibilidad de existencia (Dios como idea) a una existencia real. Para ello, parte de la existencia de un ser real. El problema es que para hallar la condición de ese ser real, tendría que existir un ser necesario, y es aquí donde de un modo indirecto se introduce el argumento ontológico. Lo que en el argumento ontológico es punto de partida, se convierte en el argumento cosmológico en un postulado, con lo que las dificultades se multiplican.
- Demostración físico-teológica: es, a juicio de Kant, “la más antigua, la más clara y la más apropiada a la razón ordinaria”. Esta demostración parte de la belleza, el orden y la finalidad que se descubren en la naturaleza, que nos llevan a afirmar la existencia de un creador supremo o mente ordenadora (como aparece, por ejemplo, en la cuarta y quinta vía tomista). Sin embargo, tampoco es válida, pues realiza un salto ilegítimo desde el mundo de la experiencia a ideas de las que no hay ningún tipo de experiencia: del orden a la omnipotencia, de la finalidad a la inteligencia suprema. En palabras de Kant: “El paso a la totalidad absoluta es enteramente imposible por vía empírica. No obstante, es lo que hace el argumento fisicoteológico. ¿Cuál es el medio utilizado para franquear un abismo tan ancho?” Además, la prueba fisicoteológica nos remite a la cosmológica y, en último término a la ontológica.